@LauraFArambarri / Hace ya muchos años —y por razones que ahora no interesan— hice terapia con una psicóloga. Uno de los ejercicios que más me ayudaron y que más me gustaron consistía en escribir diez cosas buenas que me habían pasado cada día. De ese modo me creaba una conciencia positiva sobre mí misma e iba neutralizando un exceso de autocrítica que me estaba haciendo mucho mal.
Al principio me costaba llegar siquiera a apuntar cinco cosas en el papel en blanco pero, cuando pasaron varias semanas, podía perfectamente llegar a diez e incluso a alguna más.
Porque el ejercicio consistía precisamente en eso; en saber ver las cosas buenas de un día cualquiera, por muy anodino que parezca.
Este domingo he hecho el ejercicio de nuevo, pero esta vez pensando en qué cosas buenas me está aportando este confinamiento. Obviamente no todo es positivo y los altibajos emocionales son el pan nuestro de cada día. Pero pensar en lo positivo ayuda mucho a mantener una buena actitud ante algo que se escapa a nuestro control.
- He abandonado todos los grupos de WhatsApp que me estaban llenando la cabeza y la memoria del móvil de basura. Antes del confinamiento me daba reparo dejar un grupo. Ahora es reparador.
- Escabechina en las redes sociales. Poco a poco me está quedando el Facebook brillante como una patena. En situaciones como esta la gente muestra lo que es de verdad, tanto en el mundo real como en el virtual.
- He hablado con mi padre y con mi madre (de 88 y 84 años, respectivamente) con mucha más frecuencia de la habitual y voy a mantener la frecuencia cuando todo esto acabe.
- He comenzado a planificar la compra semanal, algo que antes no había hecho nunca. Compraba al día, me olvidaba cosas esenciales… Ha tenido que venir un virus para abrirme los ojos en un tema tan básico: ¡Sé lista y haz una lista!
- He aprendido los nombres de algunos de los pajarillos que trinan junto a mi casa y que antes ignoraba. Incluso alimento a las gallinas de la vecina lanzándoles pan desde el balcón, que últimamente las veo un poco desatendidas. Me estoy convirtiendo en Santa Francisca de Asís de Sant Jordi de ses Salines.
- A partir de ahora nunca pensaré en el deporte como una obligación que me da pereza sino como un placer. ¡Cómo te echo de menos, piscina de Es Raspallar!
- Más música que nunca y más música que habrá.
- Larguísimas llamadas, videollamadas y cadenas interminables de mensajes con mis hermanas, mi hermano, mis amigas y mis amigos. Eso hay que mantenerlo.
- He encabezado todos los correos electrónicos a personas que conozco y a personas que no he visto jamás con un sincero: ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Esto hay que mantenerlo también.
- El teletrabajo no es una situación ideal, pero tiene muchas ventajas: menos prisas por las mañanas, menos coger el coche…
Lo mejor es que, ahora que lo pienso, la lista de diez cosas se me queda corta.
Podría seguir: Mi admiración hacia el personal sanitario ha crecido; me he dado cuenta de que trabajar en un supermercado puede ser heroico; cocino un poco más sano y un poco mejor, aunque luego me atiborre de galletas; tengo más presente que nunca la importancia de mantener el sentido del humor…
Os animo a escribir vuestras diez cosas buenas de este confinamiento, seguro que coincidimos en muchas de ellas.