@LauraFArambarri / El historiador Antonio Gil Albarracín ha rescatado una historia singular sucedida en las costas de Almería en el siglo XVIII, en la que estuvo envuelto el patrón ibicenco Andrés Calvet y su jabeque San Antonio de Padua.
Los hechos se remontan a octubre de 1760, un momento en el que estaba en curso la Guerra de los Siete Años. «España se mantuvo al margen de la misma hasta que las agresiones británicas a los territorios españoles en América obligaron a la corona a entrar en la misma», escribe el historiador.
En las aguas territoriales de España convivían, sin embargo, «la amenaza de las tormentas y la restricción de movimientos, que prohibían pisar tierra sin autorización». Entonces no era por el coronavirus, sino por la peste.
Según se desprende de la documentación encontrada por Gil Albarracín, en esa fecha dos embarcaciones catalanas, una de ellas el jabeque ibicenco San Antonio de Padua, procedente de Málaga y que patroneaba el ibicenco Andrés Calvet, tuvieron que refugiarse en cala Figuera, en la costa del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, en la provincia de Almería por una fuerte borrasca.
«Las embarcaciones estaban en peligro en mar abierto y el mal tiempo arreció de tal manera que se consideraría peligroso que las tripulaciones permanecieran embarcadas, por lo que decidieron esperar en tierra a que amainara», explica el historiador a Noudiari.
Así, las tripulaciones de las embarcaciones saltaron a tierra. «Sin embargo o no amarraron suficientemente bien las embarcaciones refugiadas en dicha cala o la violencia del temporal rompió las amarras y se produjo un desastre que provocó el hundimiento del jabeque», relata Gil Albarracín.
Así, uno de los barcos catalanes, arrastrado por la tormenta, embistió al jabeque ibicenco y lo partió en dos, con lo que se hundió.
El ibicenco y su tripulación vieron horrizados cómo sucedía todo esto desde tierra. Y una vez que amainó la tormenta «solo pudieron salvar la vela y el palo trinquete, así como la lancha y la ropa de uso de la tripulación», relata Gil Albarracín.
El ibicenco fue llevado al fuerte de San José, en Almería, cabecera de la jurisdicción, donde declaró y pudo aportar la documentación que había logrado salvar: un pasaporte emitido en Málaga el 12 de octubre de 1760, encabezado por el escudo simplificado de la ciudad, autorizando a los franceses Joseph de Ortega y Rafael Neto para que viajaran a Ibiza en el jabeque que patroneaba el citado Andrés Calvet.
Gracias a ese documento, que certifica que la ciudad de Málaga y sus vecinos no tenían peste, pudieron desembarcar en Almería.
«Ante semejante testimonio los comisarios de sanidad habilitaron al patrono, a los tripulantes y al pasaje a pasar a tierra y a ejercer el comercio», explica el historiador.
Gil Albarracín, que publicó esta historia orginalmente en La Voz de Almería, aclara a Noudiari que en la documentación consultada no indica expresamente la ruta del barco ibicenco, «pero la misma se deduce del pasaporte original, pues le fue entregado a los beneficiarios en Málaga, puerto de embarque para viajar a Ibiza».