La Vicepresidencia de Memoria Democrática del Govern impulsa un estudiode obras realizadas con trabajos forzados en Balears durante la Guerra Civil y el primer franquismo. Una tarea que está desarrollando la investigadora Maria Eugènia Jaume, en coordinación con la Secretaría Autonómica de Sectores Productivos y Memoria Democrática.
El secretario autonómico, Jesús Jurado, recuerda que «el régimen franquista utilizó a miles de prisioneros políticos para realizar trabajos forzados, en condiciones terribles, padeciendo hambre y maltratos constantes en campos de concentración, construyendo carreteras y defensas costeras. Es de justicia investigar en profundidad, para conocer la magnitud de la represión, y como homenaje a todos los que sufrieron represalia por creer en un sistema democrático y republicano».
Trabajos forzados en las Islas
La presencia de trabajos forzados también es evidente en Ibiza, donde a partir de 1940 fueron trasladados un centenar de hombres desde los campos de Mallorca con el fin de construir baterías de la Línea Kindelán —cordón de defensa construido durante la Guerra Civil para defender las principales infraestructuras de la isla, como el puerto y el aeropuerto de Ibiza—.
En la colonia penitenciaria de Formentera, de competencia civil, situada en el Estany des Peix, en la Savina, las investigaciones corroboran que también se enviaron prisioneros de la Prisión Provincial de Palma desde mediados de 1940. En este lugar no hay constancia de que se llevaran a cabo trabajos forzados, a pesar de que, según un testigo, además del hambre y las humillaciones que sufrían los prisioneros, también asegura que durante el día eran obligados a construir una pared que, durante la noche, era derribada con la intención de que los presos la rehicieran al día siguiente.
De la búsqueda llevada a cabo hasta ahora por Mª Eugènia Jaume se desprende que en Mallorca hubo 26 campos de trabajo —entre campos y destacamentos— que abrieron sus puertas de manera progresiva entre diciembre de 1936 y diciembre de 1942. Campos que se ubicaron en possessions —como Es Rafal des Porcs, en Santanyí, o los Banys de Sant Joan de Font Santa, en Campos—, también se adaptaron edificios públicos ya existentes —como la escuela rural de S’Espinagar, en Manacor, o el almacén de madera de Can Garroví, en Sa Pobla—, además de la improvisación de numerosos campos con tiendas de campaña y barracones de madera. Sólo uno de ellos, el campo de prisioneros de Artà, ubicado en la Alqueria Vella, fue construido como tal y fueron los mismos prisioneros los encargados de hacerlo, después de las quejas que formuló el director del Hospital Militar sobre el trato inhumano que recibían los prisioneros hasta entonces en el campo del Cap de Ferrutx, indiscutiblemente el peor campo de Mallorca. Hasta 1.399 prisioneros pasaron por este campo entre finales de 1941 y finales de 1942.
En Menorca, la investigadora Mª Eugènia Jaume destaca la presencia de alguna unidad disciplinaria y posteriormente un batallón disciplinario formado por prisioneros desafectos al régimen republicano que realizaban las construcciones y reparaciones de carreteras como, por ejemplo, caminos en la Albufera de Es Mercadal, fortificaciones y aeródromos. A partir de la rendición de Menorca, conocida popularmente como Sa Girada, en febrero de 1939 hay constancia de la salida de prisioneros de las prisiones para realizar construcciones como el Monolito de la Esplanada de Maó o la reparación de edificios que se habían derrumbado con los bombardeos.
Los prisioneros de estos campos construyeron centenares de kilómetros de carreteras —muchas de ellas para mejorar el acceso al litoral—, puentes, acueductos, aeródromos y más de un centenar de nidos de ametralladora. Infraestructuras que son el fruto de los trabajos forzados a los cuales fueron obligados los vencidos de la Guerra Civil.
Estos son algunos de los resultados que ha sacado a la luz hasta ahora la investigación llevada a cabo por la historiadora Mª Eugènia Jaume, que todavía continúa abierta y que ha bebido de fuentes tan diversas como archivos militares, archivos municipales, testigos orales, monografías, archivos cartográficos o de las primeras investigaciones llevadas a cabo por historiadores como Antoni Tugores, Jaume Morey, David Ginard y Pep Pons.