Joan Miquel Perpinyà / Ibiza es la tierra donde causa más conmoción la muerte de un flamenco en el Parc Natural de Ses Salines —aunque muera de viejo— que el cierre de una empresa con 40 trabajadores que se van al paro.
De hecho, en Vara de Rey se congrega más gente para comer un trozo de tortilla gigante un Dijous Llarder que para exigir ayudas directas que salven de la ruina a miles de negocios y pequeñas empresas a las que se impide levantar la persiana y trabajar.
Cada cual se indigna por lo que quiere. Hay quien equipara en derechos a las personas con los gatos asilvestrados o con los toros de lidia. Incluso un metro cuadrado de posidonia es más importante y tiene infinitamente más valor que toda la humanidad. Lo comprobaremos cuando haya que ir a Talamanca a coger unos puñados de posidonia seca de la arena para tener algo que echarse a la boca.
Estamos en una situación de calamidad total y por más que se diga, no habrá temporada turística digna de tal nombre este verano porque lo único que podía salvarnos, la vacunación generalizada en Europa, va más retrasada que la retirada de los tendidos eléctricos de Ses Salines.
Y ni las escasas ayudas directas a los empresarios ni los fondos europeos que nadie sabe cuándo veremos, llegarán a tiempo para evitar la debacle en el sistema productivo de las Pitiusas, abocadas a un segundo año de inactividad y por tanto, de quiebras, paro y ruina económica.
El desempleo en Ibiza y Formentera está en cifras récord. 11.437 ciudadanos residentes en las Pitiusas están inscritos en el SOIB. Jamás hubo tantos en estas fechas, pero eso no impide a nuestras autoridades, ya sean insulares o locales, felicitarse por lo bien que lo hacen, lo que quiera que sea que dicen que están haciendo. O porque si no fuera por ellos, la cosa estaría aún peor.
En un año de pandemia las instituciones pitiusas se han convertido casi exclusivamente en un coro de plañideras y en pseudo entidades benéficas que preparan bolsas con garbanzos, pasta, leche en polvo y galletas para que las hordas de menesterosos, cada vez más nutridas, no se mueran de hambre. ¿Qué otra cosa han hecho? Retuitear compulsivamente las consignas de rigor que sus superiores les indican no deja tiempo para mucho más.
En este contexto resulta enternecedor que se siga diciendo que Ibiza es un destino seguro. Claro, claro. Lo mismo que se decía el año pasado y eso que había corredores seguros que sólo funcionaron bien para que los pocos turistas que vinieron, se largasen a toda prisa a sus países antes de que les obligasen a hacer cuarentena tras el regreso. Vicent Marí exige a Francina Armengol que se plante ante Pedro Sánchez y que le exija más vacunas. Lo que hay que oír. Que se plante él con los flamencos y les impida morirse en Ses Salines. O que le diga a Boris Johnson que ni se le ocurra volver a poner en cuarentena a los británicos cuando vuelvan de sus vacaciones. Dará el mismo resultado.