Activistas contra el cambio climático se concentraron ayer por la tarde frente a la sede de los juzgados de Ibiza para denunciar «la persecución de las protestas pacíficas y en apoyo a los imputados científicas y activistas de Rebelión Científica que hace un año protestaron ante el Congreso de los Diputados por la inacción climática de nuestros gobiernos», han explicado.
Ahora, 15 de aquellas personas, incluida Karen Killeen, residente en Ibiza, empiezan un proceso judicial en el que la fiscalía les acusa de cargos que podrían suponerles años de cárcel. Karen Killeen declaró ayer por estos hechos en Madrid, tal y como avanzaba ayer Noudiari.
Graciela Masiano, una de las portavoces de Extinction Rebellion Ibiza ha leído un manifiesto y ha expresado, en nombre de las personas manifestantes que, «mientras se criminaliza a las activistas y científicas que dan la voz de alarma, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen subiendo y ya hemos perdido la posibilidad de mantener la subida de la temperatura en 1.5ºC, como se comprometieron los gobiernos en el Acuerdo de París».
«Denunciamos la persecución de las protestas pacíficas y mostramos nuestro apoyo a las personas que ahora se enfrentan a un proceso judicial por pedir acción climática», ha añadido.
A continuación reproducimos el manifiesto íntegro contra la imputación de activistas por protestas pacíficas.
MANIFIESTO POR LAS COMPAÑERAS DE REBELIÓN CIENTÍFICA IMPUTADAS
Durante décadas, los sucesivos gobiernos no han tomado medidas acordes a la magnitud, urgencia y gravedad de la crisis climática, energética y de biodiversidad. Las amenazas para la supervivencia de nuestra civilización, e incluso para la vida en el planeta, aumentan cada día. Esta inacción no puede seguir siendo tolerada.
Las conclusiones de los estudios científicos son indiscutibles: las catástrofes se producen ante nuestros ojos y a gran escala. Las gotas frías, nevadas, lluvias torrenciales, sequías, olas de calor y megaincendios se multiplican y aceleran. En nuestro país, un 75% del territorio está ya en alto riesgo de desertificación.
Estamos viviendo a escala global la sexta extinción masiva: decenas de especies desaparecen cada día. Los niveles de contaminación son alarmantes y sabemos que se han activado algunos puntos de no retorno climáticos. Los gobiernos y los grandes responsables económicos evitan mirar de frente la magnitud de la catástrofe que ya está en marcha. La exitosa película satírica No mires arriba (Adam McKay, 2021), se queda corta.
En 2019, 11.000 científicos firmaron una alerta pública a la humanidad dirigida a todos los gobiernos del planeta. En 2021, los expertos del IPCC exponían que, para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, se necesitarían transiciones rápidas y de gran alcance en los sistemas energético, terrestre, urbano, de infraestructuras e industrial. Transiciones de una escala sin precedentes, que implican profundas reducciones en las emisiones de todos los sectores, un amplio conjunto de opciones de mitigación, y un importante aumento de las inversiones.
Pero estas transiciones rápidas que demanda la ciencia, y que son posibles, no se están realizando con la urgencia requerida. Las emisiones siguen aumentando, los recursos se agotan y los gobiernos siguen subvencionando con dinero público la industria de los combustibles fósiles y otras actividades que dañan tanto el medioambiente como la salud humana. Y este año la comunidad científica ha reconocido que ya no se puede evitar sobrepasar los 1,5ºC en pocos años.
Decía António Guterres, el secretario general de la ONU en 2022: “Retrasarnos significa muerte”. Nuestros gobiernos y los lobbies empresariales son directamente responsables del retraso que nos ha llevado a este fracaso, al ignorar el principio de precaución y al no reconocer que el crecimiento infinito en un planeta con recursos finitos es “una senda suicida para la humanidad”, en palabras de Guterres.
Los objetivos actuales de crecimiento contradicen la reducción de los impactos ambientales. Los cambios de consumo individual no bastan; hace falta una transformación profunda y rápida del sistema productivo, así como una transición justa para los colectivos más vulnerables.
Como indica el IPCC, ahora tenemos que construir nuevos derechos, nuevas economías y nuevas instituciones para una pacificada democracia por la tierra. El reciente informe del IPCC es un último aviso de que nuestro futuro depende de lo que hagamos esta década. Llegó la hora de exigir unos cambios que, de no producirse, van a ocasionar una cantidad inimaginable de sufrimiento. Un sufrimiento que puede evitarse si asumimos que nuestro maravilloso planeta tiene límites, y que es la humanidad quien se tiene que adaptar a ellos.
En una época de guerras por los recursos escasos, de vulnerabilidad colectiva de la humanidad, necesitamos que funcione la inteligencia colectiva, con un compromiso global para reconocer que ha llegado el momento de pasar a la acción, y la valentía para hacerlo.
Por todo lo que hemos mencionado, declaramos nuestro apoyo a Karen Killeen y a todas las personas afectadas por el juicio contra la ciencia, denunciando la injusticia que supone la criminalización de la comunidad científica por protestar, de forma legítima y pacífica, contra la inacción política frente a esta crisis global, y por alertar de la gravedad de la emergencia climática.
Consideramos aberrante la legislación que defiende los intereses de las empresas contaminantes, que son las verdaderas criminales.
La ciencia se rebela: sólo nos queda actuar.
Sí un fa s,ase rep lo que és mereix