@LauraFArambarri / Salgo del confinamiento y cojo el coche en dirección a mi cita, que no es nada romántica: un TAC de revisión en el hospital Can Misses, hoy a las 18.30 horas.
Todas las especialidades han anulado citas salvo Radiología, un servicio al que acuden, entre otros, pacientes oncológicos. De todos modos, el Área de Salud de Ibiza y Formentera ya ha informado de que este servicio se va a reducir a partir de ahora a pruebas que se consideran de prioridad 1: oncología y traumatismos, básicamente.
Más que por mi salud, estoy preocupada porque no tengo la citación impresa. Me han citado por teléfono y lo único que puedo mostrar si me paran en un control policial es mi mala letra en mi agenda con la tarea de hoy.
Para la Policía Nacional o la Guardia Civil no tengo nada que justifique a dónde voy. El motivo por el que he osado a saltarme el confinamiento.
Cojo la rotonda del Club de Campo desde el carrer les Camèlies de Sant Jordi y el corazón se me pone a mil: me encuentro de frente con un control de la Guardia Civil. Me salva que están parando a los coches que van en dirección a Sant Josep.
Estoy nerviosa por el TAC, al que tengo que acudir sola, además, porque no se admiten acompañantes para reducir al mínimo la presencia humana en Can Misses; y estoy nerviosa, como todos, por la situación del coronavirus. Y también estoy nerviosa por un posible control policial durante lo que queda de trayecto, que no llega a producirse. Demasiados nervios y emociones estos días.
Hay mucho menos tráfico que ayer, cuando acudí también a Can Misses a hacerme una mamografía. Me fijo en los conductores y muchos van con mascarillas.
Llego al hospital a las 18.10 horas, aparco muy cerca de la entrada principal y me dirijo a la puerta. Cruzo sin mirar porque no pasan coches y cuento a seis personas por el camino. Una pasea a su perro y las otras van hacia el centro hospitalario, como yo, o son personal sanitario que ha salido a tomar el aire fresco.
Can Misses es un hospital fantasma. Se han anulado todas las citas salvo las de Radiología para evitar la presencia de personas en el centro hospitalario, y, además, todos los efectivos están preparados para acoger a los enfermos de coronavirus Covid-19, cuyos positivos muy probablemente van a aumentar en los próximos días. Especialmente si llegan a Ibiza los test de detección rápida, tal y como han anunciado.
En el momento de escribir estas líneas, los casos confirmados siguen siendo diez, de los que cuatro (uno de ellos grave) están ingresados en Can Misses.
En el hall, completamente desierto, me recibe una mesa con un bote de solución hidroalcohólica para que me desinfecte las manos si lo deseo.
El personal de recepción está parapetado tras el mostrador, ante el que han puesto, además, dos sillas para reforzar la distancia de seguridad y evitar que se acerque la gente.
He entrado junto a un hombre que va a visitar a su madre. A ambos nos piden que indiquemos si tenemos fiebre, tos o dificultades para respirar. Ambos respondemos que no. A continuación nos informan de que nos pueden proporcionar mascarillas si estamos un poco acatarrados o inmunodeprimidos. No lo estamos.
El chico toma camino en dirección a la habitación de su madre y a mí me indican que he subir por el ascensor G a la planta primera. No me cruzo con nadie por el camino.
Con la misma amabilidad que en recepción, la persona encargada de información en Radiología me indica la sala de espera. En la mesa hay solución hidroalcohólica y guantes.
Un paciente que sale en ese momento de hacerse una prueba pide un justificante de la cita. Le han dicho que hay que llevarlo encima en el coche o por la calle por si te paran en un control. Los pocos pacientes que hay en la zona desconocemos este hecho y tomamos nota.
Me alegro de poder volver a casa con mi salvoconducto.
Me mandan pasar enseguida. No tengo ni que esperar. Me atienden dos chicos de Radiología tremendamente simpáticos. Uno hace bromas con lo nerviosa que me ve y me pone la vía a la primera.
Me inyectan el contraste, me tumbo, y después del respire, no respire, respire, no respire que solo puedes reconocer si alguna vez te han hecho un TAC, me dicen que, si quiero, me dan otra pasadita, que así estoy más rato fuera de casa. Nos reímos todos. De verdad que no sabemos la suerte que tenemos con la sanidad pública en este país, pienso y se me humedecen los ojos.
Me despido y me voy a vestir en la salita contigua y, de repente, tengo la tentación de cometer un delito: como no tengo guantes en casa y se han agotado en todas partes, pienso en robar un par del dispensador que he visto en la entrada. No lo hago.
Salgo y pido mi justificante. Ahora hasta me haría ilusión que me parasen de regreso a casa. Pero no me encuentro ningún control. Qué lástima. Ya me imaginaba la escena:
-Señorita, ¿qué hace usted circulando en medio de un Estado de Alarma?
-Señor agente, aquí tiene mi salvoconducto, soy inocente.
Antes de llegar a casa paro en el Hipercentro de Can Bellotera y me compro unas cuchipandas. Nada de comida de búnker. Llevo siete horas sin comer, por el TAC y en radiología, al saber que andaba medio mareada por el ayuno previo, me lo han dicho: Anda, que hoy te puedes dar un capricho.