Carta a Noudiari / Desde el inicio de la cuarentena existe una pregunta, con gran preocupación, acerca de cuánto durará la misma. Sin embargo, en estas últimas tres semanas apenas se ha podido escuchar una pregunta mucho más relevante: la contraria. ¿Cuánto no puede durar la cuarentena?, ¿cuáles son los límites de dicho confinamiento?
Es natural.
En una emergencia sanitaria, con situaciones dramáticas en los hospitales y un colapso generalizado apenas debe perderse tiempo con otras cuestiones. Es primordial responder primero a la crisis sanitaria. Pero eso, no obstante, no puede suponer perder de vista un horizonte más amplio. Las situaciones de crisis nos hacen tragar agua, cierto. Pero no podemos permitir que nos hagan olvidar nadar, porque entonces sí que nos ahogaremos y yaceremos en el fondo del océano.
Si las previsiones fueran que para detener el virus la situación actual de confinamiento debiera mantenerse durante 12 meses, ¿seguiríamos optando por la misma estrategia? En ausencia de ningún tipo de previsión, la sensación actual no es otra que la de estar ganando tiempo. Ganar tiempo para reducir el pico de contagio y ganar tiempo, cómo no, para obtener una vacuna. Por desgracia, ninguna de ambas cuestiones parece tener una solución a corto plazo.
A la par, se atisba la hecatombe en relación a la crisis económico-laboral. La cadena productiva y de servicios se va enviciando día a día y, silenciosamente, destruyéndose a pasos agigantados. 833.979 afiliados perdió la Seguridad Social desde el estado de alarma, la mayor caída de la historia. Por si el dato no fuera ya demoledor, el número de afectados por ERTEs se sitúa en 620.000, si bien se estima que podría rondar los 1,8 millones. Tomando el tramo bajo, estaríamos hablando de que en medio mes 1,5 millones de empleos están ya inactivos, bien por haberse extinguido bien por estar suspendidos. El desempleo se situaría, pues, en más de 3,5 millones a los que añadir los ERTEs. En total, entre 4,1 y 5,3 millones de trabajadores sin prestar servicios. Además, en la última semana, todos aquellos trabajadores a los que se aplica el Permiso Retribuido Recuperable Obligatorio, permanecen igualmente inactivos. Por sectores, los más damnificados: construcción y hostelería (rondando el 17% y 14% de afectación, respectivamente).
Ninguna crisis económica sirve de referencia por una sencilla razón. Así como en cualquiera anterior, tras estallar, progresivamente se fueron padeciendo sus efectos, en la presente estos aún se encuentran ocultos. El parón de la cuarentena supone que, el primer día en que se salga a la calle será la toma de realidad para ver que ya nada es como era. Sucederá como cuando evacuan a familias con residencia en pinares: cuando vuelven a sus domicilios y contemplan el monte arrasado y como todavía humean las llamas solo pueden sollozar.
Nuestra sociedad aún no es consciente de que tras destaparse el velo del confinamiento, poco de lo que conocían quedará en pie y que, salvada la vida sanitariamente -si es que eso sucediera- se comenzará a padecer por la vida de igual modo, en su vertiente económica y social.
En este sentido, urge tener presente que a la mayor brevedad todos los elementos productivos del país, que no supongan gran aglomeración, deben ponerse a trabajar. Un país no puede pararse. Y menos, indefinidamente. Solo de este modo podrá preservarse el tejido productivo que permita a trabajadores y empresarios continuar con su empleo y actividad. Cada día que se mantenga el parón supondrá muchos más días para volver a poner en marcha la maquinaria.
Por otro lado, ante el aluvión de despidos y el brutal incremento de personas en riesgo de exclusión social, las medidas gubernamentales no pueden hacer desaparecer el necesario control que ejercen los Tribunales en la jurisdicción laboral.
Si mantenemos parada dicha jurisdicción por más tiempo, al retraso sistémico -de un año y un trimestre para un despido, por ejemplo- se juntará la duplicación o triplicación de asuntos fruto de la nueva oleada de despidos y reclamaciones y la ya aceptada ralentización que supondrá la aplicación del maremágnum de nuevos protocolos de distanciamiento social. La solución de aumentar el número de juzgados no será siquiera planteable porque no existirán recursos dado el colapso económico…
El escabroso resultado será paro generalizado, disminución de las actividades y sectores económicos y ausencia de tutela judicial. No hay una tesitura que defina mejor lo que es el desamparo y el abandono a que se verán abocados muchos trabajadores.
Por consiguiente, yo me pregunto, ¿cuánto no puede durar la cuarentena?
Víctor Manuel Villar Mora. Abogado. Ejerciendo en la actualidad como abogado de UGT Ibiza.
Es realmente preocupante el escenario que se indica,por lo cual también es necesario que se tomen medidas cuanto antes. Tiene toda la razón.
Gran reflexión sobre una realidad absolutamente primordial que necesita de medidas y estudio inmediato. No podemos perder de vista que las consecuencias a nivel general de la pandemia afectan absolutamente a la propia raíz del Estado. Es una reacción en cadena que puede fácilmente arrasar con una cantidad de empleos y de tejido productivo que se lleve por delante a muchísimas personas, generando un daño también enorme.
Como le dijo S.M. Felipe VI a Pablo Iglesias: «el dolor viene después». Baleares y España están en la ruina, tanto inmediata (no habrá temporada turística de verano), como futura (el desgobierno ha anunciado el endeudamiento de las generaciones futuras, en lugar de la necesaria contención de gasto público -hay que dejar de financiar chochocharlas, televisiones públicas sectarias, partidos políticos, etc…- y bajada generalizada de impuestos, tanto a las familias -para mejorar su capacidad e ahorro- y especialmente al sector empresarial -motor económico-). Los españoles saldremos de la crisis cuando el gobierno nos lo permita. No será «gracias a él» sino «a pesar de él».