@Noudiari / David Calle tiene el pelo canoso, la voz ronca y dos caras diferentes. Como le pasaba a su querido Clark Kent, sus facciones cambian totalmente si se pone o se quita sus gafas de pasta. Con las gafas puestas es uno de los profesores de matemáticas más populares de YouTube. Sin ellas, un chico de barrio –nació en Coslada, Madrid– que ha cumplido los 45 pero sigue enamorado de los cómics o las máquinas recreativas que jalonaron su infancia. Una identidad bebe de la otra. Se mezclan hasta confundirse. Como muestra, su currículo, que es muy bizarro. En el sentido castellano del adjetivo (valiente, generoso, lucido, espléndido) y en el significado que le dan quienes hablan inglés y francés (raro).
Porque este madrileño fue un ingeniero que se reconvirtió en profesor de repaso. Porque un día empezó a subir lecciones audiovisuales a internet y hoy tiene millones de alumnos en todo el mundo. Porque explica un teorema matemático con la misma pasión con la que paraba goles cuando jugaba con sus amigos a fútbol sala (los alumnos, el equipo, siempre por encima de todo). Porque en 2017 pudo añadir a su hoja de servicios dos méritos que muy pocos reúnen: fue uno de los diez finalistas del Global Teacher Prize, el certamen que elige al mejor profesor del planeta, y la revista Forbes lo incluyó en su lista de las cien personas más creativas a nivel mundial.
El experimento de subirse a su buhardilla para grabar vídeos sobre catetos e hipotenusas, ecuaciones y derivadas, parió Unicoos, una web en la que Calle trabaja con otros docentes 2.0. Desde que empezó a funcionar en mayo de 2011, Unicoos ha recibido importantes premios al convertirse en un foro masivo de aprendizaje virtual. Sus experiencias y conocimientos los ha volcado en dos libros –No te rindas nunca (Planeta, 2015) y ¿Cuánto pesan las nubes? (Plaza y Janés, 2018)– y también los relata en conferencias como la que ofreció el jueves en Can Ventosa. David Calle ha venido a Ibiza invitado por Sa Real, para cerrar un ciclo de charlas organizado por el centro en el que también han participado otros nominados al Global Teacher Prize como César Bona o Xuxo Ruiz.
Cruzamos el patio y nos sentamos en uno de los bancos del paseo que queda frente al colegio. Dos grupos de alumnos, vestidos de uniforme, pararán la entrevista para pedirle al profesor que se haga una foto con ellos. Quizás el ratito que han compartido con él horas antes condene a algunos a amar las mates eternamente.
–Lo tuyo con la enseñanza no fue vocacional.
–Dar clases de repaso fue mi trabajo mientras estudiaba [Ingeniería de Telecomunicaciones]. Terminé la carrera y me hice ingeniero. No faltaba trabajo como ingeniero en aquella época. Pero me quedé en el paro con treinta tacos y me volvieron a llamar de la academia donde había dado clases. Me rescataron. Ahí es donde descubrí que me encantaba ser profesor y decidí que no quería ser ingeniero otra vez (que también me gustaba, ojo). Monté mi academia dos años después y hasta hoy.
–En aquel momento fue un trabajo de subsistencia y ahora…
–Yo tuve la suerte de que me echaran de la empresa en la que trabajaba como ingeniero. Así descubrí mi vocación. En aquel momento no lo vi así, fue un trauma. Mi mujer se acababa de quedar embarazada y teníamos que pagar la hipoteca…
–Muchos de los que fuisteis veinteañeros en los noventa os comprasteis una casa con vuestros primeros trabajos.
Yo tuve la suerte de comprar mi casa jovencito y en el momento justo, antes de la burbuja inmobiliaria. Cinco años después, valía cuatro veces más.
–Y luego llegan los vídeos donde enseñas matemáticas. ¿Quién te engaña para ponerte delante de la cámara? ¿Te inspiraban otros profesores que ya utilizaban YouTube?
–Aunque luego vi los vídeos de muchos profesores para saber qué trabajo se estaba haciendo, no tenía referencias cuando empecé. El motivo de grabarme fue, básicamente, que en la academia no me daba tiempo a explicar a mis chavales todo lo que necesitaban. Siempre había una duda que se quedaba pendiente. Y yo soy muy perfeccionista con eso, pienso que lo que no le he explicado le va a caer al alumno en el examen. Llegaba muy frustrado siempre a casa por ese motivo. Empecé a buscar en internet para recomendarles vídeos que les pudieran echar una mano. El problema es que salvo Julioprofe [sobrenombre del colombiano Julio Ríos Gallego, el profesor de matemáticas más seguido en You Tube] no encontré muchos ejemplos que les pudieran aportar algo diferente. Nadie escribe más limpio que Julioprofe un ejercicio de matemáticas, pero entendía que quizás a un español no podía llegarle igual su chispa. Pensé que yo podía aportar algo pero me daba mucha vergüenza salir en un vídeo; empezó el curso y no hice nada. Seis meses después se borraron de la academia la mitad de mis alumnos por culpa de la crisis económica (eso sí fue una crisis de verdad). Sus padres se quedaron en el paro y no podían pagar las cuotas mensuales. Me dije: ni vergüenza ni nada, me pongo a grabar vídeos para ayudar a estos chavales que no pueden pagarse unas clases de repaso.
–¿Cuál ha sido la clave para que desde Velilla de San Antonio, un pueblo a las afueras de Madrid, hayas llegado a millones de alumnos y profesores en todo el mundo, especialmente en los países castellanoparlantes?
–Los vídeos tienen un poder indudable y hay que aprovecharlo. Los profesores se han dado cuenta de que pueden ayudar a sus alumnos con ellos y los vídeos educativos registran cada vez más visitas. Con los vídeos quiero que me vean más como un compañero de viaje que como un enemigo. Humildemente, creo que aporto pasión y energía, ganas de que los chavales se superen. Tampoco quiero parecer alguien muy listo: si me confundo lo dejo, para que se vea el error, que es lo más normal del mundo. Intento no ser demasiado teórico. Los chavales lo que realmente quieren, además de solucionar el problema, es que les relaciones las matemáticas que están estudiando con el mundo real.
–¿No ser un maestro de formación te ha venido bien para darle la vuelta al calcetín de las matemáticas y de las ciencias en general?
–Ser ingeniero me ha ayudado a buscarle sentido práctico a las cosas. Para qué se puede utilizar una raíz cuadrada, una derivada o una integral. Ser profe de academia me da otro punto extra: como estoy acostumbrado a resolver las dudas de alumnos a los que estas asignaturas no se les dan especialmente bien, me tengo que inventar muchos trucos personalizados, uno para cada alumno. Después de casi veinte años vas acumulando un feedback que te permite explicar un vídeo de YouTube sabiendo a qué obstáculos se enfrentan los alumnos, dónde se confunden, en qué punto del problema suelen dudar. Y luego trato de relacionarlo con lo que les mola. Si puedo poner como ejemplo a Spiderman, a Thor, o a Ronaldo metiendo un gol de falta en el FIFA, lo hago. Porque sé que con ejemplos así me van a prestar más atención.
–A través de tus vídeos he descubierto a Eduardo Sáenz de Cabezón…
–Que es un máquina…
–Y, además de profesor de Informática en la Universidad de La Rioja, es un comediante brutal, capaz de hacerte reír mientras te explica la historia de las matemáticas o sus aplicaciones.
–Siempre le digo que él hace en sus clases lo que a mí me gustaría hacer.
–De eso habláis en la visita que le hiciste a Derivando, su canal de YouTube.
–¡Él puede hacer experimentos con sus alumnos de universidad y yo me quedo con las ecuaciones que los míos tienen que aprender a resolver para aprobar la selectividad! [ríe]
–Me gusta mucho la metáfora que utilizáis en esa charla: los problemas que se resuelven en la pizarra son como las abdominales que hacen Messi o Cristiano Ronaldo en los entrenamientos para luego marcar un gol en el campo. Sin físico no hay talento que valga. Sin trabajo no hay inteligencia.
–Hay que saber derivar para poder hacer una integral. Eso es así y se consigue con trabajo. Pero si los alumnos no entienden qué están haciendo no sirve de nada. Las matemáticas que enseñamos en el colegio deberían ser las que pone en práctica Edu en sus clases. Insistamos menos en obligar a los chicos a hacer quinientas integrales y enseñémosles más para qué sirven. Los vídeos que cuelgan en Derivando tienen siempre relación con algún acertijo que estimula mucho la imaginación de los suscriptores del canal.
–Como dice tu colega en una charla TEDx, las matemáticas lo permean todo y no dejan de ser un lenguaje para desarrollar intuiciones y pensamientos, tu creatividad, al fin y al cabo.
–Es el lenguaje con el que Dios escribió el universo. Lo dijo Galileo Galilei y es cierto. Sin matemáticas no habría física porque no podrías escribir ecuaciones. Edu sabe más de matemáticas que yo porque es profesor de Informática en la universidad, así que fíjate si tiene razón en lo que dice.
–Desde tu posición de outsider, ¿cómo crees que se enseñan ahora las matemáticas en los colegios e institutos? ¿Hay cambio respecto a hacer unas décadas?
–En algunos casos concretos sí, pero yo no percibo el cambio como algo general. Nuestros niños, en Primaria, siguen haciendo cincuenta raíces cuadradas en una hoja en blanco. Insistimos en que se conviertan en máquinas de calcular, en que hagan integrales, en que dibujen gráficas… Un alumno de bachiller puede acabar su formación sabiendo, en teoría, mucha física, pero no le preguntes por qué vuela un avión o cómo funciona un GPS. No te lo sabe decir porque nadie se lo ha explicado. En matemáticas hacen muchos dibujos de funciones, pero nadie les dice que esa función corresponde, yo qué sé, a la natalidad de los estorninos en Sudáfrica. ¡Cualquier tontería es válida! Representan funciones logarítmicas y nadie les dice que tienen que ver con los terremotos. O que la economía son mucho más que gráficas, que esas gráficas representan realidades que les van a afectar en la vida real.
–¿Quién tiene la culpa de que se estimule tan poco la curiosidad de los alumnos?
–De los profes, no. Un maestro no puede hablar uno por uno con todos sus alumnos porque son treinta (o más) en clase. Y tiene, además, que seguir un programa curricular que la Administración le obliga a cumplir. Los profesores de segundo de bachiller, aunque les gustaría ser más cariñosos, tienen que dar caña a sus alumnos, a muerte, para que en selectividad saquen la mejor nota posible; no tienen en definitiva la misma libertad que tengo yo, como outsider, para picar su curiosidad. La misma libertad que yo tengo cuando subo a mi buhardilla para grabar un vídeo y contarles cómo se resuelve un problema con ejemplos friquis o para perder el tiempo en contarles quién era [Michael] Faraday [un científico británico que estudió el electromagnetismo en el siglo XIX] debería tenerla un docente de instituto. Saliéndonos de las mates, creo que la educación debería apostar más por enseñar a los alumnos a ser personas. No les enseñamos a trabajar en equipo ni a hablar en público ni a respetar el turno de palabra o a quien defiende ideas diferentes a las nuestras. Es una lástima porque todo eso les prepararía para el día de mañana.
–Las ciencias, además, no están aislada como saber; se relacionan desde sus inicios con el arte, la filosofía y muchos otros saberes humanísticos, pero es que la historia contemporánea no se puede entender sin los avances tecnológicos que se producen cada día.
–Nos empeñamos en que las asignaturas sean botes estancos y matemáticas, arte y arquitectura tienen mucho que ver, por ejemplo. La música o la poesía son matemáticas puras. La historia ha influido enormemente en la economía y al revés. Todo, absolutamente todo, está relacionado. Estos chavales tienen que ver que la ciencia, si ya lo hace actualmente, va a dominar el mundo dentro de veinte años. Los chavales flipan con Amazon pero pocos saben que esa multinacional puede ofrecerles tantos productos y enviárselos a sus casas porque tienen los almacenes robotizados más grandes del mundo. Evidentemente, la tecnologización va a eliminar muchos puestos de trabajo, pero también va a crear otros. Muchas oportunidades laborales van a pasar por la tecnología. Cuanto antes lo entiendan los jóvenes de hoy, mucho mejor. Por eso es una lástima que abandonen las matemáticas tan pronto o piensen que no sirven para nada cuando están en casi todas las carreras. ¡Hasta en Psicología hay matemáticas!
–Cuando los tienes cara a cara en tus clases de repaso, ¿reconoces el momento en el que acabas de captar su curiosidad y puedes ponerte a escribir equis e íes griegas en la pizarra sin que se distraigan?
–Siempre les cuento algo muy bestia para que se desempanen y dejen de pensar en sus cosas. Cuando les cuentas algo friqui son todo oídos. Y ya les puedes hablar de resolver una función.
–¿Por qué decidiste participar en el Global Teacher Prize?
–Fue casualidad. Me llegó un mail de la fundación que organiza el certamen diciéndome que me habían nominado anónimamente dos alumnos. No sé quiénes son, así que si me leen, gracias. Me explicaban en aquel mail que el premio consistía en un millón de dólares para destinar a un proyecto personal. Como llevaba mucho tiempo buscando financiación para que mi academia y Unicoos crezcan y poder contratar a profes de más asignaturas, pensé que por intentarlo no perdía nada. Rellené el formulario y dejé la mitad de las preguntas en blanco porque, como dices tú, soy un outsider, y en la última respuesta recuerdo que puse lo que venía contando en todas las multinacionales que me habían abierto la puerta: “Si ayudo gratis desde una buhardilla sin ningún apoyo público ni privado a millones de alumnos en el mundo, imaginaos lo que podría hacer si tuviera un millón de dólares”. No sé si fue porque les moló o porque fui disruptivo o diferente, pero lo cierto es que me llamaron a los dos meses diciéndome que estaba entre los cincuenta candidatos al premio. Y, luego, entre los diez finalistas. Eso sí fue una locura. Soy el primer sorprendido porque no me considero ni siquiera el mejor profe de mi barrio. Solo soy un tío que tiene una academia y graba vídeos porque le apasiona hacerlo. Algunos son mejores y otros son peores. Pero estos premios funcionan así y les gustó mi perfil. A Unicoos le vino muy bien esa promoción. Darse a conocer es bueno para intentar conseguir recursos.
–Gervasio Sánchez, que ha cubierto guerras y posguerras con su cámara de fotos a lo ancho y largo del mundo, dice que no hace falta irse a Camboya o Nicaragua para encontrar historias alucinantes. Basta con bajar a la calle en la que vives y ponerte a indagar. Aunque hayas estado nominado junto a un profesor filipino que construyó un puente para que sus alumnos pudieran llegar a la escuela o una maestra canadiense que consigue que chicos que viven en comunidades del Ártico súper aisladas vean la educación como una alternativa a la depresión y el alcoholismo, la tuya también es una buena historia para contar.
–¡Sí! Mi equipo (porque hace tiempo que no puedo hablar en singular) y yo ayudamos a millones de alumnos en todo el mundo. Y gratis. Es cierto, pero también digo que hay cientos de miles de profes anónimos que son buenísimos aunque nunca optarán a ningún premio. Su defecto, bendito defecto, es que lo hacen bien. Motivan a sus alumnos y les enseñan muchas cosas, pero no hay nada detrás de esas historias que las convierta en algo más cinematográfico, naif, YouTube o aventurero. Hay héroes en muchas aulas que nunca serán nominados.
–Aunque cada año haya profesores españoles nominados al Global Teacher Prize, la educación de nuestro país no acabará de salir nunca de esa marisma en la que parece estar metida si no hay una inversión fuerte y continuada en el tiempo.
–Te pongo un ejemplo que tiene mucho que ver con la preocupación que tienen algunos políticos hacia la educación. De los diez finalistas al Global Teacher Prize, nueve fueron o con el presidente del gobierno o el ministro o con ambos. La ganadora acudió a la gala con el primer ministro de Canadá [Justin Trudeau]. Yo fui el único al que no le acompañó nadie.
–¿Nadie se ha puesto en contacto contigo desde el Ministerio de Educación?
–Después de los premios, sí. Ese ejemplo que te he puesto es ilustrativo porque podrías obtener casos similares en muchos ámbitos educativos diferentes. Aunque en España muchos se llenen la boca hablando de educación, nadie se ha puesto realmente las pilas para juntar a todas las partes implicadas para consensuar un modelo que funcione y se adapte a los tiempos. Todavía no se ha escuchado a los profes, los padres y los alumnos. La educación se ha convertido en una lucha entre partidos políticos. No es un problema sino la única manera para que un país evolucione y prospere. Si no, nos vamos a convertir en un país de servicios. Ya vamos camino de ello. No tiene sentido que ocurra eso, como tampoco lo tiene que nuestros mejores estudiantes terminen trabajando en el extranjero después de haberse formado aquí. Les estamos regalando, totalmente gratis, mentes súper cualificadas a países como Alemania o Estados Unidos porque en España no se invierte ni en start ups, empresas tecnológicas o investigación. Hay que hacerlo ya.
–Las generaciones jóvenes necesitan estímulos para interesarse por el conocimiento, te he escuchado decir. Y, también, que les cuesta entender que para convertir sus proyectos en realidades hace falta esforzarse mucho.
–Lo del esfuerzo es culpa de los padres. Yo tengo una hija de dieciséis años y lo sé bien. Les hacemos creer que todo es fácil en la vida y en cuanto tienen un problema estamos ahí para solucionárselo y decirles que no se preocupen. Les protegemos excesivamente.
–Ante el fracaso.
–Correcto. Y no hay nada más bonito en la vida que fracasar. La única manera de que aprendas algo en la vida es que fracases, solamente se puede mejorar si intentas muchas cosas que no te salgan bien. Esforzarse es vital y deberíamos enseñárselo a nuestros hijos. Ya.
–La gratuidad de la mayor parte de la información que se publica y divulga en internet hace que sea difícil mantener un proyecto como Unicoos.
–Aunque tengamos mucha difusión es difícil crecer. Evidentemente, hemos tenido que empezar a cobrar por varias cosas y tenemos una sección premium en la web para poder pagar a los dos ingenieros y los cinco profesores que forman parte de Unicoos. Gracias a los beneficios de la web hemos podido pagar una aplicación que se puede descargar gratuitamente. Estamos muy acostumbrados a lo gratis porque no hay que pagar por usar Facebook o WhatsApp, o por leer gran parte de la prensa. Pero no son servicios tan gratuitos como parece; hay un interés oculto detrás. En nuestro caso, el interés de que los contenidos de Unicoos sean mayoritariamente gratis es que el proyecto siga creciendo. Yo no vivo de ello, tengo otros cuatro trabajos más. Todos los miembros del equipo hemos trabajado gratis durante años. Como nos gusta tanto, nuestro trabajo es un hobby a la vez.
–Al que te dedicarías en cuerpo y alma si algún día te tocara la lotería o alguien te prestara ese millón de dólares.
–Tengo un amigo muy emprendedor que dice siempre que hay que pensar en qué harías con tu empresa si tuvieras todo el dinero del mundo para invertir. En Unicoos tenemos la suerte que hacemos lo mismo que haríamos si tuviéramos mucha pasta. Ojalá la tengamos algún día, pero de momento la idea sigue creciendo. Ahora se ha unido un profe de dibujo técnico que sube unos vídeos alucinantes.
–¿Qué te enseña viajar para dar conferencias como la que has ofrecido en Ibiza?
–A mí me encanta compartir tiempo con los profesores para saber qué les pasa en su día a día, los problemas a los que se enfrentan, lo duro que es ser profesor de bachiller. Si, encima, puedo venir a centros, como Sa Real, donde enseñan robótica y programación, es más interesante aún. Hay que potenciar ese tipo de saberes en los institutos.
–Me imagino que la relación entre un profesor de repaso privado y un profesor de enseñanza pública puede ser turbulenta.
–Tengo alumnos que me dicen que les explico mejor las matemáticas que su profesor del instituto y le contesto que a mí me prestan más atención o, si me ha visto en vídeo, que puede parar la explicación cuando quiera y volver a escuchar alguna frase que no haya comprendido bien. La relación de un profesor de repaso con un profesor de instituto puede ser turbulenta, pero yo siempre digo que estoy para sumar, no para sustituir a nadie. Mi único objetivo es hacer que mis alumnos sean los mejores posible. Tengo algún hater que otro que me ha llegado a decir que soy el primer interesado en que crezca el fracaso escolar porque más alumnos tendré en mi academia y más reproducciones sumaran mis vídeos. ¡Pues no! Me encantaría que no existiera el fracaso escolar y, si no tuviera alumnos, me prepararía una oposición y me haría profesor. De momento, creo que estoy cubriendo un hueco que hace falta llenar. Estoy contento.
–¿Tener una hija de dieciséis años y estar en contacto continuamente con adolescentes es como llevar insertado un kit de actualización?
–[Ríe] A mí me encanta saber qué series ven o qué hacen en Instagram. ¿Ah, que ahora estáis subiendo stories que a las veinticuatro horas desaparecen? Siempre saco cosas friquis de lo que me cuentan para poderlo explicar después en mis vídeos. Soy tres mil millones de veces mejor profesor gracias a todos los comentarios que leo de mis chavales en YouTube o a las dudas que me presentan en las clases presenciales. Me corrigen mucho. Esta generación que está ahora en la adolescencia es súper creativa. Tienen un nivel de exigencia brutal porque todo lo que reciben es de una calidad excepcional. Yo me conformaba con Superman, la primera película, que si la ves ahora es lo más malo del mundo mundial comparado con cualquier videojuego que tenga detrás millones de presupuesto y cuatro años de trabajo. Cuesta más dinero rodar un capítulo de una serie que las tres películas de Star Wars que a mí me flipaban de pequeño. El asunto es que los jóvenes sepan discriminar y no se pasen el día viendo vídeos de gatitos.
–La inmensidad de internet puede abrumar. Vivimos más años, pero los días duran lo mismo que siglos atrás.
–A mí me alucina que la gran mayoría de los jóvenes, teniendo a su alcance toda la música y el cine que se ha hecho en el último siglo, solamente escuchen reguetón o vean Fast and Furious. Tenemos que enseñarles que hay otras cosas que merecen la pena. El cine y la música deberían enseñarse en los institutos. Es necesario actualizarse. Hay chavales de dieciséis años que no han escuchado nunca a los Beatles o que no saben quiénes son Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o Clint Eastwood. Cuanta más información tienes más difícil es encontrar algo que merezca la pena porque nos quedamos con lo masivo.