@Ben Clark / Queridos estudiantes, hoy es el día del libro, pero no os voy a hablar sobre libros. Los libros han quedado atrás (o casi), porque vuestro curso casi ha terminado, de manera más o menos fulminante, y muchos os habéis encontrado con una carencia notable: os ha faltado un discurso de graduación. Bueno, vale, ninguno de vosotros ha reclamado ni reclamará un discurso de graduación, y menos un discurso de graduación escrito por un poeta para el día del libro, que es en abril, pero creedme: queréis un discurso de graduación, unas palabras de alguien que no es vuestro profe –ni profe de nadie– y que os profesa un inmenso amor. ¡¿Amor?! Diréis. ¡Pues empezamos bien! Sí, amor, y encima amor del bueno. La situación es grave, vosotros estáis a punto de dar un gran paso en vuestra vida y hoy es, precisamente, el día del libro y que me aspen si no vais a escuchar un discurso de graduación y uno estupendo, además. Vamos a ello.
La situación es grave, vosotros estáis a punto de dar un gran paso en vuestra vida y hoy es, precisamente, el día del libro y que me aspen si no vais a escuchar un discurso de graduación y uno estupendo, además. Vamos a ello.
No estáis en vuestro centro, no estáis con vuestras compañeras y compañeros, no estáis reunidos en el salón de actos ni en el patio ni en la pista deportiva. Estáis en vuestra casa, posiblemente en vuestro cuarto, leyendo esto o, mucho más probablemente, escuchando cómo la profesora de lengua os lee esto mientras pensáis qué rollo, o la palabra equivalente a rollo que se utilice ahora. Y eso es una pena, amiga, amigo, porque tú no te merecías esto, nadie se merecía esto, claro, pero tú menos que nadie, porque todos tus átomos están programados para ser futuro, acción, cambio, ensayo y error, no quietud. Esto te ha pillado en el esprint final, en la última recta, con los ojos ya puestos en la meta. ¿Y qué ha pasado? Pues que el mundo se fue al traste, eso es lo que ha pasado. ¿Todo el mundo? No, no todo el mundo, y eso es, quizá, lo que he venido a contarte hoy.
Un poeta mil veces mejor que yo llamado Jaime Gil de Biedma escribió un poema muy famoso que empieza con unos versos igualmente famosos: “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”.
Un poeta mil veces mejor que yo llamado Jaime Gil de Biedma escribió un poema muy famoso que empieza con unos versos igualmente famosos: “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”. A ti te ha tocado comprenderlo ahora, lo cual es una pena. Es una pena porque uno se pasa la vida haciendo estupideces, pero sólo las estupideces de la primera juventud son simpáticas. A tu edad es muy importante no pensar que la vida va en serio. Es importante pensar que la vida está hecha para ti (porque es, además, verdad) y es importante pensar que los carcamales que escriben discursos de graduación no tienen ni puñetera idea (o como se diga eso ahora). Pero la vida se ha detenido, las noticias hablan de muertos y de crisis, puede que alguien en tu familia haya perdido el trabajo, puede que hayas perdido a una persona muy querida y claro que la vida va en serio, y no sólo eso, la realidad es que la vida tiene muy mala leche.
Llevo el tiempo que me separa de vosotros dedicado a la poesía, a pensar la poesía, a leer poesía y, a veces, a escribir poesía. No he comprendido casi nada, pero algo he sacado en claro: que la lectura de poemas nos permite conocer la historia. Nos permite conocer la historia, pero de una forma muy singular, porque la poesía no nos permite conocer qué ocurrió, ni nos dice cuándo ocurrió, ni siquiera nos revela cómo ocurrió, la poesía nos transmite qué sentía la gente cuando aquello ocurrió.
Los poemas que contienen los libros de poesía son, en realidad, la historia del corazón humano, la memoria de las pasiones, de los miedos, de las tristezas y de las alegrías de generaciones y generaciones de jóvenes que, como tú, vinieron a llevarse la vida por delante.
Los poemas que contienen los libros de poesía son, en realidad, la historia del corazón humano, la memoria de las pasiones, de los miedos, de las tristezas y de las alegrías de generaciones y generaciones de jóvenes que, como tú, vinieron a llevarse la vida por delante. ¿Lo consiguieron? Algunos sí, muchos no, pero eso no es lo importante. Lo importante de esto que te cuento es que no estás solo, que nunca has estado solo pero ahora, ahora que no ves a tus amigos, que no sabes qué ocurrirá con las notas, con la EBAU, con el mundo en general, ahora es cuando pueden acompañarte todos los jóvenes que registraron su propia incertidumbre sobre un trozo de papel. Algunos de ellos están vivos hoy, otros murieron hace varios siglos.
¿Es mejor el mundo leyendo un libro de poemas? Creo que no, pero uno se siente menos solo y, si algo he aprendido, es que la soledad es la verdadera pandemia que azota la sociedad occidental. Ya ves, tanta chapa para decirte que te leas un libro, a ser posible un libro de poemas. Pero no, quería decir más que eso, quería decirte que todo va a salir bien, no con un cartel lleno de florecitas ni con un hashtag, sino con estas palabras sencillas y con la misma sencilla honestidad: todo va a salir bien porque es imposible que salga de otro modo.
Recuerda: fuiste programado para ser feliz, para vivir la alegría. Tienes toda la vida por delante, sí, pero lo importante no es eso, lo importante es que tienes delante el ahora, este día, el sol de abril y la promesa de un tiempo lleno de oportunidades. Aprovéchalas, por favor, haz amigos, prueba cosas nuevas, haz también alguna estupidez, por lo que más quieras, y lee un poco de poesía, muy de vez en cuando, si alguna vez te equivocas y piensas que estás solo.