@C. V. / Sant Antoni, y más concretamente el West End, están en el centro de todas las críticas. Desde el Reino Unido se denuncia con dureza la facilidad con las que los turistas británicos tienen acceso a las drogas y al alcohol, mientras que, vecinos y turistas de la zona, también se lamentan por una problema que cada vez va a peor.
En la prensa británica, especialmente los tabloides sensacionalistas, se han cebado con la Isla sobre todo después de saltar a la luz pública el caso de la irlandesa Michaella Connolly y la escocesa Melissa Reid, que vinieron a Sant Antoni a hacer la temporada y que han acabado en una cárcel de Perú acusadas de tráficos de drogas. Sólo hay que echar un vistazo a uno de los titulares de Daily Mail: «De Ibiza a Perú: cómo las bandas convierten jóvenes inocentes en mulas de la droga».
«Hay un montón de tonterías en los medios. Les encanta coger un caso extremo y sacarlo de contexto, tratando de sugerir que es un patrón general. Están tratando de sugerir que grupos de delincuentes se abalanzan sobre vulnerables turistas ingleses en Ibiza y eso no es así en absoluto. Lo que demuestra este caso es que la fiesta se les ha ido de las manos y que, para financiarse los gatos, muchos se dedicadon a traficar con drogas», afirma en la revista Spin Daniel Briggs, profesor lector de Criminología y Justicia Criminal en la Universidad de East London y que los lectores de Noudiari recordarán por ser el autor del libro Deviance and Risk on Holiday, que es el primer libro etnográfico que se ha realizado tomando como sujetos a los turistas británicos en Ibiza.
Demasiada permisividad
Para Briggs, el verdadero problema es que en Ibiza se juntan las ganas de desmadrarse fuera de su país de unos y la permisividad de otros. «La policía y la justicia no tienen mano dura con los traficantes de drogas. Sí, todos los años se hace propaganda de detenciones a gran escala de camellos, pero realmente no se hace lo suficiente para paliar el problema de las drogas. Hace poco, por ejemplo, un juez dejó en libertad a un joven británico que había sido detenido con 80 pastillas, porque dijo que era para uso personal. Hablamos de ochenta pastillas», asegura.
Briggs también considera que en la zona apenas hay presencia policial. «El West End, en términos de vigilancia, tiene muy poca concentración policial. No hay casi presencia real. Otro problema es que es la policía local se debe encargar de esa zona, pero no tiene la jurisdicción para hacer frente a las complejidades del tráfico de drogas, la prostitución y el crimen organizado que proliferan en la localidad», señala en la revista inglesa.
Para el académico inglés, el alcohol y las drogas son intrínsecas a la experiencia ibicenca de los británicos. «Tienen relaciones sexuales con prostitutas, orinan y defecan en las calles o desde los balcones, saltan desde ellos, se pelean constantemente y, sobre todo, consumen drogas de forma extrema. Una vez pasé un día con cuatro chicos y, en menos de 24 horas, bebieron 15 pintas de cerveza, luego se pasaron a la cocaína, a continuación, se llevaron tres éxtasis durante la noche, y luego ketamina y más bebidas alcohólicas», comenta.
Pero ese consumo desmedido, y que este verano ya se ha cobrado varias víctimas por mezclar varios tipos de drogas, está incluido, en su opinión, «en la oferta de Ibiza». «Este tipo de conductas extremas forma parte de la economía de la isla, y sin ese tipo de gastos, los beneficios se reducirían. Ibiza no sobreviviría. Sería ir a la quiebra. Los clubes y discotecas necesitan gente que acuda allí y que gasten dinero de cualquier manera. No tengo la menor duda de que todo tipo de tráfico de drogas se llevan a cabo en esas discotecas, aunque algunas digan ser exclusivas «, añade.