@LauraFArambarri Hubo un tiempo, allá por el Cretácico superior, en el que los seres humanos ligábamos fuera de Internet. Antes del scroll y del match, lo habitual era que un chico se acercase a ti en un bar, en una discoteca o en el chamizo de la fiesta del pueblo y te dijese algo. Podía ser algo agradable como: Hola, ¿te puedo invitar a algo?, o también algo menos agradable como: Eh maja, estás pa’echar.
Ligar, lo que se dice ligar, no he ligado mucho en mi vida. No soy una persona receptiva al ligue. Cuando se me ha acercado algún desconocido en un pub le he mirado con la expresión que uno se imagina que tendría Bernarda Alba en una discoteca. Las pocas veces que le he dado carrete a un chaval, en lugar de entablar una conversación un poco sexy, le he hecho una entrevista. Deformación profesional, le dicen.
Recuerdo una noche en la que intenté ligar por iniciativa propia. Fue en una discoteca de Madrid. Eran carnavales y el chico iba disfrazado de Caballero del Zodíaco. Saqué la grabadora –súper normal llevar una grabadora en el bolso en una discoteca– y le hice una entrevista. Borracha, de madrugada en Madrid, le hice una entrevista. No le hice ojitos ni le invité a un cubata. No. Le hice una entrevista como si yo fuera periodista –que lo soy— y como si él fuera un caballero del zodíaco, que no lo era.
Pero hay gente más rara que yo: Ahora paso a relatar el intento de ligue más raro que he vivido en mi vida.
Viaje de estudios de fin de carrera. Estambul. Mis amigas y yo íbamos al mismo pub todas las noches, repitiendo ese rito tan común de los turistas españoles que es buscar un bar de referencia al que ir todos los días. Es como encontrar nuestro Cheers particular. Aunque no todos sepan tu nombre, tú sí que te sabes el camino de vuelta al hotel aunque lo hagas doblada como una alcayata.
Una de esas noches se acercó a mí un turco guapísimo. Qué lástima, pensé. Porque por entonces yo tenía novio y estaba convencida de que eso era motivo suficiente para no dar bola a nadie. El chico y yo hablamos en inglés, cuando todo el inglés que yo sabía era el de las canciones de Madonna. Así que él me decía cosas que entendía a medias y yo le respondía que tenía novio: I’m in love, sorry, like a virgin touched for the very first time.
El giro del guion dio una vuelta de campana, que ríete tú de un culebrón venezolano
En fin, que allí estaba yo, la Juana de Arco del amor fiel y él, insistiendo. En un momento dado me dijo eso eso tan manido de vamos a un sitio más tranquilo para hablar. Y yo, que debo tener algo sin diagnosticar que hace que entienda las frases en su aspecto literal, le dice que claro, que al menos así le entendería un poco mejor.
Me llevó a un reservado del pub y entonces fue cuando el giro del guion dio una vuelta de campana, que ríete tú de un culebrón venezolano: sacó una ecografía de la cartera.
Son las dos de la madrugada y estoy en Estambul mirando una ecografía en la que se ve un feto, sí, borroso, como en todas las ecografías y yo no entiendo muy bien qué está sucediendo.
Por desgracia, lo de que mi inglés era un desastre es completamente cierto, así que no entendí nada de lo que me dijo. ¿Iba a ser padre? ¿Su novia había abortado? El pobre hombre, resignado por la imposibilidad de comunicación como Amy Adams en The arrival, guardó la ecografía de nuevo en su cartera, cogió un posavasos, escribió su nombre y su teléfono junto a un please call me [¡eso sí que lo entendí!] y garabateó algo más, que siempre pensé que era la estrofa de una canción.
No ha sido hasta hoy, 22 años después de entonces, cuando me he encontrado el posavasos en una caja de recuerdos del Cretácico superior, he googleado y traducido esas palabras y me ha salido un resultado:
«Todo es lo mismo/
el tiempo pasa/
un día llegas/
Algún día morirás/
alguien murió/
hace mucho tiempo.»
Son unos versos de Cesare Pavese.
Así que hoy pienso en ti Erdem —se llamaba Erdem— y en tu vida en Turquía, tal vez con un hijo de 22 años y un libro de Cesare Pavese en la mesilla. O tal vez, Erdem, te paseas por los bares de Estambul con una ecografía ajada, que sacas de la cartera para enternecer a turistas incautas. Probablemente uses Tinder.