@LauraFArambarri / Conduzco desde Sant Rafael a Buscastell. Canto a pleno pulmón Freed from desire, como boomer de manual que soy, pero al rato me sorprendo a mí misma, que no soy especialmente rural, apagando la radio, arrebolada con el verde brillante que regalan los campos en este mes de febrero.
Ibiza está de un verde subido, gracias al tratamiento de hidratación y limpieza de las lluvias de enero y de la borrasca Gloria.
Cuando el silencio es mayúsculo no solo se escucha sino que se contempla. Así que contemplo el silencio de Ibiza en febrero y pienso, con ese rastro de saudade gallega que nunca me deja ser feliz del todo: Ay, que nunca llegue la temporada alta.
Ibiza tiene dos estaciones: la estación con máscara y la estación sin máscara y a mí nunca me han gustado especialmente los carnavales.
Ibiza tiene dos estaciones: la estación con máscara y la estación sin máscara y a mí nunca me han gustado especialmente los carnavales.
La Ibiza sin máscara ha recibido este mes dos excelentes noticias: La primera es que cada vez está más cerca el fin de las vallas publicitarias ilegales, que se cuentan por cientos en un territorio minúsculo.
Las principales discotecas han anunciado que van a retirar su imagen de esta basura vertical, incluso antes de que se cierren los expedientes para su retirada por parte del Consell.
Estas vallas llevan décadas afeando el paisaje ibicenco: muchas de ellas ubicadas en terrenos rústicos y la mayoría en los márgenes de las carreteras, lo que, por poner un ejemplo, convierte la llegada a Ibiza desde el aeropuerto en un macroanuncio (105 vallas solo en esa vía).
Por si fuera poco, en mi carpeta de los horrores de la publicidad sexista hay varios ejemplos de estas instalaciones que, recordemos, están a la vista de niños y niñas los 365 días del año. La valla que he titulado: Dos chicas le chupan la cara a David Guetta, está entre mis favoritas
Casi no me puedo imaginar Ibiza sin vallas. Desgraciadamente qué pronto nos acostumbramos a lo feo.
La otra gran noticia es el freno al proyecto de construir un hotel rural, un restaurante y su correspondiente aparcamiento en Cala d’Hort, cuya contaminación lumínica iba a suponer el fin de las actividades del Observatorio Astronómico insular que está a pocos metros. Obviamente, la contaminación lumínica impediría ver las estrellas como las lágrimas del poema de Tagore pero con menos lírica.
Gloria deja un febrero glorioso, pero no puedo dejar de acordarme de la familia de Ben Garland, que todavía no ha podido recuperar el cuerpo del joven, desaparecido en Ibiza el pasado 21 de enero por un golpe de mar en Portinatx. Aunque no soy religiosa, me sumo al #prayforben de su padre, Mark Garland.