El joven violinista hispano-danés Jacobo Christensen (Valencia, 1999) ofrece este sábado su primer concierto en Ibiza, y lo hará con el pianista Carlos Apellániz en el auditorio de Can Ventosa, en Vila. Interpretarán obras de Brahms, Chausson, Ravel y Gade. Está previsto que comience a las 20.00 horas y la entrada es gratuita. Christensen lleva ya cinco cursos en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid, y por segundo año consecutivo la Fundación Pacha financia sus estudios con una beca. Sin embargo, este joven músico, que da conciertos desde los cinco años, no había ofrecido antes ninguno en la pitiusa mayor.
Ha tocado en cantidad de países (EEUU, China, Suiza, Dinamarca, Italia, Austria, etc) y a sus 23 años cuenta con varios premios. Cabe destacar que el pasado año fundó su propia orquesta, ‘Nostrum Mare Camerata’, de la que es director y violín solista. Además, en junio de 2021, en calidad de miembro del Cuarteto Albéniz, recibió por parte de la Reina Sofía la mención al cuarteto más sobresaliente en la Escuela. Con el pianista Carlos Apellániz ha grabado dos trabajos: Violín. Jacobo Christensen y De glade 20’ere.
Can Ventosa acoge este sábado su concierto. ¿Qué nos puede contar de él?
Antes de nada, destacar que, por fin, después de mucho tiempo, hemos podido organizar el concierto. Llevábamos mucho tiempo queriendo hacerlo. Yo soy estudiante de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid, que es un sitio fantástico, muy conocido y excepcional a todos los niveles. Y es gracias a la Fundación Pacha que puedo estudiar en esta escuela. Con su generosísima ayuda financian mis estudios por segundo año consecutivo y la verdad es que estoy muy contento. Ahora por fin se ha podido organizar algo en Ibiza. Estaré con el pianista Carlos Apellániz, con el que ya he tocado muchas veces. Será un concierto fantástico y también una forma de agradecer la ayuda que recibo de la Fundación Pacha. Aunque no es comparable con la beca, esta actuación es un pequeño gesto y espero que todo el mundo lo pueda disfrutar. Tal y como aparece en el programa, primero intepretaremos la Sonata número 3 de Johannes Brahms en Re menor; a continuación, Poème, de Ernest Chausson; Tzigane, de Maurice Ravel, y, por último, Tango Jalousie de Jacob Gade, que es un compositor danés y forma parte del concierto porque mi padre es danés.
¿Por qué ha escogido estos compositores y no otros?
Primero porque me siento muy identificado emocionalmente con sus obras, y también porque son representativas de lo que yo considero que a día de hoy son mis fortalezcas como violinista: son obras muy líricas, románticas, son espectaculares y efectistas. Además, creo que tengo una perspectiva sobre ellas bastante afianzada, sólida y convincente, así que presentaré las piezas antes de tocarlas, y creo que en una ocasión como esta es algo adecuado. Y es que el concierto será un abanico muy amplio de emociones entre la primera pieza y la última. Se van a tratar muchas emociones y situaciones, y describiré parte de ello, aunque sea brevemente.
Empezó a dar conciertos siendo todavía muy pequeño, pero ¿cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse a esto profesionalmente?
La verdad es que no sabría responder. En realidad yo he seguido una inercia bastante natural: empecé y continué. He vivido la música de una forma muy cercana, siempre he disfrutado mucho de ella, llevo haciéndola desde que tengo conciencia sobre mí mismo, así que tampoco he acabado dedicándome a ello de manera consciente y tras una reflexión.
En otras entrevistas ha reflexionado sobre la falta de relación entre los jóvenes y la música clásica. ¿Qué cree que puede hacerse para cambiar esto?
Se puede reflexionar mucho al respecto y no creo que haya una respuesta categórica, con una solución dogmática. Creo que lo primero que hay que hacer es dejar de entender la música clásica como un todo. Lo que podemos entender generalmente como música clásica abarca desde el Renacimiento hasta nuestros días, y en todo este tiempo, como ocurre en la historia del arte y en la historia del pensamiento, hay una cantidad de corrientes que nada tienen que ver unas con otras. Dentro de la música clásica hay música que se puede considerar más inspirada en lo folclórico y lo popular, que tiene más impacto y sirve para levantar a la audiencia de su asiento; hay otra que invita más a la reflexión y también hay música de la que hay que ser muy entendido para poder entenderla. A veces ni siquiera yo, que soy músico, puedo llegar a entenderla. Y luego también hay música clásica a la que cualquiera puede acceder y sentirla y notar cómo se le ponen los pelos de punta. Lo que quiero decir es que al final la música clásica es algo muy amplio y flexible. Lo que ocurre es que está un poco alejada del exceso (o del no exceso, según lo vea cada uno) y la exageración de estímulos que vemos a día de hoy en conciertos y espectáculos. Se puede trasladar muy bien al cine: no es lo mismo disfrutar de una obra de teatro, por muy buena que sea, que ir a ver una película de Marvel. No tiene nada que ver una cosa con la otra, son conceptos y experiencias diferentes, no hay una cosa mejor o peor que otra. De la misma manera, evidentemente no tiene nada que ver ir a un concierto de música clásica, sea el que sea el repertorio, que ir a un concierto de Rosalía, por poner un ejemplo.
Sí, en muchos casos la estética es tan importante como la música.
Sí, claro. Y cada uno puede opinar lo que quiera de ello, yo soy el primero al que le encanta ver un espectáculo, y muchas veces disfruto mucho de lo extramusical. ¿A quién no le gusta ir a un concierto y ver al artista bien vestido, que se mueva de cierta manera o que tenga una determinada estética? Eso también es atractivo, interprete el repertorio que interprete. Como al resto de personas, no me interesa solo lo meramente musical. Scorsese dijo una vez que ir a ver una película de Marvel no es como ir al cine, sino como ir a un parque temático. Y mira que yo disfruto con las películas de Marvel, pero entiendo que se quiera diferenciar entre la esencia del arte o la disciplina artística, ya sea esta el cine o la música, y todo aquello que es ornamento extra. Yo me dedico a un tipo de música que en sí misma ya lo es todo. Sí, puedo ornamentar, hablar o tener una forma más llamativa de moverme, Niccoló Paganini, por ejemplo, se movía mucho y saltaba, pero estos detalles siempre van a ser un añadido a lo musical, no van a estar nunca por encima.
Y se puede ir un día a un concierto de música clásica y al siguiente a uno de Rosalía y pasártelo muy bien en los dos casos. No es incompatible.
Totalmente. Claro que hay diferencias entre los conciertos a los que vamos y los estilos de música, pero esa diversidad es algo muy positivo. Ahora bien, no se puede pretender que se haga una especie de batiburrillo extraño, porque nunca va a funcionar. Yo, al menos, nunca lo he visto funcionar, y he participado en conciertos de todo tipo: didácticos, dirigidos a jóvenes, etc. Y por mucho que la luz sea de un color o de otro o que de repente haya algunos flashes, no va a cambiar la esencia del concierto. A los jóvenes quizás no les gusta tanto la música clásica, pero también es cierto que, en el ámbito de la música clásica, hay un sector de la música contemporánea que ni siquiera yo como músico entiendo, y eso hace que sea más difícil todavía acercar a más gente.