¿Es el enemigo?
Gila
@Ben Clark/ ¿Y si encontrar el amor consistiera en encontrar a tu enemigo perfecto? Descubrir a la persona que podría hundirte sin esfuerzo alguno, a la persona que podría romper tu voluntad y obligarte a soportar con alegría cualquier tortura, cualquier cena familiar. El amado, la amada, no como refugio sino como tierra hostil donde quien ama teme, duda, vacila y calcula sin que sirva de nada. Que el amor verdadero implique, necesariamente, tu destrucción como individuo, que el amor verdadero signifique entregar todas las contraseñas y revelar todos los puntos débiles del castillo. Con nadie dormirás más tranquilo, con nadie conversarás mejor sobre las inquietudes del futuro. Los amigos duran lo que duran los amigos, pero un enemigo es para toda la vida. Tu enemigo, si es verdadero, no te defraudará ni te abandonará por otro. Ha llegado la hora de observar a tu pareja mientras duerme, de espiarla mientras come, mientras desafina en la ducha. Ha llegado la hora de mirar a esa persona fijamente y preguntarte: ¿es realmente mi archinémesis?
Entender tu amor como tu enemigo perfecto cambiará tu forma de ver a quienes te fastidian a diario.
Pero el amor del enemigo tiene muchas otras virtudes más allá de la constancia: es un amor voluble, camaleónico y sagaz que evoluciona e investiga siempre nuevas formas de desarmarte. Debe quedar claro que el enemigo no te odia, nada más lejos, te necesita y te cultiva como quien cultiva un huerto, como quien excava un pozo en la tierra. El enemigo está en casa, sí, pero mejor así que vivir esperando como un loco su llegada. Uno debe cuidar a su enemigo, proteger sus intereses e intentar estar a la altura de las circunstancias. Y si no es enemigo del todo mejor dejarlo correr, nada peor que un enemigo de poca monta, nada más triste que un adversario sin reprís.
Entender tu amor como tu enemigo perfecto cambiará tu forma de ver a quienes te fastidian a diario. Llegaste a llamarlos tus enemigos, llegaste a murmurar su nombre con rabia emulando a tus héroes infantiles. Pero sólo son gente que te fastidia, gente que no podría masticarte y escupirte como podría la persona que besas justo antes de dormir. Quien tiene un enemigo tiene un tesoro. Pero no abundan, los enemigos, ya que requieren ciertos dones como la empatía, el cariño y la paciencia. Un buen enemigo es, ante todo, una buena persona, y es importante recordarlo.
Despiértate con tu enemigo y dale los buenos días, cuéntale tus sueños y prepárale un desayuno con zumo y tostadas. Verás qué alegría, qué paz, saber que el enemigo no está a las puertas sino aquí, en tus narices, en la sala/campo de batalla de estar. Aunque es importante no bajar nunca la guardia –se trata del enemigo– y es imprescindible evitar a toda costa que el enemigo se convierta en tu contrario. Si esto sucediera no habría remedio posible y tendrías, amigo, un verdadero problema. Un enemigo que se convierte en contrario es una cosa muy seria y nada bueno puede salir de esa metamorfosis. Llegarán entonces los días de soledad y los mensajes hirientes, llegarán entonces los crímenes de guerra y las puñaladas viles. Llegará, por primera vez, el dolor, justo antes de la implacable derrota del olvido.