@Ben Clark/ La semana pasada hablábamos del amor constante más allá de la muerte. Hoy me gustaría ser algo más positivo (otro día tendremos que hablar de lo negativo que resulta este nuevo afán por ser positivos) así que, en vez de hablar de la muerte, vamos a hablar de los momentos inmediatamente anteriores a la muerte. No dirán que no cambia la cosa.
Los adolescentes habitan la paradoja de ser eternamente incomprendidos cuando son, según creo, siempre iguales. Así que me jugaría el bocata de choped a que hoy, con todo, la muchachada sigue planteando, de una manera u otra, aquello de «¿Tú qué harías si el mundo se acabara en una hora?». Desde luego no hablo por toda mi generación y tampoco querría comprometer a los ex alumnos del colegió público de Santa Gertrudis pero, según recuerdo, la mayoría de mis amigos (varones) de entonces contestaron sin dudarlo: «Me haría una paja». Si le quitamos todas las hormonas masculinas de supersalidos vírgenes a la respuesta, nos queda la idea de aprovechar nuestros últimos instantes en la Tierra para sentir placer, para hacer el amor. Básicamente la misma idea pero bastante más confesable, sobre todo cuando uno tiene más de trece años. Esta feliz evolución (de la paja a la cópula) introduce a otro ser humano en la ecuación. Y así, nel mezzo del cammin de nuestro artículo de hoy, podemos empezar a hablar, ya, del amor.
Me jugaría el bocata de choped a que hoy, con todo, la muchachada sigue planteando, de una manera u otra, aquello de «¿Tú qué harías si el mundo se acabara en una hora?»
El asunto es hacerse la misma pregunta, ahora que los años han derrotado nuestras expectativas adolescentes, ahora que leemos artículos online sobre el amor en vez de estar por allí persiguiendo el amor (consuélense, podría ser peor, podrían estar escribiendo el artículo en cuestión), tenemos que hacer un esfuerzo y recuperar esa maravillosa tendencia catastrofista de entonces para decir: ¿qué haría yo si el mundo fuera a terminar mañana? Si han tenido que pensar un rato la respuesta, esa no era la respuesta. Ya. El mundo se acaba. Ciao bambino. Good bye butterfly. Hasta la vista, baby. ¿Y tú con quién lo vas a pasar? No es Nochevieja. Es LA Nochevieja, el maldito baile de final del curso del Tiempo y tienes que decidir. Hay varias películas y series (casi siempre con un tono muy cómico) que lo han planteado ya: se anuncia el fin del mundo y varias personas de la oficina, que hasta entonces casi ni se hablaban, se enrollan con urgencia y, por qué no destacarlo, felicidad. El alivio del fin del mundo, el fin de todos nuestros miedos. (Les recomiendo la película colectiva española de 2013 ‘Al final todos mueren’.) Por lo tanto, ¿con quién querrían estar? ¿qué querrían hacer? ¿Le confesarías tu amor/deseo a ese subalterno del banco ese que te fríe a comisiones? ¿Aprovecharías para recriminarle que hagan eso? ¿Prepararías una selección de lo que mi amiga Olalla llamaba ‘dusty music’ (música polvera) en Spotify para que tu pareja y tú disfrutarais una vez más, la última, de lo que siempre habéis disfrutado? Esto se acaba, amigos. Es ahora o nunca. Y encima es lunes. Así que preguntáoslo, en silencio y con sinceridad. Pero recordad, si tardáis un rato en encontrar la respuesta, esa no era la respuesta. Si el mundo no se termina nos vemos la semana que viene, hasta entonces, cuidad del amor.