@D.V: Escuchar a Guillermo López García es indispensable para mantenerse cuerdo. En un país que desayuna con los sobres, cuentas de Bárcenas, espionaje a gran escala, y con un panorama de seis millones de parados, recesión y una sociedad al borde de la quiebra social, la sensación que cunde entre la ciudadanía es que la clase política española no da la talla. Sin embargo, muchas voces del ámbito académico, universitario y de los medios de comunicación intentan diseccionar el problema español y establecer un diagnóstico.
Internet se ha convertido en el foro perfecto donde debatir y exponer sus reflexiones y, entre el magma de blogs y webs, una de las que realiza aportaciones más interesantes -a nuestro juicio- es La Página Definitiva: aquí podemos encontrar algunos de los más brillantes análisis que se han escrito sobre la crisis política española, unos textos que no están reñidos con el sentido del humor y un tono coloquial y cercano.
Una de las almas de este proyecto es Guillermo López García, profesor de Periodismo Digital en la Universidad de Valencia, especializado en comunicación electoral y formación de la opinión pública. López García se convertirá en nuestro filósofo de guardia de hoy, con el que intentaremos arrojar algo de luz al callejón sin salida en el que parece metido este país.
-¿Comparte este análisis de que la clase política española no da la talla?
-Sí. Es difícil no estar de acuerdo con eso. Los ciudadanos, o una parte sustancial de los ciudadanos, piensan no sólo que la clase política no da la talla, sino que es uno de los principales factores que explican la situación en la que nos encontramos.
-¿Por qué la clase política española ha sido incapaz de ofrecer una respuesta coherente a la crisis?
–Hay muchos motivos. Uno de ellos es que sólo contemplan horizontes cortoplacistas. Su preocupación primordial es gobernar, y para gobernar creen que hay que regalar el oído de la ciudadanía. Ocultarles los sacrificios y los problemas, echándole la culpa a los otros y presentándose ellos como la salvación. Cuando luego las cosas no son tan sencillas ni fáciles, llega la desilusión.
Esto es lo que ha pasado con el PP y lo que pasó con el PSOE. Si Zapatero en 2008, o Rajoy en la campaña electoral de 2011, hubieran hablado claro desde un principio, la ciudadanía no se sentiría engañada. La gente ya es mayorcita como para andarles con eufemismos y crecepelos mágicos.
Pero este es sólo uno de los motivos. Como decía, hay muchos más. En su momento, los políticos no fueron valientes para adoptar medidas que desinflasen la burbuja inmobiliaria. No contuvieron el gasto público; que no hay que reducirlo en sanidad y educación, sino en proyectos faraónicos desorbitados como el AVE. Y, por supuesto, no hicieron el más mínimo ademán por controlar a los bancos. Todos los problemas se solucionaban endeudándose más.
-Si fuera un científico y observara a los políticos españoles por un microscopio, me preguntaría: ¿por qué se comportan como se comportan? ¿Tiene alguna respuesta?
-La clase política española, el sistema de partidos, está configurado por profesionales de la política, individuos que viven de un puesto de trabajo que le es proporcionado por el partido: bien sea porque son elegidos bajo sus siglas, bien sea porque trabajan para el partido -que a su vez se financia con dinero público-, o bien porque el partido, indirectamente, les consigue un trabajo en alguna empresa -pública o privada- o en la administración pública.
Para este tipo de gente, que sólo conoce el trabajo ligado con la política profesional, salir de la política es algo inviable y que les produce auténtico pavor. En la política profesional, aunque no se gane mucho dinero, el nivel de exigencia suele ser muy bajo. Por eso es lógico que defiendan su espacio en el ecosistema contra viento y marea.
-¿Será la clase política capaz de regenerarse?
-Desde dentro de los partidos actualmente mayoritarios, lo veo difícil. Ahora las críticas se están centrando en el PP, en su incapacidad para rectificar, en el problemón que tienen con Bárcenas… Pero, para mí es aún más llamativo lo que sucede con el PSOE, que se hunde más y más y, a pesar de ello, es incapaz de ilusionar a los votantes perdidos. Ni un nuevo liderazgo, ni unas primarias abiertas, mucho menos una refundación… Nada.
Por tanto, la regeneración, que espero y deseo que se produzca, muy probablemente será exógena, a través de nuevos partidos políticos y movimientos ciudadanos. Ya tenemos algunos ejemplos muy interesantes, aunque la mayoría son de ámbito local o regional: Anova en Galicia, las CUP en Catalunya, Compromís en la Comunidad Valenciana…
-¿Contempla un panorama como el de Grecia, con un PASOK desbordado por Syriza?
-Es más difícil que esto ocurra en España, porque la situación social y económica no se ha deteriorado tanto como en Grecia. También es verdad que, si miramos en el retrovisor, y a tenor de las encuestas, el PSOE ya ha perdido 20 puntos de intención de voto desde 2008. Es decir, casi el 50% de los votos en cinco años.
En muchas partes de España el votante sólo puede “agarrarse” a IU como alternativa. Y, desde mi punto de vista, IU está desaprovechando la oportunidad de modernizarse y abrirse a capas sociales más amplias. Desde luego, el espacio político para un proyecto así, a pesar de las trabas que pone el sistema electoral, es evidente.
-Entre los analistas políticos se ha popularizado el concepto “élites extractivas”. ¿Nos lo podría explicar de manera resumida?
-Es muy sencillo. Las élites españolas, políticas, económicas e incluso culturales, no sólo no ejercen adecuadamente su liderazgo, sino que lo que hacen es parasitar las riquezas del país y apropiárselas. Viven del país, de sus grandes empresas privatizadas y controladas por ellos, de la Administración Pública y de una red de contactos privilegiados que emplean para repartirse cuanto pueden. En otros países, la alta burguesía, los grandes empresarios, han tenido un papel crucial en la modernización de sus sociedades. En España, en cambio, no. Al menos, no actualmente. Aquí lo que se hace es “extraer” todo lo que se pueda del país, evadiendo impuestos en el camino. Aunque luego, por supuesto, toda esta gente es de un patriotismo vociferante.
-En la España de la República, en el que había un gran analfabetismo, el nivel intelectual de la clase política era muy alto. Hoy, con la generación de españoles mejor preparada de la historia, escuchar hablar a los políticos es deprimente. ¿Por qué se ha producido esta inversión?
-La República Española tenía un proyecto de país. Los políticos que intervenían en la República, en su inmensa mayoría, eran profesionales que querían aplicar sus conocimientos, su tiempo y su capacidad para reformar el país. Es algo que, hasta cierto punto, también puede decirse de la clase política de la Transición. En cambio, ahora, si nos fijamos en el “material” que hay en los dos grandes partidos, da la sensación de que esta gente no tiene ningún proyecto. Más bien tienen un proyecto vital para sí mismos: colocarse. Ver el tono y los objetivos de las juventudes de los partidos resulta muy desalentador.
-En estas circunstancias, ¿cual debería ser el papel del ciudadano? Ocupar plazas ya se vio que era inútil. ¿Alguna alternativa?
–No estoy de acuerdo en la premisa de la pregunta. Yo creo que ocupar plazas sí que tuvo, y tiene, un sentido. El ciudadano debe movilizarse para protestar si cree que hay motivos para hacerlo. Esa protesta no puede quedarse sólo en Internet, o en el comentario social con el entorno; para tener eficacia, debería tener repercusión en la calle. Al mismo tiempo, deberíamos recuperar -ya se está haciendo- el asociacionismo cívico al margen del sistema de partidos. Por último, los ciudadanos siempre tienen abierta la opción de implicarse políticamente. Pero, sin duda, es un proceso largo.
-¿Hay algún motivo para la esperanza? ¿Queda algo sano en el país?
-Yo creo que sí. La posición de desaliento, de “no hay nada que hacer”, es lo que más conviene a un poder que busca funcionar a espaldas de los ciudadanos, para así obrar según sus intereses particulares. A mí me parece que, como efecto positivo de la crisis, hemos visto la aparición de una sociedad civil que está movilizándose y que, desde luego, está indignada con la situación.
-Y, last but not least, ¿qué es La Página Definitiva? ¿Qué visión ofrecéis que no podamos encontrar en otras webs?
–La Página Definitiva es una web que cuenta ya con trece años de antigüedad y que fundamos entre Andrés Boix y yo con el objetivo de hablar de las cosas que nos interesaban. Por un lado, hablar de la actualidad (política, económica, deportiva); por otro, hacer críticas culturales (cine, televisión, literatura, ensayo…). Todo ello, y ese es el aspecto que, creo, nos diferencia, en tono satírico, pero sin perder por ello el rigor y la profundidad.
A lo largo de todos estos años, se ha generado una comunidad en torno a la web, hemos conocido a gente interesante, se han desarrollado debates que merecían la pena… He aprendido y disfrutado muchísimo con La Página Definitiva, y espero seguir haciéndolo por mucho tiempo.
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