La insoportable chulería del alcalde Ruiz, por Joan Miquel Perpinyà

Joan Miquel Perpinyà / El alcalde de Ibiza, Rafa Ruiz, protagoniza de tanto en cuanto algún rifirrafe que avergüenza a los vecinos de la ciudad. Debería hacerlo también a su partido, si es que el PSOE de Vila conociese el significado de la palabra vergüenza pero no es el caso. El martes Ruiz mantuvo un altercado con un vecino, Joan Tur, al que abordó en plena calle para reprocharle el atrevimiento de criticarle en las redes sociales. Así de soberbio es el secretario general del PSOE de Vila. Se vuelve a poner en evidencia y con él a todo su equipo de gobierno. Algo así solo lo hace alguien que demuestra una falta de educación notable (y eso que es docente, pero ya se sabe cómo está la docencia…), una carencia absoluta de respeto a los principios democráticos (al no aceptar la crítica de un vecino…) y sobre todo, una ausencia radical de saber estar (algo que no es nuevo porque ya lo ha hecho otras veces…). Su comportamiento es en demasiadas ocasiones plenamente inaceptable. Su chulería es insoportable.

Ruiz encarna la mediocridad más absoluta. No conozco un alcalde en Baleares de peor nivel. Dudo que los haya

Ruiz encarna la mediocridad más absoluta. No conozco un alcalde en Baleares de peor nivel. Dudo que los haya. Lamentablemente sigue el patrón de sus antecesoras en el despacho de Can Botino. El primer edil de la capital de Ibiza no mejora en nada a las alcaldesas que le precedieron y mira que sería fácil. Aún así él se considera mucho mejor que ellas y que el común de los habitantes de la ciudad que desgobierna con tanta saña. Su afiliación de conveniencia al PSOE y su inexplicable ascenso político, que demuestra que ese partido es un solar, le proporciona falsamente la pátina de político demócrata con la que él se ha elevado hasta caminar sobre las aguas, mirando al resto de la humanidad por encima del hombro. Pero es incapaz de refrenar las ganas de escupir sobre quienes no se postran ante él y le adulan. No puede evitar poner cara de asco cuando en el pleno de la corporación habla cualquier edil de la oposición.

Este soberbio tiranillo de pacotilla está salpicado de lleno por la corrupción política. Colocó de número dos de su gobierno municipal y concejal de Hacienda a un imputado por corrupción en el caso ‘Eivissa Crea’, Alfonso Molina, a quien todo el mundo identificaba como alcalde en la sombra. Lo era. Por eso a Ruiz no le importaron las acusaciones del Govern balear (que preside el PSOE) de graves irregularidades para enriquecerse a base de hinchar los costes de cursos de formación a parados. Subcontrataba a otras empresas de su propio entramado societario para forrarse con los sobreprecios ficticios. Por eso le exigieron devolver la pasta cobrada y no consta que lo haya hecho. Ruiz puso el ventilador diciendo que todos lo hacían y acusó a los periodistas de mentir hasta que se publicó el informe del SOIB. Entonces acusó al conseller de Treball, Iago Negueruela, de su propio partido, de haber filtrado el informe. Una estupidez detrás de otra.

Ahora hace dos años que Molina tuvo que dimitir por aquel escándalo, aunque ni la Federació Socialista d’Eivissa ni tampoco Rafa Ruiz admitieron jamás que su colega hubiese hecho nada malo. Todo lo contrario, lo pusieron de ejemplo —sería de ejemplo de trinque— y dijeron que era víctima de una campaña mediática para acabar con él. Tienen la cara como el cemento armado y esa indecencia les acompañará siempre.

Pero Ruiz además, logró el más difícil todavía al conseguir que su mano derecha, que sigue colaborando con él desde el PSOE, fuese fichado por la empresa contratista que gestiona el alumbrado público de la ciudad, Citelum Ibérica, incumpliendo la normativa de incompatibilidades. Una puerta giratoria de escándalo sobre la que el PSOE no se quiso pronunciar y que Podemos ha preferido encubrir. Siempre es mejor no poner en peligro sus puestos en el gobierno municipal de Vila. Vamos, lo que viene siendo la actitud hipócrita de toda la vida de señalar cuando la indecencia la hacen otros y ponerse una pinza en la nariz para no oler la peste que desprende la operación de blanqueo del aún imputado Alfonso Molina.

El alcalde de Vila chapotea en el cieno, donde está cómodo. En su hábitat natural. Va de tolerante y demócrata pero no lo es. Es un impostor de manual que aún cree poder engañar a los ciudadanos que ya le tienen más que calado. Pero ni por haber protagonizado un altercado como el de la calle de las farmacias recibirá la censura de su partido ni tampoco del teniente de alcalde de Podemos, Aitor Morrás, su socio de gobierno que ya se ha convertido en cooperador necesario de las indignidades del alcalde. No pasará nada porque el PSOE de Vila está aún más embrutecido que él mismo. Y ya es difícil.