“Cuando calienta el sol aquí en la playa / Siento tu cuerpo vibrar cerca de mí / Es tu palpitar, es tu cara, es tu pelo / Son tus besos, me estremezco, oh, oh, oh (…)” era la canción que, a principios de la década de 1960, pusieron de moda el conjunto de los hermanos cubanos Rigual (los que queráis escuchar esta emblemática canción veraniega lo podréis hacer en youtube: Cuando calienta el sol – Hermanos Rigual) y que nos dibujaba a la perfección el sentir de la época, cuando comenzábamos la época de baños.
El hecho de bañarnos juntos chicos y chicas, hombres y mujeres era ya normal en aquella época. Y digo normal porque la gente había ido relajando las costumbres y haciendo oídos sordos a las estrictas normas morales que dictaba la Iglesia en lo que respecta a la moral pública, y que las autoridades civiles, mediante bandos, se encargaban de publicitar en los periódicos locales.
Desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, estaba prohibido mezclarse los sexos en los lugares de baños y tampoco bañarse desnudos. Para ello, la autoridad municipal de la ciudad de Eivissa organizaba las zonas de baños de la siguiente forma: por un lado, las mujeres, las niñas de más de 8 años y los niños menores de 8 años podían bañarse en sa Cova de ses Dones, en los Molinos, en el Arany, a los pies del lado este del Soto, o en un lado de las playas de debajo de la zona de sa Penya.
Y, por otro lado, los hombres y los chicos de más de 8 años debían bañarse en sa Punta de sa Ratjada (al norte de s’Arany, a los pies del lado este del Soto), en las playas de ses Figueretes, de debajo de los Molinos o de debajo de sa Penya. Los chicos menores de 14 años podían también bañarse en las atarazanas de la carretera de San Juan (cerca del actual Club Náutico) y en la de sa Riba.
También estaba prohibido bañarse los niños creciditos y los hombres desnudos y que ninguna embarcación se aproximara a los lugares de baños de las mujeres. Había que cuidar la decencia con todas las de la ley, nunca mejor dicho. Un gran escándalo se armó el año 1897 cuando unos niños, “no tan niños” dice el periodista del Diario de Ibiza, fueron a nadar a sa Riba completamente desnudos antes de que saliera el bando correspondiente ordenando los baños de forma general como ya hemos comentado. El periodista pidió que se pusiera orden.
En la década de 1950, las costumbres ya se habían relajado. Así comentaba la llegada del verano un autor anónimo en el Diario de Ibiza del 15 de junio de 1950: “Comentario del día: De la época. (…) Para el verano huelga toda prenda que tenga pretensiones de gusto y corrección, o por lo menos, tal parece ser la ley que la irradiación solar lleva pareja.
Por el contrario, de interés indígena en cualquier comarca, es disponer de unas gafas ahumadas de sesenta pesetas, una camisa con mangas para poderlas arremangar muy bien, y a ser posible de azul supereléctrico, y un compendio de discursos de crítica de la moral para ir tirando y hasta pasar el rato… Esto es el verano y ahí nos las den todas”.
De niños, nuestras madres solían llevarnos a pie las tardes de los días de entre semana a la playa de Figueretas o al Laguito, en la ladera sur de los Molinos; los domingos íbamos toda la familia con la barquita de Benjamín Laieta a pasar el día a la playa de Talamanca.
El conocimiento de las playas vírgenes de los otros municipios del campo no comenzó hasta principio de la década de 1950, con la celebración del 18 de julio. Con el paso de los años y nuestra bonanza económica nos dio para ir a playas lejanas de nuestras casas en excursiones con amigos en bicicleta y, poco a poco, los pequeños coches familiares sirvieron para acercarse a aquellas playas lejanas cualquier domingo o fiesta de guardar. Los tiempos habían cambiado.