EFE / El Teléfono de la Esperanza ha experimentado un fuerte incremento de las llamadas que recibe en Baleares desde que comenzó la pandemia de covid-19, y ha detectado también un incremento de los llamantes con temática suicida, que han sido 180 en el último año y medio, el 3,2 % del total.
La presidenta de la entidad en Baleares y orientadora, Antonia Torres, ha destacado que el Teléfono de la Esperanza atiende las 24 horas y los 365 días del año: «Quienes tienen una crisis personal, siempre encontrarán a una persona preparada para escucharlas».
«Hemos constatado que es la ayuda básica para prevenir el suicidio», ha subrayado sobre esa escucha activa, en una rueda de prensa de balance de la atención prestada durante el último año y medio. «Ante ideas suicidas, crisis suicidas o incluso con el suicidio en proceso, si expresan sus sentimientos seguro que se les quitan las ganas de quitarse la vida», ha recalcado.
Desde 2010 a 2021, en once años y medio, han llamado al Teléfono de la Esperanza 19.215 personas en Baleares, pero solo en el año y medio de pandemia (en 2020 y primer semestre de 2021) han sido 5.572, lo que supone el 29 % de todas las registradas desde 2010.
El Teléfono de la Esperanza ha hecho un balance de la atención prestada, con motivo de la celebración el 10 de septiembre del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que este año tiene por lema «Tu salud emocional, la mejor vacuna para prevenir el suicidio».
Si de los 19.215 llamantes registrados desde 2010 en Baleares, 550 eran de temática suicida (el 2,8 %); en el último año y medio han sido 180 (el 3,2 %). Y la cifra va en aumento porque en 2020 llamaron 67 personas con temática suicida y en el primer semestre de este año han sido 115. En todo 2019, antes de la pandemia, fueron 40.
Del total de llamadas, el 20 % de las personas sufren un trastorno mental; el 18 % sufren soledad, «que no implica necesariamente vivir solo pero expresan que viven la soledad», ha precisado el voluntario Lino Salas; el 9 % depresión; y un 10 % ansiedad, una dolencia que ha subido del 2 al 10 % con la pandemia. Además el 5 % está en crisis de proyecto vital (por problemas económicos, laborales y abandonos de pareja).
Si antes de la pandemia llamaban 3 personas cada día al Teléfono de la Esperanza, en los primeros nueve meses del año pasado llamaron 9 personas cada día y en el primer semestre de 2021 las cifras «han dado un vuelco», con 14,6 personas cada día, ha informado Salas.
El llamante habitual del Telefono de la Esperanza va de 26 años a 65 años, y llaman más las mujeres (61 %). La llamada promedio dura 25 minutos.
En la pandemia ha llamado la atención dos colectivos: los jóvenes y los ancianos.
En cuanto a los adolescentes, que antes eran el 4,3 % de promedio, con la pandemia han llegado a suponer el 6,95 % de las llamadas. Los de 19 a 25 años han sido un 9,42 %, de manera que entre jóvenes y adolescentes han supuesto el 16 % del total.
Otro segmento que preocupa es la tercera edad, con llamantes mayores de 70 años, que han alcanzado el 14,6 %, cuando anteriormente rondaban el 3 %.
Lino Salas ha explicado que «el 70 % de estas personas en situación límite, agradece la llamada al terminar». «Este método de escucha activa funciona», ha recalcado.
En los casos de temática suicida, si la persona ya ha intentado suicidarse, el orientador pregunta cómo «porque verbalizar la forma de quitarse la vida facilita que se expresen y que deje de ser un mito», ha explicado Torres. Lino Salas añade que, en el caso de las llamadas de suicidios en curso, el orientador debe «mantener la serenidad y la empatía, sin juzgar, poniéndose en su sitio».
Torres ha destacado que «han ido en aumento las llamadas de jóvenes con ideas y crisis suicidas y muchas veces se da el caso de que son amigos o familiares quienes llaman pidiendo ayuda para este familiar o este amigo». En el caso de los adultos, se da más problemática de salud mental y problemas físicos o de salud que pueden derivar en depresión, «a lo que si se añade la soledad, es una bomba», explica la especialista.
Esta orientadora explica que, en la mayoría de las ocasiones, tras hablar con el orientador, la persona «acaba la conversación con otro talante».
Torres ha destacado su función: «Si hablar es una necesidad humana, la escucha es un arte y atendemos las dos partes: quien llama tiene oportunidad de desarrollar esa necesidad humana y nosotros escuchamos lo mejor posible».
Ha explicado que todos los orientadores pasan por una formación específica, para aprender habilidades comunicativas y a escuchar de una manera empática. «No damos consejos ni soluciones, intentamos que la propia persona sea la que vea la luz en el túnel negro», ha recalcado.
Lino Salas ha denunciado que en España «no hay un seguimiento riguroso» sobre el suicidio y ha reclamado al Gobierno un plan nacional de prevención del suicidio, como lo hay contra la droga desde 1985.
Dado que las competencias están transferidas, «cada comunidad está haciendo esfuerzos, pero sin un plan nacional y una estrategia global que ataque el problema, con presupuesto». «No podemos pedirles a las entidades no lucrativas que resuelvan o afronten solos el problema», ha insistido Salas.
«Mientras ocultemos un problema no lo vamos a afrontar de forma verdadera. Ocultar la conducta suicida no funciona, es un error, hay que abordarlo seriamente. Este problema se tiene que normalizar y hay que romper el silencio», ha subrayado.
El Teléfono de la Esperanza funciona en Baleares desde hace 35 años y en la actualidad cuenta con más de 40 voluntarios, de los que alrededor de una veintena son orientadores que cubren los turnos de las 24 horas de atención. Además cuentan con psiquiatras y psicólogos a los que derivar la llamada en caso de necesidad