@LauraFArambarri/ Podría ser una autobiografía pero no lo es, podría ser un libro de periodismo pero tampoco lo es, podría ser un manual de autoayuda para runners/cuarentones/padres primerizos pero, desde luego, no lo es ni lo pretende. Tal vez lo que menos necesita este libro es ponerle una etiqueta sino desprecintarlo con ganas y leerlo como quien se lee a sí mismo las líneas de la mano con un tutorial de Youtube. El periodista de El Mundo Ibiza y Formentera Ricardo F. Colmenero (Ourense, 1977) publica Literatura infiel (Ed. Círculo de Tiza), un volumen en el que no solo recopila algunos de sus artículos más aplaudidos —entre ellos ‘La comunidad’, ganador del premio Julio Camba, y ‘Devolver la poesía’, premio Unicaja— sino que ofrece un bonus track en forma de textos inéditos en los que pone luz, sombras y, sobre todo humor, a episodios de su vida que no había abordado todavía en sus columnas. Sale a la venta el 30 de abril, pero al que le pueda la ansiedad ya lo puede encontrar en preventa en algunas plataformas.
Esperaba encontrar una recopilación de artículos de prensa pero ‘Literatura infiel’ va más allá: se aprecia un trabajo de selección, articulación temática y cronológica… y, además, hay inéditos y añadidos.
Había que ordenar los artículos porque una semana se me ocurría hablar de mi infancia en Galicia, la siguiente de mi hijo y la siguiente de algo de cuando conocí a mi pareja o a una expareja. Había que ordenarlo cronológicamente para darle cierto sentido. Y se me ocurrió hacerlo como un manual de antiayuda. Ahora que todo el mundo va dando lecciones y consejos de todo… pues yo doy consejos de cómo no hacer las cosas.
Hay una gran parte inédita…
La mitad. Había huecos de mi vida que no estaban contados, como la parte laboral, en la cuento muchos secretos del diario El Mundo y de mis inicios en el periodismo, siempre precarios como deben ser todos los inicios. Hay otra parte bastante larga en la que abordo el tema de la paternidad. No la había contado antes en las columnas. Tuve ansiedad y depresión justo antes de ser padre. La verdad es que los temas que trata el libro son a veces muy serios: puedo hablar de la minusvalía de mi hermano, de la muerte de un familiar o de la ansiedad y la depresión, pero lo primero que te va a arrancar es una carcajada, lo primero que vas a hacer es reírte. Aunque luego, cinco segundos después, te des cuenta de que hay algo serio detrás o de que puede trascender algo más. Utilizo la ironía y el humor precisamente para tratar los temas serios, si no no podría enfrentarme a ellos. Recurro al humor para reírme de mí mismo y de mis problemas.
¿El humor es catarsis o maquillaje de la realidad?
El humor parte de que cuando escribo necesito pasármelo bien. Por eso, si puedo, hago columnismo literario y no artículos de opinión, porque estos últimos muchas veces exigen ponerse serio y no me apetece ponerme serio. La columna es algo que empecé y sigo haciendo en mi día libre y por lo que no cobro. O me lo paso bien o paso de hacerlo.
Utilizo la ironía y el humor precisamente para tratar los temas serios, si no no podría enfrentarme a ellos. Recurro al humor para reírme de mí mismo y de mis problemas.
Precisamente, en una de las columnas del libro cuenta que su director en Balears entonces, Agustín Pery, le permitió hacer columnas con dos condiciones: no cobrar por ellas y no contar su vida en ellas. Veo que ha mantenido una de las condiciones.
Totalmente, yo quería escribir columnas y se lo pedí a mi jefe en Baleares. Él me dijo que sí enseguida, pero yo le dije que las quería publicar en la edición balear y no en la de Ibiza únicamente y eso ya no le hizo tanta gracia porque corría el riesgo de que alguien me leyera. En Ibiza me iba a leer muy poquita gente. ‘Vale, las harás, pero no vas a cobrar nada, las harás en tu día libre’, me dijo. Y gracias mi esfuerzo y a haberme convertido en columnista nacional pues he conseguido que me mantengan esas magníficas condiciones [ríe].
¿Pero es verdad que le dijeron que no contara su vida?
Sí, Agustín me dijo que no contara mi vida… es algo que puedo contar en el libro y de lo que, evidentemente, se arrepiente.
Y a lo que no hizo ni caso desde el primer momento, me imagino por la ‘libertad’ de esas condiciones
Sí, ¿qué podía perder? [ríe].
En el libro (y en sus columnas) habla sin tapujos y sin ahorrar detalles ridículos de fracasos profesionales y personales, de malas decisiones, de desengaños, aunque todo con humor, y eso crea una irremediable sensación de identificación por parte del lector. ¿Estamos hartos de ideas de perfección y postureo?
A veces me preguntan si no creo que me desnudo demasiado en las columnas, si no me expongo demasiado pero, en realidad, no me estoy exponiendo… A ver, sí que evidentemente me estoy exponiendo, pero eso funciona porque el lector no ve a Ricardo, se ve a sí mismo. En realidad no hablo de mí, hablo de todos, por eso funciona.
¿Alguien le ha pedido cuentas por salir en una de sus columnas?
Sí, alguna cosa ha pasado bastante curiosa. Alguna exnovia me ha llamado la atención por contar —sin nombrarla— algún hecho que había sucedido con ella… pero es que no había sucedido con ella. Se daba por aludida una chica con la que no había sucedido lo que contaba. Me quedé sorprendido. Normalmente a la gente le hace gracia aparecer. También sabes hasta dónde puedes contar y, en algunas ocasiones, he enviado párrafos al aludido antes de publicarlo por si acaso tiene algún problema. Pero, todo lo contrario, a la gente le hace gracia aparecer normalmente. Casi nunca doy nombres.
Me estoy exponiendo, pero eso funciona porque el lector no ve a Ricardo, se ve a sí mismo. En realidad no hablo de mí, hablo de todos, por eso funciona.
¿Qué cree que pensará Iago, su hijo, protagonista de columnas y ahora también del libro, cuando pueda leerlo?
No tengo ni idea. Traté bastante el tema con su padrino. ¡Imagínate! Porque en el libro confieso el miedo a la paternidad, incluso la idea de no querer hijos cuando durante años había intentado tenerlos. Y que él de repente se encuentre con eso y piense: ‘qué acojonado estaba mi padre…’ Pero luego cambia la historia completamente. Tanto su madre como su padrino creen que estará muy contento y muy orgulloso y que le hará muchísima ilusión. Y dejo la puerta abierta a que no le haga ninguna gracia.
Su llegada a El Mundo de Ibiza, en el momento en el que lo dirigía nada menos que Eduardo Inda, fue para usted el equivalente a un destierro. Pero, después de sobrevivir a cuatro ERE, ¿cree que Ibiza ha sido su salvación de algún modo, tanto en lo profesional como en lo personal?
Ibiza fue una muy mala noticia. Mi primera experiencia profesional fue en el Miami Herald y estaba dándole la mano a Jeb Bush y comiendo con Carlos Menem. Me podía haber quedado en el Miami Herald pero decidí aceptar la oferta de El Mundo Madrid. Estaba sentado en la silla más cercana a Pedro J. y, de vez en cuando, iba a cubrir cosas a La Moncloa… y, de repente, apareces en Ibiza. Aquello fue un palo profesional muy grande. Es muy difícil y me llevó mucho tiempo encontrar algún tipo de motivación para estar en la isla. Lo que pasa es que no es culpa de la isla. Podría haberme marchado si hubiera querido pero necesitaba el dinero y me pagaban bien. Y luego encontré las amistades que tengo ahora, que no las había tenido en toda mi vida, gente espectacular, y encontré a mis parejas… y los vínculos personales me fueron convirtiendo en el periodista y en el escritor que soy, mucho más que las noticias que tuviera que cubrir.
Empezó como una tortura pero…
Es que muchas de las historias que en su momento son muy desagradables con el paso de los años se convierten en una gran historia e incluso en algo muy divertido. Con el paso del tiempo he podido llegar a narrar como algo divertido algo tan horrible como el intento de tirar las cenizas de mi abuela al mar, rupturas sentimentales o los peores momentos de la profesión. Incluso algo tan grave como la ansiedad y la depresión que pasé.
Sus artículos sobre Ibiza, ya no las columnas, sino algunas informaciones, han tenido su polémica y han dado mucho que comentar. Recuerdo una que titulaba: ‘Beber agua por la calle en Ibiza será ilegal’. ¿Para que te vean en medio de una maraña de información digital hay que llamar la atención como sea?
Desde el punto de vista del periodista lo del clickbait ya está empezando a formar parte del pasado porque a los medios no les resulta rentable. En cuanto lleguen los muros de pago a la prensa —que llegarán a España de forma inminente— eso cambiará. Al final lo único que vale para mantener al medio son los lectores que sean suscriptores. Esos suscriptores demandan un producto de calidad. Ahí ya no importa tanto el tener muchos clicks y el número de visitas. Creo que todos hemos caído en eso, en intentar buscar el titular llamativo pero sin faltar a la verdad, por supuesto.
Con el paso del tiempo he podido llegar a narrar como algo divertido algo tan horrible como el intento de tirar las cenizas de mi abuela al mar, rupturas sentimentales o los peores momentos de la profesión.
Dos de las columnas que incluye el libro han recibido los premios Julio Camba y Unicaja. Le confieso que mi favorita es ‘Las abuelas de terracota’…
Tanto tú como otra lectora me lo han dicho, que parece que pasó desapercibida. La compartí en las redes al igual que todas las demás y pasó sin pena ni gloria. Y no consigo saber por qué, porque para mí es de mis favoritas, con diferencia. La viralidad a veces tiene que ver con el titular pero otras veces no sabes por qué una noticia triunfa y otra no. La varita mágica de la viralidad funciona a veces con criterios muy poco lógicos.
Escribo como un gallego aunque viva en Balears. La forma de expresarme y la forma de ser es totalmente gallega. Me manejo con la ironía. Me siento muy orgulloso de que dos premios que se dan en ámbitos diferentes: Julio Camba en Galicia y Unicaja en Andalucía, hayan valorado mis trabajos exactamente igual. Trabajar en Balears y haber sido premiado en Galicia y en Andalucía forma un triángulo muy curioso.
El libro es un bombón para periodistas, padres primerizos, chicas y chicos de pueblo, aspirantes a escritores… ¿Es un libro generacional?
No podría haber escrito de otra generación salvo de la mía y, cuando hablo de la paternidad, creo que le hará mucha gracia a quien ha sido padre pero, sobre todo, le hará mucha gracia a quien no tiene ninguna gana de ser padre por la forma en la que está escrito. Es una paternidad hardcore.
Desmitificada al máximo.
Totalmente desmitificada.
¿Es un libro de anticonsejos?
Esa parte se titula ‘Cómo no ser padre’, no hay que decir más.
El libro recorre la aldea de su Ourense natal, la Pamplona de estudiante, Miami y Madrid de periodista… ¿La larga parada en Ibiza es definitiva?
No me siento columnista, yo soy periodista. La columna es algo que hago en mis días libres los viernes por la mañana. Me gusta hacer reportajes, que es cuando me lo paso bien. Tengo cierta confianza por parte de los jefes para que me manden a sitios y hacer otras cosas, como ir a la Diada a Barcelona… cosas así. No necesitas estar en la sede central sentado en tu mesa, haciendo un horario, existen los portátiles y los sistemas informáticos que permiten enviar crónicas desde cualquier parte. Da igual desde donde las envíes. En Ibiza me siento muy cómodo y estoy muy contento, mi hijo es ibicenco, qué más se puede pedir.
¿Sería una situación ideal tener su base en la isla y salir a cubrir reportajes puntuales?
No diría que es mi ideal. Yo estoy bien, tal vez no soy capaz de imaginar una situación mejor porque no me la han ofrecido. Pero voluntariamente no me voy a mover, no voy a pedir salir de aquí.
En Ibiza me siento muy cómodo y estoy muy contento, mi hijo es ibicenco, qué más se puede pedir.
Estamos en plena campaña electoral y justo hace unos días ha salido su crónica ‘Pedro Sánchez: 26 minutos y 31 segundos’ que se ha hecho viral en plena Semana Santa.
El Conde Lequio la ha compartido esta mañana [la entrevista se hizo hace unos días].
¿El Conde Lequio la ha compartido en su Twitter?
Sí… Cuando me entrevistan estudiantes universitarios, a menudo una de las cuestiones es: ¿cómo puedo conseguir que me lea mucha gente? Yo no era una persona que utilizara especialmente las redes para nada. Tenía el Facebook en el que me limitaba aceptar a gente a la que conocía personalmente. Así que la pregunta es, estás en Ibiza, estás en Balears, ¿cómo consigues que te lean en nacional? ¿por qué hay esa aceptación? ¿cuál es la varita mágica? Evidentemente trabajar mucho, muchísimo y, sobre todo, predicar un montón en el desierto. Durante los primeros años vas a tener un ‘me gusta’ o dos y probablemente sea de tu madre y de tu hermana. Y de tu mujer… a veces… y es quien te va a leer al principio. Y escribirás artículos buenísimos que no leerá nadie. Igual que ahora puedo escribir uno no tan bueno que va a leer un montón de gente. Sobre todo las redes te permiten llegar a más gente y que, de repente, explotes. Hace falta la generosidad de quien ya es alguien y que apuesta por ti. Que caigas por casualidad en manos de alguien que te empiece a leer, se enganche a ti y que les dice a todos sus seguidores: fijaos en este tío. Y eso es súper importante. Te vuelve a ti más exigente contigo mismo. Piensas: ‘caray, este tipo que me está recomendando me ha leído, me va a leer la semana que viene y tengo que mantener o superar ese nivel’. Eso ha sido muy importante.
¿A quiénes citaría?
Quienes me hicieron explotar fueron Soto Ivars, de El Confidencial, y David Torres, de Público, y más adelante, Belén Bermejo, de Espasa. Que estas personas te empiecen a dar publicidad, que una editora de Espasa o que el finalista del Premio Nadal David Torres digan ‘eh, lean a este tío’, hace que realmente te esfuerces. Y luego otra cosa que me dio mucha gasolina precisamente fueron los ERE. El saber que cada sábado que salía mi artículo podía ser el último. Veía caer compañeros todos los días desde todos los frentes, por lo que mantener mi plaza en Ibiza iba a ser dificilísimo. Entonces sabía que en cualquier momento me iban a quitar el caramelo, que podía caer, que esta columna podía ser la última. Con la espada de Damocles se escribe bastante incómodo pero bastante bien. Personalmente, por mi pereza natural, necesito esa presión. Conozco a gente que hace cursos de creatividad para escribir. Mi creatividad funciona así: es viernes, son las nueve, tengo que entregar la columna y tengo que comprarle pañales a mi hijo.
Otra cosa que me dio mucha gasolina precisamente fueron los ERE. El saber que cada sábado que salía mi artículo podía ser el último.
Pero volvamos a la campaña. La crónica de ambiente sobre la visita de Sánchez ha Ibiza ha dejado en evidencia lo absurdo del comportamiento de los candidatos en campaña…
Ah sí, pues yo no hice nada, lo que he escrito es como una videocámara… es lo que vemos todos, mi aportación en este caso ha sido prácticamente nula. A veces entre hacer algo genial y una auténtica gilipollez la línea es finísima [ríe].
Pues ha sido especialmente reveladora leerla en este momento junto a algunos artículos de Literatura infiel en los que habla de las campañas electorales en Galicia cuando era niño, con sus merendolas y sus promesas electorales de piscinas, y las de Ibiza muchos después, a las que asiste como periodista, con sus merendolas y sus promesas de piscinas. También conecta bien con el ‘abrazafarolismo’ de los candidatos, del que Jaume Matas fue máximo exponente…
[Ríe] Recuerdo ahora el artículo ‘La vejiga de Balears’, que fue bastante sonado. Yo soy un periodista de provincia. Creo que cualquier periodista de provincia que se haya visto en una similar, cubriendo una campaña, se va a sentir muy identificado. Lo cuento todo desde un punto de vista humorístico pero descorazonador pero con el máximo respeto a los compañeros que lo viven con mucha intensidad y se lo toman muy en serio.