@Pablo Sierra del Sol / Manuel Huedo es uno de esos tipos que tienen clara la diferencia entre la gracia y el sentido del humor. Él mismo se coloca en el segundo grupo. Lo dice con convencimiento: «Yo no soy alguien gracioso». Y pone cara seria debajo de un flequillo moreno que apunta al cielo. Pero este veinteañero se dedica pellizcar la risa de un público cada vez más creciente que ve los sketches que cuelga en internet. ¿Paradójico? No, si se entiende esa diferencia entre la gracia y el sentido del humor que Huedo comprende tan bien.
–¿Cuál es tu profesión, Manuel?
–Soy actor. O para eso me estoy formando. Pero en el fondo hago de todo: escribo, grabo, monto, y desde hace unos meses trabajo de guionista en un programa de Los 40 Principales. Esa pregunta me la hacen a menudo, así que he decidido responder que soy un contador de historias porque, además, me encantaría dirigir cortometrajes o una serie en el futuro.
Gracias a Radiotubers, un espacio conducido por Uri Sàbat en la radiofórmula más escuchada de toda España, este joven ibicenco ha podido capitalizar de forma indirecta la pasión que le ocupa la mayor parte de su tiempo libre desde hace unos años. «Me descargué la aplicación de Vine y empecé a hacer vídeos de seis segundos, que era lo máximo que te permitía la red social que rompió en su momento con el monopolio audovisual de YouTube. Da igual que Instagram, Facebook y Twitter se la comieran cuando permitieron subir vídeos, ellos fueron los primeros: respeto absoluto», explica Huedo.
Esas cápsulas de humor, golpes directos en forma de chiste –materia prima para ser viralizada en los grupos de WahtsApp a los que acabamos sucumbiendo incluso los más reacios a que los cotilleos y chascarrillos que compartimos con colegas, compañeros de curro o cuñados descarguen la batería de nuestros móviles día sí y día también– empezaban a ponerse de moda en España cuando él comenzó a grabar sus historietas. Huedo se lo tomó como un complemento a sus estudios de interpretación en Work in Progress, una escuela de Madrid a la que llegó después de formarse desde los quince en Musicaldansa. Con los vines poco a poco fue sumando seguidores y reproducciones, pero era uno más entre los miles de aspirantes a cómico que pululaban por la red.
https://twitter.com/ManuelHuedo/status/814873807718641664
Y, entonces, cambió el método. Porque, recuerden, él mismo ya ha avisado de que no estamos sentados ante un sujeto gracioso. Pero, sigan recordando, de sentido del humor va bien sobrado. Si la gracia es adrenalina fugaz que entra por los ojos y va directa a la vena, el sentido del humor requiere de tiempo para desarrollarse y calar en la cabeza del receptor. Huedo empezó a alargar sus vídeos. De seis segundos a veinte, de veinte a más de un minuto. Ya no eran chistes o gracietas, se habían convertido en seketches que contaban historias corales donde todos los personajes son Huedo y Huedo es todos los personajes. «Como si yo fuera un actor que se presenta en el teatro a interpretar una obra donde él se encarga de meterse en la piel de todos los personajes que aparezcan», concreta.
Le cito el ejemplo de Sergi López en Non solum y parece gustarle la comparación. Como en la obra del genial actor de Vilanova i la Geltrú, Huedo está solo ante la cámara, pero al desdoblarse en cuatro o cinco papeles, sus historias se apoyan en la cuadrilla, animal único y múltiple al mismo tiempo. Le basta ponerse unas gafas o plantarse una gorra en la cabeza para dibujar unas personalidades que juegan con los arquetipos de cualquier grupo de amigos: el líder, el indeciso, el enterado, el despistado, el gorrón, el buenazo, el peliculero…
Sus vídeos son, desde el punto de vista visual, una oda a la contradicción. A base de cortar y pegar planos cortos elabora un picadillo de imágenes inconexas que, gracias a la magia del montaje, dan una desternillante sensación de continuidad. El engaño es tan obvio que parece evidente que hay más de un tipo en ese plano general que lógicamente nunca vemos porque es imposible. Es como si Berlanga hubiera grabado las famosas escenas corales de clásicos como La vaquilla o La escopeta nacional cerrando el foco en el rostro de los actores al estilo de Sergio Leone en aquellos spaghetti western protagonizados por la ruda mirada de Clint Eastwood. Y funciona.
«Tardo siete horas de media», explica el cómico, «en grabar y montar un sketch. Eso explica perfectamente que esto no es un hobbie, ahí invierto el tiempo de una jornada laboral». Lo dice sin esbozar una sonrisa porque arrancar carcajadas es algo muy serio. Uno empieza a entender su manera de trabajar en los vídeos cuando, frunciendo un poco el ceño, Huedo explica que él, en medio de un grupo de gente, calla más que habla.
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Sus clips tiran del inagotable costumbrismo ibérico, pero están preñados del trasfondo metacultural que el mismo autor ha cultivado a fuerza de devorar pelis, cómics, series y libros. Para apuntalar ese imaginario dice que cada día se enchufa al menos una peli por la mañana. Las referencias le ayudan a convertir en tragicomedias de 120 segundos situaciones en teoría tan superfluas como el momento de pagar al pizzero, la revisión de un examen universitario o los planes de un grupo de amigos para pasar la Nochevieja. En los vídeos mete de vez en cuando algún recurso musical para conseguir cierto «efecto tarantinesco» que enganche a sus espectadores a la pantalla de sus móviles, pero normalmente no se escucha nada más que la voz grave de este ibicenco que, aunque tiene varios gestos resultones ante la cámara, vuelca casi toda la fuerza de sus historias en el guión y no tanto en la actuación.
–¿Lo llevas todo guionizado?
–Más o menos. Yo hago los vídeos a base de imaginarme situaciones que me parecen parodiables. Primero decido el contexto y luego coloco a los personajes en situación. Me voy dibujando la escena en mi cabeza y, en el móvil, me voy apuntando las frases de los personajes. Cada intervención es como un pequeño gag que mantiene la atención, pero es la historia la que me va pidiendo que este diga algo conctreto o aquel ponga aquella cara que viene al pego.
Su día a día no es capaz de estirarlo más. Se levanta tarde, la mencionada película acompaña al desayuno, por la tarde trabaja en el programa de radio y hasta las once de la noche no llega a casa. Los vídeos los graba de madrugada la mayoría de las veces. Y vuelta a empezar hasta el fin de semana, cuando sale un poco con los amigos. De Uri Sàbat solo cuenta cosas buenas. Está muy agradecido al catalán por la confianza: le da vía libre para ir a la escuela de interpretación, donde intenta no descuidar demasiado las clases, si el trabajo con los guiones de Radiotubers está a punto. «Lo que más me fastidia, y mira que la radio es un medio que me encanta y solo me ha dado cosas buenas, es perderme algunas clases. Me encanta mi escuela porque trabajamos mucho mirando cómo actúan los demás. Darío Facal, mi profesor, es un maestro para potenciar ideas como esa. Es fantástico ver cómo ponen en escena una situación que tú también has hecho otros dos alumnos».
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–En unos meses has pasado de unos pocos miles de seguidores a 144.000 en Facebook. ¿El éxito en la red se te puede subir a la cabeza?
–Hay que tener los pies en el suelo porque, para bien y para mal, la reacción que dan las redes sociales es instantánea. Te pueden aplaudir con la misma facilidad con la que algunos te insultan. Ahora sé que tengo una cierta responsabilidad porque hay 144.000 personas siguiéndome en Facebook, 61.000 en Twitter. En la radio trabajo con Jorge Cremades, al que conocí cuando llegué a Madrid hace tres años. Nos hemos hecho amigos, admiro el tipo de humor que practica, muy diferente al mío, y cómo nos ha mostrado el camino a otros cómicos para vivir de nuestro trabajo. Su constancia cuando se dedicó de lleno a los vines es admirable. Como amigo me sabe mal la que se ha montado a raíz de la entrevista que le hicieron en El Español recientemente, pero cuando hablas para la prensa y te van a publicar una entrevista, hay que calibrar cómo vas a decir lo que vas a decir para que no se malinterpreten tus palabras. A mí me han llegado a decir que incito a la violencia porque en uno de mis vídeos muestro como un alumno pega a un profesor… ¡en un sueño!
–¿La ficción y el humor están bajo sospecha? ¿Cada vez los entendemos menos?
–Una cosa es la vida real y otra lo que creamos para cualquier tipo de ficción. Mezclar conceptos es no entender qué es el humor, qué es de lo que estamos hablando. No sé durante cuánto tiempo haré vídeos, quizás los hago toda la vida, no lo sé, pero esta afición me ha abierto la puerta para dedicarme a contar historias desde el humor. En ese sentido admiro mucho a David Sainz, el creador de Malviviendo. Le he podido conocer y le veo como un genio inquieto que siempre está tramando proyectos porque necesita evolucionar, saltar de la actuación a la dirección, de internet a la tele…
El canario ocuparía un lugar destacado en el panteón humorístico de Huedo. Allí estaría bien acompañado por David Broncano y Berto Romero, un tipo sin complejos que dice lo primero que le viene a la cabeza y que en la tele de Movistar tiene la libertad para hacerlo, el jiennense, y un tío gracioso por naturaleza, gracioso de los que hacen gracia cuando caminan, cuando hablan, cuando te miran, cuando se ríen, sin proponérselo, el catalán. Así los retrata este ibicenco que quiere abrirse paso en el show business, aunque, como le pasaba a Uran o, sea un mundillo con cierta querencia por comerse a sus hijos al primer resbalón. Quizás, por eso, cuando a Huedo se le pregunta por dos referencias atípicas, escoja a dos actores atemporales de nuestro cine y teatro: «Me encanta el patetismo que consigue darle Alberto San Juan a varios de sus personajes, como en Días de fútbol, y el porte serio de Imanol Arias: nadie sería capaz de decir eso de me cago en la leche, Merche de una manera más creíble. La frase es para descojonarse, pero la dice Imanol y te la crees».