Hacer montoncitos de piedras se ha puesto de moda en muchos lugares de costa y de montaña, pero es una práctica dañina para la naturaleza y la biodiversidad, según ha recordado en las redes sociales el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
Aunque los hitos con piedras señalizaban antiguamente caminos y senderos y en algunas culturas son símbolos religiosos, la moda de hacer esculturas haciendo montoncitos de piedras desafiando el equilibrio se ha hecho tan extensa que los ecólogos han salido al paso para advertir que no se trata de una actividad inocua.
El doctor en Ecología por la UAB e investigador del CREAF Carles Castell Puig ha advertido en el blog del CREAF que «las piedras en el suelo tienen múltiples funciones que resultan esenciales para el funcionamiento de muchos ecosistemas» y lamenta que en los últimos años «con las modas absurdas y el incremento de turistas, los montículos de piedras han invadido valles y sierras, playas y orillas, costas y cumbres».
Para tratar de poner freno a esta actividad, Castell recuerda que las piedras en el suelo son «esenciales», especialmente en ecosistemas sujetos a condiciones extremas, como sequía, salinidad, viento, escasez de suelo, erosión, donde la vegetación suele ser escasa y dispersa.
«En estos lugares, las piedras retienen la humedad del suelo, favorecen la germinación de las semillas y el enraizamiento de las plantas, aportan pequeños espacios de sombra y constituyen un refugio y cobijo imprescindibles, especialmente durante el día, para muchas especies de invertebrados», explica el ecólogo.
«Tenemos el ejemplo del coleóptero Akis bremeri, un escarabajo amenazado endémico de las dunas de la isla de Formentera, que necesita el espacio bajo las piedras tanto para el desarrollo de sus larvas, que encuentran allí humedad y alimento, como para los adultos, que lo utilizan como abrigo en las horas de más sol, o la más conocida lagartija de Formentera, Podarcis pityusensis», pone como ejemplos.
De hecho, en algunos lugares ya han comenzado a colocarse letreros informativos para pedir a lo visitantes que no hagan montones de piedras porque no son un elemento natural ni forman parte de una cultura tradicional y alteran el paisaje.
Castell recuerda que «en algunos espacios protegidos ya informan a los visitantes de que las piedras en el suelo constituyen el hábitat de muchas especies, algunas muy raras y amenazadas, que encuentran bajo ellas un espacio húmedo y protegido indispensable para desarrollar su ciclo vital».
«Cuando llegamos nosotros y tenemos la ocurrencia de arramblar con las piedras y apilarlas artísticamente no ayudamos precisamente a la conservación del espacio, ya que transformamos totalmente el hábitat natural. Si me permitís la broma, es como si obligáramos a las pobres plantas y animalitos, acostumbrados a vivir en un pueblecito de plantas bajas, a adaptarse a un entorno bastante más parecido a Manhattan», añade.
El ecólogo anima a todas las personas «a pasar por los lugares dejando el mínimo rastro posible, con calma, respirando hondo, sintiendo la brisa y los aromas, conociendo, respetando y disfrutando de los paisajes y las costumbres propios de cada lugar».
«De verdad que no hay ninguna necesidad de dejar nuestro toque personal allí por donde pasamos. Un toque, por otra parte, que de personal no suele tener nada, ya que normalmente lo hemos visto en un post del instagramer influencer de turno», concluye el ecólogo, que también anima a «desahogarse tirando a patadas las pilas de piedras que vayáis encontrando e intentad dejar luego las piedrecitas bien distribuidas por el suelo».
EFE