@D.V: Resulta muy extraño que un Sumo Pontífice dimita. No sólo porque este verbo se conjuga poco -especialmente en España- sino porque la última vez que un papa renunció voluntariamente a su cargo fue en el año 1415, hace 498 años. Es el momento de recordar a los cuatro papas que, antes de Benedicto XVI, hicieron el mismo gesto de renunciar a la silla de san Pedro.
El Rimbaud de los Papas
Uno de los papas más salvajes de la historia fue Benedicto IX, conocido por su precocidad como el Mozart y el Rimbaud de los papas. Alcanzó el papado a los 14 años de edad gracias a que su padre, el Conde Alberico III, que era el verdadero dueño de Roma, sobornó a la Curia y consiguió que nombraran papa a su hijo en el año 1032.
En 1045, Benedicto IX vendió su cargo por 1500 libras de oro al futuro papa Gregorio VI para poder casarse. Su dimisión, por tanto, se produjo en unas circunstancias muy distintas a las de Benedicto XVI.
En 1048, enemistado con el nuevo papa, atacó la Roma y tras gran derramamiento de sangre consiguió recuperar el papado -aunque ignoramos si seguía casado-. El cargo le duró ocho meses ya que estalló una nueva guerra civil y fue expulsado del Vaticano por los Crescencios, enemigos mortales de su familia. Benedicto IX es el perfecto prototipo -con su vida desmesurada, su hedonismo y su ambición desbocada- de lo que sería la vida vaticana.
Celestino V, el papa eremita
Este monje benedictino fue elegido papa en 1294, a los 79 años de edad, y ocupó su cargo sólo durante cinco meses. De muy joven había mostrado su predilección el ascetismo, lo que le llevó a vivir en una cueva en los Abruzzos durante cinco años. Fue nombrado papa en contra de su voluntad, como solución transitoria mientras las dos familias más poderosas de Italia -los Colonna y los Orsini- decidían a quien colocaban al frente del Vaticano.
A los cinco meses dimitió de su cargo. No obstante, como era querido por su pueblo, fue encarcelado y encerrado en del Castello Fumone para mantenerle alejado de la gente.
Ponciano I, en guerra contra todos
Nombrado papa número 18 de la Iglesia católica en el año 230, Ponciano desarrolló una incesante actividad destinada a desacreditar a todos sus rivales políticos y religiosos (lo cual, en aquella época, era lo mismo). Desde su posición de poder, ya que era el protegido del emperador Alejandro Severo, atacó a los que se oponían al dogma de la Resurrección y mantuvo un largo enfrentamiento contra el antipapa Hipólito. Estos dos archienemigos se reencontraron cuando, tras la muerte de Alejandro Severo, el nuevo emperador Maximino el Tracio inició una nueva persecución contra los cristianos.
Ponciano e Hipólito, los dos viejos rivales, se convirtieron en compañeros de trabajos forzados en las minas de sal de Cerdeña. Allí se reconciliaron y abdicaron de sus pretensiones papales en favor de Antero I. Ponciano fue asesinado en 235, cuando lo lanzaron al mar atado a una ancla.
Cuando en Europa había tres papas
Ángelo Correr, conocido como Gregorio XII fue papa entre 1406 y 1415 en uno de los momentos más apasionantes de la Iglesia católica:,el Cisma de Occidente, cuando en Europa había tres papas: uno en Roma, otro en Avignon protegido por el rey de Francia, y un tercero refugiado en Peñíscola y conocido como el ‘papa Luna’.
Durante su pontificado, Gregorio XII se ganó el apoyo de la curia romana nombrando cardenales a cuatro sobrinos suyos. No obstante, esta tupida red de influencias no le sirvió de nada durante el Concilio de Constancia en el que, durante tres años, príncipes, reyes y cardenales intentaron encontrar una solución a la división del papado. Finalmente, se nombró papa a Martín V y se invitó a dimitir a Gregorio XII. Era 1415, año de la última -hasta ahora- dimisión de un papa.
Crec que és un moment fantàstic perquè el Palmar de Troya ens alliberi de tota aquesta heretgia.