R. Beltrán/ Cien años hubiera cumplido hoy Albert Camus si un accidente de tráfico no hubiera segado su vida el 4 de enero de 1960, cuando el coche en el que viajaba como copiloto junto a Michel Gallimard, sobrino de su editor Gaston Gallimard, se salió de la carretera a cien kilómetros de París y se encastró en un árbol.
Su historia, como su obra, está llena de contradicciones que derrochan clarividencia, un signo característico de la Filosofía del Absurdo que cimentó este Premio Nobel de Literatura nacido un 7 de noviembre de 1913 en la localidad argelina de Mondovi. Y fue precisamente en su país natal, Argelia, donde publicó en 1937 su primera obra, una antología de artículos titulada El revés y el derecho (L’Envers et l’Endroit) donde relata una estancia en Ibiza. El siguiente párrafo está extraído de la obra mencionada y en él describe el paisaje de la isla en los años treinta:
En Ibiza me sentaba todos los días en los cafés que bordean el puerto. Sobre las cinco, los jóvenes del lugar caminan en dos filas a lo largo del muelle. Veo bodas y la vida entera. No puedo dejar de pensar que existe un determinado tamaño para comenzar la vida en este mundo. Tomé asiento, todavía aturdido por el sol del día, repleto de iglesias y paredes blancas de cal, campos secos y olivares hirsutos. Me tomé una horchata dulzona. Divisé la curva de colinas que se encaraban frente a mí. Descendían suavemente hacia el mar. El día se volvió verde. En la parte más alta de las lomas, el último suspiro de brisa hizo girar las aspas de un molino. Y, como si de un milagro natural se tratase, todo el mundo acalló su voz. Así, no había nada más que el cielo y las palabras cantarinas que se acercaban a él, pero que se percibían como si vinieran de muy lejos. En este breve instante del crepúsculo reinó algo fugaz y melancólico que no sólo sintió un hombre, sino todo un pueblo. Tenía tantas ganas de amar como de llorar. Parecía que en cualquier momento mi sueño volaría hacia la realidad… Es decir, al tiempo del deseo sin objeto.
Este fragmento, incluido en el artículo que lleva por título Amor a la vida (Amour de vivre) es una testimonio de 24 quilates sobre la Ibiza del primer tercio del siglo XX, vista a través de uno de los escritores más clarividentes y sagaces de las letras europeas, cuyo legado merece ser reconocido cada día pero más en un aniversario como el que se cumple hoy.