@Susana Prosper/ Tendría yo unos seis años cuando mi hermano, que rondaría los once, me habló del destino. Recuerdo escucharle muy atenta. Él siempre ha sido un buen contador de historias y seguramente, en aquella época, yo era su oyente más fiel.
Me costó mucho entender lo que era el destino, no lo acababa de comprender, pero gracias a sus explicaciones fui pillando la idea. Cuando ya, más o menos, tenía el concepto claro, mi hermano cerró el tema muy solemnemente: “Así que ya sabes ¡El destino está escrito!”. “¿Escrito?” Ante mi avalancha de preguntas sobre quién lo había escrito, si estaba escrito en un cuaderno, quién guardaba ese cuaderno y la angustia que me dio pensar que el que escribía aquello nunca podría parar de escribir porque siempre nacen niños nuevos, mi hermano se levantó y, un tanto harto, zanjó la conversación comentando que yo era muy pequeña para asimilar todo eso.
Empecé a hacer cosas que el destino no tuviera programadas para mí. Me quedaba en el jardín quieta mucho rato, disimulando, y de pronto arrancaba la hoja de un seto.
La idea del destino escrito en un cuaderno me gustaba y atormentaba a partes iguales. Pasé días y días con aquel nuevo concepto en la cabeza y decidí tentarlo. Empecé a hacer cosas que el destino no tuviera programadas para mí. Me quedaba en el jardín quieta mucho rato, disimulando, y de pronto arrancaba la hoja de un seto. “¡Seguro que el destino esto no lo tenía previsto!” ¿Cómo iba a saber, con tantas hojas que había en el arbusto, qué hoja exactamente iba a arrancar yo? No era posible que todos y cada uno de mis movimientos estuvieran escritos. Así que me dediqué a hacer cosas que no vinieran a cuento. Pegar un brinco, salir corriendo, o cualquier cosa dispar que se me ocurriera y que no pegara en absoluto con la situación. No iba el destino a tener escrito cosas tan absurdas.
Mi madre empezó a preocuparse “Está niña está rarísima ¡Lleva unos días que parece tonta!”. No me importaba lo que dijeran de mí, conseguir engañar al destino era una tarea muy importante. Cuando ya creí tener el tema controlado, emocionada, se lo comenté a mi hermano, pero se me cayó el alma a los pies: “Eso también está escrito. Todo lo que hagas está escrito”. ¡Qué espanto! Todo está escrito. Todo. Absolutamente todo. Me horroricé y además me entró una duda enorme:“Pero entonces ¿Cómo de grande es ese cuaderno?”. Decepcionada y enfadada, tiré la toalla e intenté olvidarme de él, “¡Vaya tontería! ¿De qué sirve escribir tanto sobre todo el mundo si luego no lo puede leer nadie?”.
La verdad es que pensar en un destino escrito parece que quita espontaneidad a la vida, pero, por otro lado, le da una paz que sienta muy bien.
Desde entonces, y de aquello ya han pasado más de cuarenta años, cada vez que algo no sale como me gustaría pienso “Pues será que no estaba escrito”. Voy semanalmente a ver a mi lotera. Antes de ir voy pensando:“¿Mira que si está escrito que hoy me toca?”. A la salida me digo: “Está visto que al que lo escribió no se le ocurrió ese maravilloso detalle”.
La verdad es que pensar en un destino escrito parece que quita espontaneidad a la vida, pero, por otro lado, le da una paz que sienta muy bien. Lo que me parece más triste de todo, es eso de escribir y que luego no te lea nadie. Por eso a mi marido y a mi hijo les persigo por casa para que, al menos ellos, lean todo lo que escribo. Lo siento por los dos, pero seguro que esa penitencia suya, está también escrita en ese cuaderno, enorme e infinito, de autor desconocido.
Eres maravillosa y tus historias no creo que tengan que perseguir a nadie para ser leídas. De verdad que nos alegras el alma cada vez que publicas estas joyas tan sencillas y, a la vez, tan densas. Todos hemos sido niño y hemos tenido ocurrencias disparatadas; la diferencia es que tú las plasmas en textos maravillosamente bien escritos. Un beso muy grande Susana.
Muchas gracias Pepe! No sabes cómo agradezco lo que me dices.
Hola Susana:
Mi opinión sobre el destino coincide con textos leídos que dicen: Tus pensamientos se convierten en tus palabras. Tus palabras, en tus acciones. Tus acciones, en tus hábitos. Tus hábitos en tu carácter. Tu carácter en tu DESTINO.
Felicidades por el artículo y saludos.
Jose.
Qué bonito eso, Jose! Me lo copio y me lo guardo.
Gracias
El destino? Uf que trabajo el que lo tenga que escribir. Somos un montón bde humanos. Y luego cuenta animales, plantas, y ¡cada gota de agua, y cada sopolo de aire, y de nubes! Muchas hojas… Un beso muy fuerte. Y gracias
Gracias ti! 🙂
No creo que tengas que perseguir a nadie para que lean tus cosas eres un amor, felicidades guapa
Un beso Puri 🙂