@Susana Prosper/ La otra mañana encontré una oruga andando por el jardín de casa. Pensé que podría ser una procesionaria, esa oruga que mata a los pinos y que es un verdadero problema. Justo había leído, hacía unos días, un artículo sobre el tema. Hablaba de las terribles consecuencias de una plaga, pero también del peligro de las fumigaciones. Qué antiguo resulta que en el siglo XXI sigamos usando métodos tan tóxicos e indiscriminados. En el artículo también comentaban algo que me preocupó. Decían que estas orugas son tan urticantes, que para un perro puede llegar a ser mortal. Como tengo tres, sin pensarlo dos veces, cogí la oruga con una servilleta de papel y la maté.
Al rato vi otra y luego otra más, así hasta una docena. Estaba realmente preocupada por la invasión. Detrás de casa hay un bosque de pinos, pero no está especialmente cerca. En ese momento llegó un vecino payés y le pregunté si en su casa también había visto estas orugas. Me contestó que no y que si de verdad eran procesionaria, el problema era grave.
Mis queridas okupas no eran procesionarias, eran orugas de la col. Absolutamente inofensivas y además se convierten en una preciosa mariposa blanca con dos motitas negras en cada ala.
Después de haber matado unas pocas, pero antes de hacer una auténtica masacre, entré en casa y me puse a investigar en internet. Me sentí fatal. Mis queridas okupas no eran procesionarias, eran orugas de la col. Absolutamente inofensivas y además se convierten en una preciosa mariposa blanca con dos motitas negras en cada ala. Por lo visto pueden llegar a ser un problema si tienes un huerto, pero como por falta de agua no tengo, me encantó la idea de que hubieran elegido mi jardín para buscar un hueco donde relajarse y mutar a mariposa. Pero a la vez me entró una tristeza tremenda pensando en las pobres pioneras. Qué mala suerte habían tenido las primeras en aparecer… ¡Qué bruta había sido yo!
Cuando volví a ver a mi vecino y le conté el resultado de mi investigación, se llevó una alegría. Yo también estaba contenta, pero seguía sintiéndome culpable y eso que vi un vídeo en Youtube en el que un agricultor con un sólo dedo mataba más de cincuenta huevos de oruga a la vez. Al menos mis bajas se podían contar con los dedos de una mano.
Durante días fui viendo a varias de ellas formar su crisálida y una mañana empezaron las primeras mariposas a salir y volar. Blancas y ligeras. Felices con todo lo que veían. Revoloteaban alocadas por las flores de verbena, por la buganvilla, por la lavanda. Iban encantadas de aquí para allá, sin posarse en nada, descubriendo el mundo. Estrenando vida.
“No sé si este año hay más mariposas que nunca o es que has hecho que me fije en ellas”. Yo tampoco lo sé. La verdad es que cualquiera de las dos opciones me hace feliz.
Afortunadamente tuve una forma de enmendar mi culpa y de honrar a todas esas orugas que por ignorancia sacrifiqué. Me dediqué a ayudar a varias de las mariposas que iban naciendo. Nunca imaginé que haría algo parecido. Y es que estas alegres mariposas, son muy monas, pero muy imprudentes. Salen del capullo con tantas ganas de volar, que muchas ni siquiera tienen las alas del todo desplegadas. Suelen tener una de ellas semienrollada todavía y acaban tiradas en el suelo, en cualquier sitio, al paso de perros o humanos, arriesgándose a ser pisadas. Y ahí estaba yo, al tanto, cogiéndolas con muchísimo cuidado y posándolas en algún lugar alto y tranquilo. Ser niñera de mariposas es un cargo que me ha emocionado profundamente. Ojalá el año que viene se repita. Prometo hacerlo mucho mejor, sin duda alguna.
También me emocionó lo que me dijo el payés cuando nos volvimos a ver: “No sé si este año hay más mariposas que nunca o es que has hecho que me fije en ellas”. Yo tampoco lo sé. La verdad es que cualquiera de las dos opciones me hace feliz.
Eres fantástica, me encanta como te explicas
Muchas gracias, Puri. Qué cosas me dices
Susana, me encantan tus artículos. Tanto lo que cuentas como la manera de relatarlo.
En mi caso, siempre que puedo le salvo la vida a algún animalito que lo encuentro en apuros. También alimento a otros. Cuando consigo salvar la vida de algún ser vivo, por pequeño que sea, me siento muy feliz. Ya se sabe que la felicidad está en las pequeñas cosas de la vida……
Ese ese es el secreto. La felicidad es muy pequeña y se esconde en pequeñas cosas.
Muchas gracias, Jose.