@Laura F. Arambarri/ El arquitecto Josep Lluís Sert (Barcelona, 1902-1983) conoció la Ibiza preturística de los años 30. Un hecho que le marcó de manera tan profunda que la casa ibicenca tradicional se convirtió en su faro y cimentó los conceptos arquitectónicos a los que fue fiel a lo largo de toda su carrera.
Todo esto queda perfectamente reflejado en la primera biografía de este gran arquitecto, que firma la historiadora y crítica de arte María del Mar Arnús de Urruela. Ser(t) arquitecto (Ed. Anagrama. Biblioteca de la Memoria) se ha publicado este año y ya se puede considerar un libro fundamental para todo aquel que quiera acercarse, desde lo íntimo y lo profesional, a la figura de uno de los grandes arquitectos que ha dado nuestro país.
Sert sufrió especialmente la transformación urbanística de Ibiza al calor de la especulación y el lucro. Mucho antes de que esto sucediera, él había lanzado serias advertencias que, como las de Félix Julbe o Raimon Torres, cayeron en saco roto. A pesar de todo, quiso que sus restos reposaran en Ibiza, en la iglesia de Jesús, no muy lejos de una de sus obras más emblemáticas: Cap Pep Simó.
El libro comienza con una cita de Walter Benjamin sobre Ibiza, a la que se refiere como “el paisaje más intacto que he encontrado jamás”, y termina con el capítulo Ibiza, la isla de la utopía. El hecho de que el libro abra y cierre con Ibiza, ¿da una idea de la importancia que tuvo la isla para los fundamentos arquitectónicos de Sert?
Ibiza es la clave. Sert lleva a Ibiza en sus entrañas a la hora de proyectar, del mismo modo en que Le Corbusier llevaba el Partenón, según decía. Ibiza es el leitmotiv de su vida. Ibiza es la isla descubierta, es su isla venerada, es una fuente de inspiración, un referente conceptual en gran parte de su obra. Es el reposo del guerrero.
¿Se podría decir que Sert fue quien valoró y elevó la sencilla arquitectura ibicenca, “una arquitectura sin estilo y sin arquitecto’, al nivel de la gran arquitectura internacional?
En uno de sus primeros escritos es cuando toma partido por una construcción geométrica simple, una arquitectura sin estilo y sin arquitecto, una dignidad ejemplar, un reposo para los ojos y para el espíritu.
Estas premisas lo acompañarán donde sea que proyecte sus obras. En Europa, en América o en Asia, su arquitectura resulta ejemplar por su composición mediante la repetición de formas simples, la claridad ideológica de sus construcciones y la atención constante al entorno cultural. A mi entender, Sert recondujo el Movimiento Moderno potenciando una serie de valores adquiridos en Ibiza y adaptándolos a las condiciones de los diversos entornos en que trabajó. Introdujo así un nuevo concepto de la domesticidad, basado en las premisas ibicencas.
Muchos de los habitantes de Can Pep Simó no han sabido apreciar la belleza de esas casas y muchas de ellas han sido desvirtuadas. A pesar de estar protegidas no ha habido la vigilancia suficiente para paralizar esas obras furtivas. La corrupción y la desidia andan de la mano.
Escribe: “Sert llevaba en su interior Ibiza, la isla que no necesitaba renovación arquitectónica”. ¿Qué pensaría Sert si visitase hoy una isla que precisamente se ha convertido en un lugar transformado por el turismo y en epicentro del nuevo lujo y de la ostentación del nuevo rico?
Es difícil ponerse en la piel de otro para emular su pensamiento. Imagino que se quedaría horrorizado, pues representa todo lo contrario de lo que él propugnaba. Pero él ya se implicó en la salvación de Ibiza a través de escritos y cartas. Ya veía venir la avalancha y había que estar preparados. En 1931 había alertado al Patronato de Turismo para defender su arquitectura popular.
Hay un párrafo en su libro que llama la atención por lo rotundo que es. Después de hablar del fracaso, tanto del Plan de reforma interior de la ciudad de Ibiza como del Plan de ordenación de la isla de Formentera, ambos dirigidos por Raimon Torres, escribe: “A partir de entonces, empieza para isla una era presidida por el caos y el desorden en materia urbanística, seguida por un desenfreno especulador fruto de la ambición y la codicia, e inducido por el gran cacique de la isla, quien dominaba todos los resortes y controlaba hasta los pozos de agua”. ¿Cree que hay salvación para isla o ya se ha traspasado el punto de no retorno?
A pesar del mal gusto que impera y de la pésima gestión de la Administración, soy optimista y veo algunos brotes verdes, pero son escasos, aunque la isla es muy potente y hay gente (poca) la que se mueve por salvarla. Pero las instituciones no ayudan lo suficiente. Tienen que ser firmes y decir basta.
El proyecto de Sert en Cala d’en Serra quedó paralizado y hoy es una ruina. ¿Merecería otro futuro?
Desde luego que se podría reciclar, y ha habido varios intentos pero nula implicación de los poderes fácticos, a pesar de que se trata de un lugar privilegiado. Un anfiteatro frente el mar que sí merecería otro futuro.
¿La urbanización/no-urbanización de Cap Pep Simó es quizá el ejemplo más paradigmático de la arquitectura de Sert?
Es su última voluntad vital. Su conciliación con la arquitectura vernácula adaptándola a las exigencias de hoy. Urbanismo, arquitectura y arte se funden en el paisaje, que ofrece una mirada inconmensurable sobre la ciudad de Ibiza y la isla de Formentera a lo lejos. Cubos que se conforman como una partitura musical y se descuelgan cual laberintos que se quiebran sobre la ladera. Sert se manifiesta como un gran compositor de formas puras en Can Pep Simó. Lástima que muchos de sus habitantes no hayan sabido apreciar la belleza de esas casas y muchas de ellas hayan sido desvirtuadas. A pesar de estar protegidas no ha habido la vigilancia suficiente para paralizar esas obras furtivas. La corrupción y la desidia andan de la mano.
En el libro habla de la colonización hippy de Ibiza, un tema de conversación entre Sert y su amigo Octavio Paz. ¿Cree que esa colonización pudo ser, a pesar de sus buenas intenciones, el principio del fin de la Ibiza que amaba Sert?
Al contrario, los hippies siempre fueron muy respetuosos con la isla y su entorno. Fueron los especuladores que consideraron a éstos como un circo, una atracción para invertir, quienes les utilizaron como cebo sin tener en cuenta la cultura de los isleños.
En los agradecimientos cita a dos ibicencos: Antoni Marí y Salvador Roig, ¿de qué modo han contribuido al libro?
Antoni Marí es un viejo y gran amigo, un poeta que siempre me ha inspirado y un guía excelente en el conocimiento de los paisajes más recónditos de la isla. Siento mucho que Can Pere Ric haya desaparecido del mapa de nuestros encuentros. La casa primordial (como la llamaba) debía haberse catalogado y salvado. Salvador Roig es un ferviente divulgador de la arquitectura de Sert y me aportó detalles técnicos sobre los que yo no había caído en cuenta.
A pesar del mal gusto que impera y de la pésima gestión de la Administración, soy optimista y veo algunos brotes verdes, pero son escasos, aunque la isla es muy potente y hay gente (poca) la que se mueve por salvarla.
¿Cree que la figura de Sert ha sido lo suficientemente valorada?
Creo que la arquitectura brilla por su ausencia. Que las instituciones ni la consideran ni la protegen. Los derechos de autor están vilipendiados, las normas urbanísticas pecan de ridículas, la codicia de los promotores sin escrúpulos se expande, la falta de regulación campa a sus anchas Y la nueva generación de arquitectos busca referentes más honestos y sostenibles. Ha llegado la hora de valorar más su figura, sobre todo en Ibiza. El grito último de Sert: ¡Movilícense! reverbera sobre nuestras cabezas. Recuerdo cuando por la radio incitaba a valerse de la dinamita para derruir la muralla de cemento que bordea nuestras costas. En Ibiza ya tuvimos un precedente de demolición de un hotel en Playa d’en Bossa.
¿El hecho de estar casada con un sobrino de Sert le ha dado acceso a un material más íntimo y familiar y, tal vez, a testimonios que de otro modo no se habrían podido recoger? ¿Cuál es, a su juicio, la mayor aportación del libro?
Es la biografía que faltaba, quería ampliar la visión estricta del arquitecto que hasta ahora había prevalecido entre los historiadores de la arquitectura. Se trataba de acercarme al Sert vital, al Sert artista, al Sert total. Y entender esa triple alianza sobre la que se asienta su obra, esos tres fundamentos que son la arquitectura, el urbanismo y el arte. Cómo rige su trayectoria aquellos conocimientos aprehendidos desde su concepto de la cultura mediterránea. Reparar en ese espíritu franciscano que conllevan sus espacios diáfanos que se abren a los comunitarios, y la idea de pureza y pobreza que sobrellevan, que indudablemente son de inspiración ibicenca.
¿Qué la empujó a escribir este libro?
Me pareció inaplazable el recuperar una figura ejemplar en la esfera de la creación, en el ejercicio de su disciplina, y en el compromiso por la libertad. Un familiar del que yo sabía de sus méritos y fracasos. Con quien había compartido unas tertulias muy edificantes y divertidas, y conocía gran parte de su obra, además de vivir largas temporadas en dos de sus casas. Había que hacerlo. Todo lo que se había escrito hasta entonces eran historias de sus obras, análisis minuciosos, que me han servido en esta tarea, pero que no alcanzaban a dibujar el personaje.
Excelente entrevista. Sert debería tener una estatua en la isla. Lástima que los especuladores ignorantes no supieron apreciar en su momento el tesoro que tenían en, simplemente, su arquitectura local.