@Laura F. Arambarri/ Hace unos días, hilando tema tras tema en una conversación con una amiga, surgió el asunto de la belleza y sus claroscuros. Ella, que es una mujer muy guapa, me confesó que está encantada de hacerse mayor porque ya no la piropean por la calle.
Muchos hombres todavía defienden el piropo simplemente porque ellos no lo han sufrido. No saben qué es ir caminando y, de repente, sentir unos ojos que te escudriñan cada centímetro del cuerpo para hacer su valoración de turno: ¡Buenas tetas! ¡Ojalá mi mujer tuviese ese culo! ¡Te voy a llenar esa boquita de… !
Me atrevo a decir que todas nosotras tenemos historias que contar sobre el acoso. Muchas mujeres que conozco lo han sufrido en mayor o menor medida. Todas hemos sido tocadas sin nuestro consentimiento en alguna ocasión y/o hemos sufrido acoso verbal. Hay momentos peores: Un tipo me acorraló en un portal y me sobó todo el cuerpo. Otro se subió conmigo en el ascensor del que era mi edificio y me dijo: te voy a follar. No lo hizo. Otras mujeres no han tenido tanta suerte.
Un tipo me acorraló en un portal y me sobó todo el cuerpo. Otro se subió conmigo en el ascensor del que era mi edificio y me dijo: te voy a follar. No lo hizo.
Pero cuando una escribe estas cosas casi puede sentir las cabezas asomando encima del teclado y reclamando pruebas, pruebas, pruebas. Casi puede escuchar los juicios: exagerada, dramática, teatrera.
Estos días leo encendidas defensas de la inocencia de Plácido Domingo. Argumentan que solo una de las mujeres denunciantes ha dado su nombre públicamente y que no hay pruebas de tales acosos, solo testimonios. Solo testimonios.
¿Han leído estas personas la investigación de Associated Press que desveló el caso? Me cuesta creer que lo hayan hecho. Esta investigación expone el acoso y el chantaje sexual que denuncian nueve mujeres, pero también que otras seis aseguran haber recibido proposiciones incómodas. Pero hay, además, 36 profesionales, sí, 36, entre cantantes, bailarinas, tramoyistas, profesores de música y músicos de orquesta que afirman haber sido testigos de los hechos denunciados o similares.
Es decir, tenemos a 51 personas que hablan de comportamientos de acoso, tocamientos y proposiciones sexuales por parte de Plácido Domingo. ¿Pero todas mienten? Yo, desde luego, no tengo ninguna duda sobre la respuesta a esta pregunta.
Argumentan que solo una de las mujeres denunciantes ha dado su nombre públicamente y que no hay pruebas de tales acosos, solo testimonios. Solo testimonios.
Pero esto no es una cuestión de números. La denuncia de una única mujer debe bastar para que se la escuche y se investiguen los hechos que relata.
Sin embargo, para muchos el testimonio de una mujer no sirve. Tiene que presentar pruebas. Tiene que demostrar que ella no es culpable de acusar falsamente a un varón. Tiene que tener moratones en la cara, una foto con el labio partido, la vagina desgarrada. Tiene que tener las ropas rotas, semen en el ano, heridas de autodefensa. Tiene que denunciar inmediatamente porque, de lo contrario, le van a preguntar por qué no lo hizo antes. Tiene que llevar una grabadora encima, una cámara de vídeo camuflada en su bolso, para que crean sus palabras.
El patriarcado exige pruebas, el feminismo escucha.
Asi nos va, con una sociedad que no reacciona exigiendo mas condenas y mas ayudas ante el asesinato de mas de 1000 mujeres en los últimos 10 años, que no reacciona ante 4 violaciones de media en nuestro país diarias. Son nuestras hijas, nuestras hermanas, novias o amigas. Como hombre, como marido, como padre, me indigna.