Un estudio internacional publicado en Nature ha mostrado que la evolución de las lagartijas ofrece pistas sobre cómo los grandes acontecimientos en el clima y en la geología del Mediterráneo, hace millones de años, no solo extinguieron especies sino que fomentaron la biodiversidad de otras.
Como ejemplo ponen las lagartijas pitiusas, ya que, según el estudio, la mitad de sus genes procede de las lagartijas de la Península Ibérica y la otra mitad de las de los Balcanes y de las islas griegas.
El estudio demostraría que el hecho de que la lagartija ibicenca se originase como un híbrido está detrás de que presenten unas variaciones de colores y detalles tan ricas e interesantes. Explicaría que presenten colores y diseños tan diferentes cuando viven en un entorno de gran proximidad geográfica unas de las otras como son las islas de Ibiza y Formentera.
Mientras el debate está ahora en su pronta extinción a causa de la depredación de las invasoras serpiertes de herradura, el estudio se centra en el origen de esta variedad. Así, historia de esta lagartija arrancaría en la conocida como crisis salina del Messiniense, de hace seis millones de años, cuando el Mediterráneo se secó prácticamente por una acumulación masiva de sal en su fondo y volvió a llenarse de agua al abrirse el estrecho de Gibraltar y generarse una inundación masiva con aguas atlánticas.
Esos cambios dramáticos provocaron un encuentro de especies que habían estado aisladas entre sí y que compartieron genes.
“Creemos que la hibridación ha impulsado la evolución, promoviendo la biodiversidad y la extraordinaria adaptabilidad de determinadas especies”, indica al respecto Tobias Uller, profesor de ecología Evolutiva en la universidad de Lund, en Suecia, experto que ha encabezado el estudio internacional publicado en Nature.