Lourdes Velasco / La coalición de Unidas Podemos afronta el próximo 28 de abril su examen más difícil: las urnas medirán la magnitud de una caída que ya nadie pone en duda. Seguir siendo decisivos pasa ahora por retener los escaños necesarios para tocar poder en un hipotético gobierno de izquierdas liderado por el PSOE.
La convocatoria anticipada sorprendió a Podemos en sus horas más bajas, con Pablo Iglesias fuera de plano al cuidado de sus hijos y el partido sumido en su crisis definitiva con la marcha del ex número dos, Íñigo Errejón.
Si en junio de 2016 muchos se sumaron al «efecto Podemos», las horas bajas han ahuyentado a las confluencias: en Valencia, Compromís irá a las generales en solitario; en Cataluña ha habido una fuga hacia ERC, y en Galicia se ha desmembrado En Marea, de modo que allí sus aliados quedan reducidos a IU y Equo.
Porque a sus cinco años de vida, Unidas Podemos va al ralentí. Las encuestas les sitúan por debajo del 15 por ciento de los votos -el último CIS los dejó en el 14 por ciento- y pronostican que pasarán de tercera a cuarta fuerza, por detrás de Ciudadanos.
Los de Pablo Iglesias manejan proyecciones con datos menos malos y tienen la esperanza de remontar en una campaña en la que apelarán a los indecisos con un mensaje principal: el PSOE quiere mantener el sistema y Podemos es la garantía valiente para defender los derechos sociales.
Hace tres años, la formación morada aspiraba a adelantar al PSOE y a ocupar el espacio de la «vieja socialdemocracia». No lo logró, pero alcanzó cinco millones de votos y 71 diputados. Buena parte de ellos firmaría ahora por formar un grupo con más de 40 escaños.
«Las cloacas del Estado»
La principal aspiración electoral de Podemos es que la izquierda se mantenga en el gobierno -con una fórmula de coalición- frente a un bloque de derechas ante el que activará el discurso del miedo. «El trío de Colón», como denomina Unidas Podemos a la posible unión del PP, Cs y Vox, será el principal enemigo a combatir.
Pero para prevenir el voto útil al PSOE, la coalición de Pablo Iglesias alertará de que Pedro Sánchez representa «la reacción más conservadora», aquella que busca mantener lo que hay. Sin un Podemos tirando hacia la izquierda, el PSOE no habría subido el salario mínimo, ni revalorizado las pensiones, ni ampliado el permiso de paternidad, sostienen desde la formación morada.
La coalición se ha encontrado por el camino con la investigación judicial de «las cloacas del Estado» durante el gobierno de Mariano Rajoy, un tema que se perfila como el núcleo de su campaña y la principal línea de ataque al PSOE.
El robo de un móvil a una asesora de Pablo Iglesias, la supuesta fabricación de informes policiales falsos para debilitar a Podemos y su difusión a través de medios de comunicación afines al PP vienen a apuntalar el relato de Pablo Iglesias: ‘Van a por nosotros porque queremos impugnar un sistema podrido’.
En ese saco cae también el PSOE porque Pedro Sánchez se hizo eco de «mensajes falsos» -la financiación de Venezuela o Irán- y además no ha «limpiado» las cloacas según Podemos, por lo que los de Pablo Iglesias se presentarán como los únicos capaces de actuar contra una corrupción que su líder ha llegado a comparar con la guerra sucia contra ETA.
La formación morada buscará en esta campaña volver a los mensajes movilizadores antisistema de sus inicios. En la primera campaña que no dirige Íñigo Errejón, el discurso clásico de la izquierda arraiga en Unidas Podemos, que lleva de número tres por Madrid a Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista de España (PCE).
Campaña de perfil bajo
Podemos ha diseñado una campaña electoral de perfil bajo, en la que los grandes mítines darán paso a encuentros sectoriales con una mayor interacción entre Pablo Iglesias y el público en el que se irán abordando las propuestas del programa: el rescate de la banca, el agua, empleo, corrupción, sanidad, educación, las eléctricas, la reforma del sector industrial.
Pablo Iglesias iniciará su campaña en Ferrol (Galicia) -donde se ubica una de las sedes de los astilleros de Navantia- y la cerrará en Madrid después de haber reivindicado la II República con un mitin en Euskadi el 14 de abril y de haber celebrado en Barcelona el acto central de campaña.
Navarra, Valladolid, Asturias, Canarias, Málaga, Baleares, Extremadura y Sevilla serán otros lugares clave para Podemos, que, no obstante, focalizará su apuesta en las redes sociales y también en las televisiones, donde Pablo Iglesias se ha prodigado en la precampaña.
Abismo o redención
Podemos asume que en estas elecciones estará al borde del abismo o de la redención. Pablo Iglesias se juega este 28 de abril la continuidad al frente de la formación y no son pocas las voces que hablan de la posibilidad de que, tras este ciclo electoral, se convoque un Vistalegre III del que saldría un nuevo liderazgo.
La propia Irene Montero, portavoz en el Congreso, dijo que «pronto» habría una mujer al frente de la formación. El mensaje en plena precampaña puso sobre la mesa un clima precongresual.
Sin Íñigo Errejón dentro de Podemos y con todos los fundadores ya fuera del partido, menos Pablo Iglesias, la sucesión sería previsiblemente más tranquila. Lo que está por ver es si las urnas y un posterior pacto con el PSOE le dan la posibilidad de hacerlo desde el Gobierno.