NouDiari / A las puertas del inicio de la fase 1 de desescalada, casi todos vivimos este fin de semana una sensación de liberación, de dura prueba superada, entre la esperanza de recuperar nuestra normalidad y el desasosiego por la posibilidad de un nuevo confinamiento. Pero este no es para nada el caso de las monjas de clausura que viven en el convento anexo a la Iglesia de San Cristófol, en Dalt Vila.
Estas mujeres pertenecientes a la orden de las agustinas han escogido el recogimiento voluntario como modo de vida. Mientras el resto de la población andábamos como locos buscando en Internet clases de zumba o recetas de cocina estrambóticas para ocupar nuestro tiempo, ellas invertían el suyo en la oración y la ayuda a los más necesitados. Sin prejuicios ni preguntas.
Así lo anuncia el mosaico que tienen colocado en la entrada de su convento y lo cumplen a rajatabla. Ellas viven blindadas al mundo exterior pero en su convento son anfitrionas de lujo para quien sea que necesite de su ayuda, tanto material como espiritual.
Esta vocación ha sido la que las ha movido. Literalmente se han puesto a balancear sus hábitos, a hacer un vídeo que han colgado en las redes sociales.
A ritmo del “I will follow him” de Peggy March y en unos días en los que ya todos asociamos la lejanía física de familiares y amigos con su distanciamiento emocional, ellas nos envían un mensaje reconfortante para recordarnos que no existen montañas suficientemente altas ni océanos lo bastante profundos como para alejarnos de nuestros seres queridos.
Y convencen, vaya si convencen, porque de mantener los lazos afectivos desde el distanciamiento ellas saben más que nadie. Y, además, nos han enseñado que lo hacen con mucha marcha.
N,Almodovar hauria de vore això…a lo millor feien una peli
Visca ses monges¡