Laura Ferrer Arambarri / Comenzar a ver una serie ambientada en Ibiza pero que sabes que está rodada básicamente en Mallorca ya te pone en guardia. Tampoco ayuda que cuando activas la serie White Lines en Netflix, en la esquina superior izquierda de la pantalla aparezca la advertencia de contenido: Violencia, sexo, drogas.
Sabes que te vas a encontrar más de lo mismo. En eso, no defrauda.
Lo que vas a ver es un nuevo producto sobre Ibiza atestado de clichés. Y los tiene todos. Drogas a toneladas, discotecas, sexo, narcos, música tecno, balconing, sobredosis, pijipis, scorts, lugar-donde-me-encuentro-a-mí-mismo, orgías, budas, yoga, más droga y filosofía nivel Instagram. Todo. Un batiburrillo de todo. Parece que es muy difícil escribir o rodar algo sobre Ibiza que no caiga en un puñado de clichés o en lo estrambótico. Lo que sienten los ibicencos viendo White lines es lo que tienen que sentir muchos colombianos viendo Narcos o muchos gallegos viendo Fariña. Salvando las distancias, porque Narcos y Fariña son mucho mejores como serie de White lines.
Cabría preguntarse qué pasa para que Netflix, probablemente la plataforma con más medios del mundo hoy en día, no haya rodado toda la serie en Ibiza. ¿Es tan caro que no se lo pueden permitir? ¿O es que temen que el Consell de Ibiza (Ibiza Film Office) se lea el guion primero y no les dé permiso de rodaje por la imagen que dan de la isla? Una vez más la marca Ibiza no deja el dinero en Ibiza sino fuera de la isla, en este caso, en Mallorca. Cabría hacer una reflexión: ¿si se van a seguir rodando series y películas sobre Ibiza (se rueden o no en Ibiza) no sería mejor permitir e incluso facilitar estos rodajes y que así, al menos, generen algo para la isla?
Y es que, además, no se digiere bien ese intento de hacer pasar a Mallorca por Ibiza, con algunos descuidos demasiado evidentes. Por citar tres: situar a la protagonista frente a la discoteca Tito’s de Mallorca (con un visible ‘Palma’ en el cartel) o que la familia que maneja la isla, los Calafat, vivan en una possessió mallorquina que no tiene nada que ver ni remotamente con la arquitectura y el entorno de cualquier casa de Ibiza, o que hagan pasar Es Trenc, en Mallorca, por Platges de Comte, en Sant Josep, Ibiza.
El problema principal, además de los clichés, no es la trama en sí, que las hemos visto peores, sino aspectos insalvables como la falta de interés que provocan la protagonista y su hermano fallecido. No consiguen que te importe lo más mínimo el niñato en cuestión y tampoco su hermana investigadora, que mantiene el mismo ceño fruncido en cada capítulo y un rollo pija-que-se-encuentra-a-sí-misma-en-Ibiza que es estomagante. Una vez más asistimos al cliché de la chica inocente y despistada que saca de su interior a la sabueso sexy y ardiente. Bah.
Es cierto que en Ibiza nos puede entrener buscar parecidos entre los Calafat y los Matutes, que son poco evidentes, aunque, quien quiera buscar… algo encontrará, o la coincidencia de que el enemigo de los Calafat se llame Pepe, como Pepe Roselló, que ha mostrado en repetidas ocasiones sus críticas al modelo de ocio nocturno de la familia Matutes. ¿O ese Pepe podría ser Ricardo Urgell?
Podríamos ir a lo fácil y decir que White Lines es una basura. Pero eso hay que matizarlo. La serie entretiene porque en cada capítulo pasa de todo e incluso tiene algunas escenas muy logradas y algunas líneas divertidas. Pero que entretenga no quiere decir que enganche, porque no engancha. Y que tenga alguna escena lograda o algún diálogo interesante solo demuestra destellos en mitad de algo muy plano.
También hay que aplaudir el trabajo de algunos de sus protagonistas, entre los que destaca el portugués Nuno Lopes. Saca adelante su personaje de Boxer, un matón/ portero de discoteca mazado pero sensible, que lee a poetas franceses y ve películas de la Nouvelle Vague. Hay que quitarse el sombrero ante este actor porque vaya tela sacar adelante un personaje como este y conseguir dotarle de encanto.
Otro aplauso merece la producción, nada menos que de los productores de The Crown, porque nadie puede cuestionar que es una serie visualmente atractiva y realizada con muchos medios. Unos medios que disimulan muchos de sus defectos.
La serie se ha colocado en el número 1 de Reino Unido y en lo segundo más visto de España en la plataforma online. Ya sea por el gancho de Ibiza, o porque es fácil de consumir o por las ganas que tiene la gente de ver playas, fiestas y discotecas en mitad de este confinamiento, el caso es que está funcionando muy bien.
Tan bien que ya dicen que hay material para tres temporadas. Lo dicho, si se van a rodar sí o sí, habría que preguntarse si no sería más lógico facilitar e incluso propiciar el rodaje en Ibiza y que, al menos, genere algo para la isla más allá de perpetuar su fama de lugar de sexo, drogas y fiesta.