@Laura F. Arambarri/ Xavier Moret (Barcelona, 1952) ha ambientado en Formentera la quinta novela que protagoniza su criatura literaria Max Riera. Este detective alternativo y algo gamberro nació en el libro Quin paga mana (1997) y, en esta ocasión, se ve envuelto en una complicada investigación tras la aparición de unos huesos en una finca de la isla. En Formentera blues (Editorial Empúries), Riera y su amigo Roc Duran, un periodista recién despedido, viajan a la isla y, con ello, regresan al escenario de su juventud. Así, la investigación detectivesca se tiñe de nostalgia y también de crítica a los excesos del turismo de masas.
Escritor y periodista especializado en viajes, Moret cuenta con una nutrida bibliografía y con una amplia experiencia como redactor en El País, La Vanguardia, El Periódico y TV3.
Formentera Blues acaba de salir al mercado en catalán y es posible que aparezca también en castellano, como las tres primeras novelas de la saga del detective Riera.
La novela Formentera Blues transcurre prácticamente por completo en la isla y la protagoniza un personaje, Max Riera, que vivió seis meses en ella durante su juventud hippy. ¿Le une eso a su personaje? ¿Qué relación tiene con Formentera?
Max Riera ha vivido más que yo en Formentera [ríe] He estado varias veces en la isla pero nunca por periodos largos. Fui por primera vez a los 19 años, pero no tuve una experiencia tan hippy como la de Max Riera. Estuve en la Fonda Pepe, en las playas, en La Mola… pero pocos días. Luego he ido volviendo periódicamente porque es un lugar que me gusta mucho.
Formentera, quizás por no tener aeropuerto, ha mantenido esa esencia mediterránea que a mí me gusta tanto
Formentera Blues no es una novela negra al uso. ¿Ha jugado con los géneros?
A la novela negra le van bien los ambientes urbanos y, en cuanto la sacas de ahí, queda muy rara, es cierto. Los conceptos novela negra y Formentera parece que no se entienden demasiado bien [ríe] Esta novela no tiene ese negro profundo que tiene la novela negra americana o la nórdica, en la que hay mucha sangre y mucha oscuridad. Encima le he añadido humor y una visión crítica y humorística del entorno social. Además está el protagonismo de Formentera, que es un personaje más en la novela. Un amigo que la ha leído recientemente me decía que he hecho una mezcla de libro de viajes, novela negra y novela de humor… Ha salido así. Pero en el fondo sí es una novela negra porque lo que sirve de hilo conductor es la intriga que se crea a raíz de la aparición de unos huesos humanos.
A lo largo de la novela hace una crítica evidente a la transformación que ha supuesto el turismo de masas tanto para Barcelona, donde arranca la trama, como para Ibiza y Formentera.
No soy crítico con el turismo. Todo el mundo tiene derecho a viajar donde quiera. Yo mismo viajo mucho para escribir libros y reportajes de viajes. Pero sí es cierto que el turismo de masas han hecho que ciertos lugares se transformen para ofrecer al turista algo así como una caricatura de lo que son. Esa transformación es lo que yo critico. Más que enseñar la autenticidad de lo que son, lo que hacen es disfrazarse de lo que se imaginan que quiere ver el turista con lo cual traicionan a su espíritu y acaban siendo otra cosa. De todos modos tengo que decir que Formentera, quizás por no tener aeropuerto, ha mantenido esa esencia mediterránea que a mí me gusta tanto y que es la que hace hace que vuelva periódicamente a la isla. Es un lugar todavía maravilloso, excepto en los meses de temporada alta, julio y agosto, sobre todo, cuando hay quizás demasiado ruido, demasiadas motos y, quizás, demasiada gente.
El turismo de masas han hecho que ciertos lugares se transformen para ofrecer al turista una caricatura de lo que son.
En un momento del libro cita a Josep Pla, cuando dice de los formenterenses son una gent feliç que aspira a la infelicitat, a complicar-se la vida.
Eso ha pasado en las islas y en toda la costa española. Josep Pla escribió eso en los años sesenta y me parece acertado. Era una gente feliz la que vivía en aquellas islas y parecen aspirar a la infelicidad, que es complicarse la vida. Pero es lógico. Cuando vives en un mundo rural, donde circula poco el dinero, ves llegar el turismo como garantía de dinero rápido y fácil… Eso es lo que ha pasado en esos lugares, donde el turismo ha cambiado la manera de ser de la gente y de los pueblos.
En la novela también aborda la crisis masculina de los 50, eso tratar de ser joven de nuevo volviendo al lugar donde se fue joven.
[Ríe] Pues sí, bien visto. Evidentemente tengo a dos personajes que son dos cincuentones y que viajan al lugar donde fueron jóvenes y felices cuando tenían 20 años. Es inevitable que haya un repaso no solo del paisaje que los rodea sino de su propia vida, de cómo han ido cambiando ellos y cómo, a los 50, eso de ser joven ya queda un poco lejos, aunque no renuncies a ello.
La crisis del periodismo también está presente a través del personaje de Roc Duran, un redactor recién despedido, que despotrica de la profesión sin cortarse. ¿Es tan pesimista con el periodismo como Roc?
No soy tan pesimista, no. Aunque tengo muchos amigos a los que les han despedido de sus periódicos a los 50 años y tienen problemas. Es evidente que el mundo del periodismo ha cambiado, tanto por la irrupción de los medios digitales como también por la evolución propia del diario y porque muchas empresas han preferido contratar a jefes de personal antes que a directores periodísticos. Esto tenía que salir también y, evidentemente, sale porque Roc tiene la cicatriz del despido muy reciente. Tiene que soltarlo todo y lo suelta con rabia y sin distanciamiento porque le afecta en ese momento.
La generación hippy que estaba por Formentera en los años 60 y 70 no se puede concebir sin la música, que fue un elemento clave como lo fueron los viajes y cierto tipo de drogas.
La novela es todo un compendio de referencias musicales de la juventud de Max Riera como Bob Dylan, Pink Floyd o King Crimson; también cinematográficas como Easy Rider o literarias como Kerouac, Tolkien, Hesse…
La generación hippy que estaba por Formentera en los años 60 y 70 no se puede concebir sin la música, que fue un elemento clave como lo fueron los viajes y cierto tipo de drogas. Si quería reflejar esa época tenía que insistir en la música que envolvía los ambientes de aquellos tiempos. Además, entonces, cuando no había redes sociales ni tantos medios de comunicación, lo que circulaba de mano en mano eran algunos libros que se convertían en ‘obligatorios’ como El lobo estepario y Siddhartha de Hermann Hesse, El camino del zen de Alan Watts, El señor de los anillos de Tolkien… He querido reflejar que el movimiento del hippismo, que aspiraba a una utopía de paz y de vivir en más armonía con el universo, también tenía unos libros de base y una música que le acompañaba en todo momento. Entre la música cito bastante a Pau Riba, porque él vivió muchos años en Formentera y grabó un disco allí.
Y hace referencia a la famosa leyenda del paso de Bob Dylan por Formentera…
En Formentera, tarde o temprano, hay alguien que te saca el tema de Dylan [ríe]. Te dicen que uno estuvo jugando con Dylan al ajedrez, que el otro lo vio tocar en la Fonda Pepe y que aquel le vio bañándose en pelotas en la playa de Tramuntana. Como hablamos de una novela negra en la que el personaje de Max Riera tiene que investigar algo que ocurrió hace 40 años, el mito de Dylan en Formentera me sirve para hacer broma sobre cómo el paso del tiempo va deformando los hechos y se van creando y creyendo leyendas. Quizás estuvo, pero yo lo dudo… Ese mito no se acabará nunca hasta que el mismo Dylan diga: “Estuve”… o “no estuve”.