Yo, que nunca he parido un bebé, ahora te cuido,/ te alimento, te limpio, papá, niño mío.
Maribel Andrés Llamero, de su libro ‘80.000 soldados de terracota’ (Ed.Sloper)
Pienso en ti. Sé quién eres. Crees que eres invisible, pero no lo eres. Yo te he visto. He visto cómo arrastras cercos oscuros bajo tus ojos desde hace semanas, tal vez meses. Sé que te levantas varias veces cada noche para acompañarlo al baño con delicadeza y entre susurros. Sé que hace tiempo que no has visitado una peluquería y que, cada vez que ves tus raíces blancas en el espejo, das gracias a Andie MacDowell por haber puesto de moda las canas. Sé que, a veces, caminas por la calle con una cierta sensación de irrealidad porque hace demasiados meses que te has apeado de la rueda del mundo. Porque tu mundo es una casa en un pueblo o un piso en la ciudad donde ahora cuidas de tu padre o de tu madre. Se han hecho mayores. Es ley de vida.
Sé que respiras hondo y te colmas de toda la paciencia que puedes para soportar algunas malas palabras, algún manotazo al aire lanzado desde una demencia cada vez más notable. Sé que intentas cuidar con mimo y cariño a una persona que, tal vez, no te cuidó a ti de esa manera tierna.
Sé que eres una mujer, que probablemente tengas entre 45 y 64 años. Sé que es posible que hayas renunciado a tu trabajo fuera de casa para ocuparte de todo, o que hayas hecho malabares para compaginarlo después de contratar a una mujer para que te ayude durante esas horas en las que produces para una sociedad que sigue sin valorar los cuidados.
Sé, claro que lo sé, que tienes las lumbares machacadas y que el otro día te diagnosticaron túnel carpiano por levantar a pulso cada día a ese «bebé» de 90 años y muchos kilos que cuidas ahora.
El Instituto Nacional de Estadística también lo sabe: el 85% de los cuidados a las personas mayores son proporcionados por una mujer. La media de edad está en los 52 años.
Otra cifra muy similar corrobora estos datos: el 87% de las personas que acuden a los talleres de la Escuela de Cuidadores de la Fundación la Caixa son mujeres en torno a los 50 años. El 62% de ellas cuida a alguno de sus progenitores. Otras cuidan a los progenitores de su pareja. Otras son cuidadoras contratadas por horas o a jornada completa.
Muchas de estas mujeres reconocen un estado de ansiedad y estrés bastante constante: el 57% había vivido una situación estresante en el último mes.
Una de cada tres mujeres lleva más de cinco años (repito, más de cinco años de su vida) cuidando a una persona mayor, y un 32% lo hace de forma continuada (las 24 horas del día).
«¿Me cuidarás cuando sea viejito?», escucho que le pregunta un padre a su hija mientras meriendan en una cafetería. Ella responde que sí. Él la mira contento y le acaricia el cabello. A su lado, su hijo varón juega con una consola, ajeno a la escena. Pero claro, la igualdad que reclama el feminismo en este 8M ya está más que conseguida, ¿verdad?
Cierto es que cada vez más hombres se están implicando en los cuidados, pero las cifras siguen siendo las que son. Sorprendentemente, dos exitosos trabajos cinematográficos recientes, un documental y un corto de ficción sobre los cuidados a los mayores, los protagonizan dos hombres cuidadores. Son 100 días con la tata y París 70. Visibilizan los cuidados, pero los protagonizan dos hombres, lo que no deja de ser una excepción. Tal vez, ahora que lo pienso, estos dos trabajos sean una buena manera de acercar el mundo masculino al de los cuidados. Mi recomendación, sin embargo, es Cinco lobitos, de la directora vasca Alauda Ruiz de Azúa, donde el relato es más real porque las cuidadoras son ellas.
Buscad apoyo, cuidaos física y mentalmente, e intentad que los cuidados no eclipsen vuestras vidas. Pero recordad: el problema no es vuestro, sino de una sociedad que da la espalda y todavía no valora lo suficiente el hecho de que los cuidados de las mujeres sostienen el sistema.
A vosotras, las cuidadoras, va dedicado este artículo por el 8M. Gracias.