En algún momento todos hemos inflado un globo poco a poco. La mayoría de las veces hemos tenido suerte porque hemos podido parar a tiempo antes de que reviente. Pero, ¿qué pasa cuando el globo finalmente explota?
Vamos a remontarnos a los gloriosos años del turismo de calidad, en la década de los 80. Esos eran los años en que no había nada entre el Hotel Algarb y los Hoteles Playa d’en Bossa y Don Toni. Cuando podías buscar espárragos en los campos donde hoy en día tenemos montañas de tierra. Eran los días en que se podía escuchar la campana de la pequeña iglesia de Sant Francesc de Ses Salines desde sa Sal Rossa, o quizás desde más lejos. A nuestra isla llegaban familias, parejas, grupos de amigos y jóvenes, muchos jóvenes, y la mayoría eran turistas británicos. Todos tenían algo en común: habían ahorrado durante todo un año para disfrutar de sus vacaciones, pero de una forma sana y respetuosa. Las familias iban a Es Canar, Santa Eulària, Cala Llonga, Playa d’en Bossa y la bahía de Sant Antoni. Los jóvenes iban al centro de Sant Antoni, para estar muy cerca del famoso West End, el lugar con más bares por metro cuadrado en Europa. Teníamos discotecas como Star Club, Es Paradis, San Francisco, Koppas, Playboy… Todos disfrutábamos, había un buen ambiente, y salvo alguna reyerta de vez en cuando, el ocio nocturno se consideraba bueno, y no el desmadre total que tenemos hoy en día.
Podemos comparar el turismo de entonces con nuestro globo de hoy. No llegó a explotar porque todavía no estaba «en su punto». Por desgracia, eso no es el caso en la isla hoy en día. La isla está a punto de explotar debido a la pasividad de nuestras instituciones durante todos estos años.
Señoras y señores de la política, ya no podemos más, y el globo finalmente ha estallado. Nos está salpicando por todos lados.
En los años 2000 llegó el fenómeno de los vuelos low cost. Todos querían y quieren vuelos baratos, ¿pero a qué coste? ¿Los que vienen en vuelos low cost aportan algo a la isla? Según los datos de AENA, en el año 2023 casi 3.800.000 turistas llegaron a la isla, un incremento del 1,94% respecto al año anterior y desde 2019 un incremento del 52%. Dividiendo ese número entre 12 nos da 316.666 turistas al mes, pero todos sabemos que en los meses de invierno apenas llegan turistas. Sin embargo, en la isla tenemos 100.000 plazas hoteleras legales, lo que nos da un total de 1.200.000 turistas al año. ¿A dónde van los otros 2.600.000 turistas? La gran mayoría irá a alquileres ilegales, donde los que alquilan, además de no declarar los ingresos, están privando a muchos trabajadores, sobre todo de primera línea, de acceso a una vivienda digna. Este problema afecta no solo a los residentes de la isla, sino que nuestra juventud se verá exiliada de su casa y familia, y la isla podría enfrentarse a una situación similar a la de la «España vacía», no por falta de personas, sino por la falta de ibicencos e ibicencas. La construcción de viviendas sociales es muy baja; parece que no hay terrenos para viviendas, pero sí hay terrenos de sobra para hoteles de lujo y beach clubs, muchos de ellos en terrenos catalogados como BIC, parques y reservas naturales.
Tenemos una isla de 572 kilómetros cuadrados, sin la infraestructura ni los recursos para recibir a tanta gente. La falta de agua es una situación muy precaria, sobre todo en la isla de Formentera. Sin embargo, leemos que hay camiones transportando agua para llenar piscinas y regar jardines en villas y casas grandes, lo que indica que las prioridades del pueblo de Pitiusas están muy por debajo de las de la gente adinerada.
La falta de alquileres ha traído consigo el lastre de asentamientos de caravanas y tiendas de campaña de trabajadores, además de la llegada masiva de caravanas desde la península para ofrecer estancias vacacionales en estas mismas caravanas, como podemos ver en las páginas web de Airbnb. Incluso hay propietarios de pisos que viven en caravanas y alquilan ilegalmente sus viviendas, algo que hemos visto en reportajes de televisión y en la prensa.
Desde 2016 se cobra la ecotasa en Baleares con el siguiente fin: La ecotasa es el «impuesto sobre estancias turísticas y para el impulso del turismo sostenible» en Baleares. Fue aprobada por el Parlament en marzo de 2016 y comenzó a aplicarse en las islas el 1 de julio de ese mismo año. “La ecotasa o tasa turística es un impuesto que se aplica en ciertos de destinos turísticos con el objetivo de reducir el impacto medioambiental y generar conciencia del turismo responsable. El dinero recaudado de la ecotasa se invierte en acciones de conservación del medio ambiente y sostenibilidad».
El medio ambiente está siendo dañado continuamente con las excursiones en ‘buggy’ por los campos y el interior de la isla, sobre todo en el Parque Natural de Ses Salines, Sa Caleta (patrimonio de la humanidad), entre otros muchos sitios.
Hay un agravio comparativo entre los turistas que llegan a la isla y los que van a hoteles «legales». Los que llegan para alojarse en alquileres ilegales, casas privadas, villas privadas o caravanas no pagan la ecotasa. Suponiendo que hay 260.000 turistas sin reserva en hoteles entrando cada mes por nuestros aeropuertos y puertos de Ibiza y Formentera, las islas están perdiendo muchísimo dinero. Proponemos que la ecotasa se cobre en los aeropuertos y puertos, incluyendo los cruceros, y así la recaudación será mayor, y por supuesto habrá más control sobre a dónde van los turistas.
A partir del 1 de enero de 2021, los ciudadanos británicos, como cualquier nacional de un tercer país, deben cumplir con los requisitos de entrada establecidos en el Código de Fronteras Schengen, entre los que se encuentran la necesidad de justificar el objeto y las condiciones de la estancia prevista, disponer de medios de subsistencia suficientes tanto para el período de estancia previsto como para el regreso, y la estancia no podrá superar los 90 días por período de 180, sea en una o varias visitas. Los británicos deben identificarse con su pasaporte y estarán exentos de visado.
Ciudad sin ley