Ser una persona trabajadora pero, a la vez, pobre es algo que nos suena a país en vías de desarrollo, a jornadas de 14 horas y a un sueldo de miseria.
Ibiza no es un país en vías de desarrollo y los sueldos los hay de muchos tipos pero de miseria, en principio, no hablamos. El problema llega cuando tu sueldo no te da. Realmente tras pagar el alquiler, las facturas, llenar el depósito y hacer una compra medianamente decente te encuentras, a día 5 o 6 del mes, con que te queda lo justísimo para arrastrarte por los restantes 25 días hasta la siguiente nómina, calculando cada gasto, renunciando a casi todo y llenando la nevera de marcas blancas y menos productos frescos y de calidad de lo que tocaría.
La frustración es enorme porque no te acabas de explicar para qué trabajas tanto, para qué te has formado tanto, cuando pasan los años y no consigues vivir mejor sino peor cada vez.
La inflación en esta isla es tan brutal que cualquier gasto extra, desde una reparación del coche a un dentista, se convierte en un agobio, y ahora, con los nudillos de Hacienda sonando en la puerta, solo queda fraccionar pagos y sobrevivir.
Y esto pasa una factura muy elevada. El miedo a cualquier imprevisto eleva la ansiedad y, con ella, llegan problemas de salud y falta de sueño.
Como no podemos o creemos que no podemos hacer nada ante la ridícula carestía de la isla nos atiborramos a valerianas y melatonina por las noches para calmar los nervios y las preocupaciones que no nos dejan dormir y, si la cosa se complica, ya no queda otra que recurrir a un médico que te recete benzodiazepinas, fluoxetinas o similares. Sale más barato que los suplementos naturales o que pagar un Psicólogo, desde luego.
Los trabajadores ya no le encontramos sentido a nuestras jornadas por un resultado económico que apenas nos da para sobrevivir en la isla. Hasta los más afortunados, los que tienen buenos sueldos o trabajos con lustrosas propinas, ya empiezan a quejarse porque ni a ellos les da cuando pretenden cobrarte 3.000 euros por un alquiler, tenemos la gasolina más cara de España, los supermercados ‘de marca’ son ridículamente caros y salir a cenar y tomar una copa (salvo por cuatro excepciones) parece como someterse voluntariamente a un atraco a mano armada.
Lo peor de todo, como casi siempre pasa en la vida, es no admitir la realidad y no visibilizarla. Nos da vergüenza admitir nuestras dificultades económicas en un panorama en que todo es aparentar e ‘instagramear‘ la vida.
Laura Ferrer Arambarri
Lo peor de todo, como casi siempre pasa en la vida, es no admitir la realidad y no visibilizarla. Nos da vergüenza admitir nuestras dificultades económicas en un panorama en que todo es aparentar e instagramear la vida. Pero no somos clase media, somos clase trabajadora y eso tenemos que tenerlo claro. Cuando necesitas el sueldo del mes siguiente para vivir y tus ahorros son eso, unos ahorros y no el búnker de monedas del tío Gilito, no eres clase media siquiera. Soñamos con que nos toque la lotería en lugar de reclamar mejores sueldos y medidas contundentes contra los abusos en alquileres y el descontrol de precios.
Nos engañamos a nosotros mismos porque no mola ni es cool estar en ese grupo. El de los trabajadores pobres. Buscamos chollos y outlets para no admitir que no tenemos ni para ropa decente más allá de unas rebajas pero, eso sí, nos retratamos con un mojito en la playa o en unas vacaciones pagadas muy probablemente con Visa. No es que nadie quiera ser pobre, es que nadie quiere aparentarlo. Es una cosa absolutamente perversa. Lo que importa es que no se note.
Por eso es tan difícil la movilización, porque nadie quiere mostrar que forma parte de la orilla izquierda, del lado de los trabajadores precarizados por una isla imposible de pagar. La aporofobia es lo que reina en nuestra sociedad, muy por encima de la xenofobia. Porque si el extranjero es rico no hay color de piel que lo margine.
Ahora que se están organizando movilizaciones para visibilizar lo flagrante, es hora de saber y manifestar qué somos y de qué lado estamos. O si preferimos seguir siendo pobres… pero que no se nos note.
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Tal cual!! Esa es la realidad, estamos condenados a morir de postureo. Gracias por este artículo, que debería ser de obligada lectura.
Lo has clavado. Bien descrito. Como isla nos vamos a la mierda con mucho glamour
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