En 2017 se interpusieron en Baleares más de cinco mil denuncias por violencia machista, situando a las islas como la primera comunidad autónoma en número de víctimas: una de cada cien mujeres. Y no sólo eso: el número de denuncias aumentó respecto al ejercicio anterior en 3 puntos. Son datos del Consejo General del Poder Judicial que reflejan sólo una pequeña parte de una realidad mucho más compleja. Por un lado, no todas las agresiones o abusos machistas se denuncian. Por otro, esos casos -los más extremos- son la punta del iceberg de un conjunto de conductas machistas socialmente normalizadas y aprehendidas tanto por hombres como por mujeres.
Acabar con la violencia machista es algo que debe abordarse desde múltiples ámbitos, no sólo desde el judicial o el policial, porque empieza mucho ante del primer bofetón, del acoso o de la violación. La violencia machista comienza con los ‘micromachismos’, esos comportamientos supuestamente inofensivos tan arraigados que en muchos casos no somos conscientes de lo ofensivos que resultan. La violencia machista comienza con el control psicológico o económico del hombre dentro de la pareja, con el chaval que espía el móvil de su novia, que trata de aislarla de sus amistades, que le dice cómo vestirse o dónde y a qué horas salir. La violencia machista comienza con el piropo no buscado, el acoso callejero o el manoseo sin consentimiento en el transporte público.
Este pasado 8 de Marzo las mujeres, en general, y el Movimiento Feminista, en particular, hemos demostrado que no estamos dispuestas a seguir aceptando el rol que esta sociedad nos ha reservado durante siglos y que queremos que las medidas en pos de una igualdad real se aceleren. La educación es clave, por supuesto, y es necesario que todos los educadores estén formados y concienciados. Como también lo es la exigencia de una verdadera corresponsabilidad por parte de los distintos agentes sociales. De nada servirá que expliquemos en el colegio cómo tratar a niños y niñas por igual si desde los medios de comunicación les siguen bombardeando con imágenes de mujeres hipersexualizadas valoradas únicamente por su físico.
Por suerte, esta sociedad está cada vez más concienciada. Siguen publicándose anuncios sexistas, sí, pero cada vez hay más personas que se dan cuenta de ello y que se atreven a denunciarlo. Como cada vez hay más mujeres que rompen el silencio y abandonan a sus maltratadores. O que se enfrentan al tipo que las acosa verbalmente por la calle en vez de quedarse calladas y sentirse culpables al llegar a casa. Ahora es tiempo de que las instituciones hagan lo propio y sepan dar una respuesta más adecuada a esta nueva realidad social. Debemos contar con profesionales específicamente preparados para tratar un caso de violencia machista tanto en el ámbito judicial, como en el policial o el de servicios sociales.
El camino hacia la igualdad será largo y será difícil, pero es importante ir dando pasos. El primero de ellos quizá sea dejar de demonizar a las mujeres que luchan por sus derechos y empezar a escuchar su mensaje. La palabra ‘feminismo’ debe dejar de ser tabú o de tener, incluso, connotaciones negativas, porque no es otra cosa que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Cualquier otra acepción es un invento de aquellos que temen perder sus privilegios. Y es que, como decían algunas acertadas pancartas en la manifestación del otro día: lo contrario al feminismo no es el machismo, lo contrario al feminismo es la ignorancia.
Por Irene Ruiz Roldán, Àrea de la dona d’EUIB, Eivissa.
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