En el programa de radio Más de uno, Alsina le dice al presidente Sánchez que cuando entrevistó a la vicepresidenta Calviño ella dijo que cree en un feminismo y unas políticas de Igualdad que se lleven desde la conciliación y no desde el conflicto. Alsina pregunta al presidente Sánchez: «¿Significa que en esta legislatura las políticas de Igualdad llevadas por Irene Montero se han llevado más desde el conflicto que desde el entendimiento?».
Sánchez, con un tono demasiado conciliador, a mi gusto, contesta lo siguiente: «Sobre todo, hay un ciudadano, hombres entre cuarenta, cincuenta años, que han visto que algunos discursos, no tanto las políticas, que algunos discursos han sido, digamos, incómodos hacia ellos, y sí, coincido con la vicepresidenta».
Ahora el combustible de Sánchez es promulgar la certeza de que la Señora Montero y su “Feminismo” se ha antojado un discurso demasiado agresivo. Lo que cabría pensar es que es lo mismo que reconocen y reproducen los partidos de la derecha española y que, además, así le está regalando la campaña, tanto monta monta tanto.
También tenemos el testimonio viral del expresidente Zapatero en la entrevista que le hizo Xabier Fortes para el programa La noche 24H. Zapatero, eso sí, usa un tono de voz vehemente, diciendo lo siguiente: «El gran cambio de España, el mejor cambio de España, ha sido el avance que han protagonizado las mujeres en la participación en el trabajo, en sus derechos, en su libertad, en su dignidad, en su igualdad, en su reconocimiento».
El analista político Manu Levin se atreve diciendo: «El expresidente suena como un revolucionario».
Pero, lo peor, es que esto nos demuestra y nos da clara evidencias de la deformación que está sufriendo el Partido Socialista Obrero Español.
Zapatero ha dado ejemplo, anteponiendo al político sobre la persona.
Lo cierto es que el movimiento “Feminista” ha tomado un impulso significativo este último lustro. Pero lo que estas últimas semanas está aconteciendo con el Feminismo es, sin duda, de un trascendencia mucho mayor, ahora se puede tildar ya de “Revolución”.
Todo el discurso electoral para las de julio gira primordialmente sobre el tema feminista. Todos los partidos de derechas e incluso los socialistas se han afilado las garras, han sacado los dientes y han empezado a degollar cabezas y derramar sangre; todo un escenario propio de ese impulso político cuando se acercan las urnas, y esta vez el feminismo es cabeza de cartel. Incluso dejando en el banquillo al COVID o la guerra de Ucrania.
Esto es de una relevancia y significancia enorme y es gracias a una lucha sin paragón encabezada por la Ministra de Igualdad, Irene Montero, quien ha sabido provocar a los complejos, las inseguridades y, sobre todo, el desconocimiento de esos aparatos reaccionarios que han tomado medidas incluso de carácter irracional. Todo lo necesario para generar ese circuito en que, sin quererlo, están consiguiendo enarbolar una sensación y realidad mucho más sustancial, sólida y elevada para con el Feminismo.
Las revoluciones necesitan ser apodadas con todo tipo de adjetivos ignominiosos. No cabe duda de que ese es el ingrediente secreto que las eleva a crear un cambio social, cuando hay evidencias sintomáticas de peligro o amenaza. A partir de ahí se lo toman en serio, eso construye el cuerpo sólido que le va a dar nombre y forma.
En otro corte de la entrevista de Alsina al presidente Sánchez, éste alega lo siguiente: «Son públicas y notorias esas discrepancias que he tenido con la ministra de Igualdad, pero en una legislatura en la que hemos sufrido una pandemia y ahora estamos sufriendo una guerra, lo que he intentado primar y antepuesto es la estabilidad institucional y la estabilidad política».
La periodista Inna Afinogenova analiza las palabras de nuestro presidente con maestría y finura y dice: «traducción: no son tiempos para cosas de chicas, los adultos estamos haciendo política con mayúscula».
Para terminar de afianzar este nudo quiero recoger un fragmento del activista y ensayista Raúl Sánchez Cedillo que es muy clarificador: «El régimen de guerra es una huida hacia adelante de un proyecto europeo completamente secuestrado por las oligarquías, que prefieren la guerra y los estados de alarma y excepción a cualquier ensayo de New Deal o de dialéctica reformista entre luchas sindicales, feministas, migrantes, ecológicas y LGTBI».