El deporte humilde, el que no acapara portadas, ese que apenas sale por la tele, que no genera millones y que no tiene detrás una amplia y vociferante masa social, no es importante. Y si hay que patearlo y pasarle por encima con una apisonadora para que el fútbol arrase con todo, se hace. Y punto. Así piensa el Ayuntamiento de Ibiza, así trata a los modestos, así actúa con los atletas ibicencos, a los que les echa el freno de mano sobrecargando de actividades la pista de atletismo de Can Misses y privatizando una parte de ella en favor de un club al que también se le ha cedido en exclusividad el estadio municipal de fútbol, la mayor instalación deportiva de Vila y de la isla, así como una parte de la zona polideportiva anexa a la piscina de este complejo, al otro lado de la calle Campanitx. El nuevo dueño de todo.
Nadie niega los méritos y las prebendas con las que se deba agasajar a la UD Ibiza por su ascenso a Segunda A, pero hasta muchos de sus aficionados piensan y dicen en voz alta que la problemática solución que la administración local se ha sacado de la chistera no es ecuánime. Que va en perjuicio de clubes que gozan de una gran estima y respeto en el municipio, en la isla y en el archipiélago, como el CA Pitiús, avalado, además, por sus resultados a nivel nacional e internacional, y que de ninguna de las maneras merece el desprecio con el que ha sido tratado por el consistorio. Hablen con ellos, con los directivos, los atletas, los padres… y que les expongan sus quejas y sus razonamientos, si no han quedado meridianamente claros y perfectamente reflejados en los medios de comunicación durante las últimas semanas.
Luego están esos pocos que hacen mucho ruido para que parezca que son más de los que se cuentan y que aprenden rápido del hooliganismo propio del fútbol profesional. Esos que cargan en redes sociales con improperios, con desmesura y con rabia hacia todos quienes no les besan el escudo ni les hacen una genuflexión a su paso. Estos la estima se la tienen únicamente a ellos mismos, a nada ni a nadie más. Hay formas y formas de expresarse, de decir las cosas, y la que emplea esta minoría no le hace ningún bien a su club ni al deporte en general, pero de todo debe de haber en este mundo, por suerte o por desgracia.
Tanto el alcalde, Rafa Ruiz, como la concejala de deportes, Elena López, ambos del PSOE, lo pueden negar todo y decir que aquí no ha pasado nada. Que está todo bajo control. Que han obrado de forma correcta. Hasta pueden cantar misa. Allá ellos con sus conciencias, más próximas a la gravitación que a la calle Aragón, Vía Púnica, Avenida España, Ignacio Wallis o cualquier mercado de esos a los que los políticos sólo van una vez cada cuatro años. Los hechos, para infortunio del alcalde, de su mano derecha y de su partido, que sin duda saldrá perjudicado de todo este embrollo, no tienen un desmentido posible, son los que son. Han conseguido enfadar y dividir a clubes, deportistas, aficionados, directivos y entrenadores en un tiempo récord. Para que luego digan que no saben de deportes ni de marcas.
Rafa, Elena y sus asesores, plusmarquistas municipales del cabreo general y de las rencillas personales, pueden repetir una y otra vez -muy propio en ellos- ese mantra de que todos los que apoyan al atletismo y defienden los derechos de la modalidad deportiva más laureada de la isla y que no piensan como ellos son del PP, o de otros partidos políticos. Quizá al final lo consigan. Van en camino. Es lo que suelen decir cuando no les bailan el agua. Alcalde y concejala se creen, incluso, en la potestad de recomendar a los presidentes de algunos clubes del municipio a quien les conviene tener y a quien no en su junta directiva, todo en función de la ideología que gasten, claro está, como así han hecho en más de una ocasión, aun a riesgo de seguir dilapidando a marchas forzadas su ya de por sí debilitada credibilidad.
Aunque pueda parecerlo y algunos no me crean o no me lo perdonen, cosa que me da exactamente igual, dicho sea de paso, este artículo no va en contra del fútbol, ni de la UD Ibiza, ni del equipo de gobierno del consistorio, que pasará y vendrá otro igual de malo o de bueno o de peor, como ha ocurrido siempre en política. Sino que trata de lo fácil que es hacer las cosas bien y lo mal que se han hecho en este caso.
Porque lo más sencillo hubiera sido buscar, alquilar o comprar un terreno cerca de Can Misses en el que construir un campo de entrenamiento para la UD Ibiza y permitir al CD Ibiza jugar de forma transitoria dos veces al mes, una cada quince días, en el estadio de Can Misses mientras se construye otro campo en condiciones en el municipio, cosa que ya ha sido anunciada. Una nueva instalación que dé respuesta a la demanda, que otra vez ha superado las previsiones de quienes deben adelantarse a las necesidades del pueblo, en este caso del deporte, de los clubes de casa, de los que ha tirado del carro cuando el panorama deportivo municipal era desolador. Los que han estado siempre al pie del cañón para que todos los niños y adultos pudieran practicar ejercicio y detrás de los que hay personas que han dado y dedicado su vida a ello desde el altruismo.
Tiempo ha habido de sobra para contentar a todos, para alcanzar un acuerdo consensuado, pero ha faltado voluntad política y ganas de hacer las cosas bien, como toca, como hubiera sido lo normal. El propio Ayuntamiento de Ibiza decía hace escasamente un mes en un comunicado de prensa que llevaba más de un año trabajando de forma estrecha con la UD Ibiza para tenerlo todo preparado, listo y atado si llegaba este momento, el del anhelado ascenso de categoría y la irrupción de la isla en el fútbol profesional.
Y en todo este tiempo no hubo un segundo para explicar a los clubes que iban a verse afectados por los cambios -que solo fueron negociados con la UD Ibiza- cuál iba a ser su nueva situación, su nuevo status. Ni si les parecía bien, mal o regular o qué alternativas se proponían desde sus entornos, en todo caso. No se abrió una sola ventana al debate, al diálogo, al entendimiento ni a buscar de forma conjunta la mejor de las soluciones posibles para el deporte municipal, que es de lo que se trata. Y esto no es discutible ni interpretable, es el relato de lo que ha sucedido. Les guste o no.
Hasta que se presentó un proyecto cerrado ante el que las entidades que hoy se sienten perjudicadas no tuvieron la oportunidad de cambiar ni una sola coma, ni se les tuvo en cuenta ni se les escuchó. Además, cualquier opinión que han dado al respecto ha sido tomada como una afrenta por parte del alcalde y de la concejala de deportes (sin ningún tipo de experiencia en la materia), incapaces de torear una vaquilla.
Desde el consistorio y su equipo de gobierno (PSOE-Podemos) dirán que han hecho lo mejor para el deporte, para la isla y para el turismo, pero si eso fuese cierto no se hubiera montado la que se ha montado y la imagen del deporte que se está proyectando en el exterior no sería la que es, con atletas olímpicos y deportistas de primer nivel y reputados periodistas de medios nacionales solidarizándose y haciéndose eco del maltrato al que se ha expuesto al atletismo ibicenco por parte del Ayuntamiento de Ibiza.
Ahora ya es demasiado tarde. El convenio de cesión ha sido denunciado en los juzgados y el poco o nada reparador intercambio de declaraciones entre unos y otros, con amenazas veladas por parte de la concejala de deportes hacia quienes han osado dar su punto de vista o llevarle la contraria, porque ella, por lo visto, sabe más que nadie, impide cualquier acercamiento amistoso y una conciliación satisfactoria para todas las partes. Y así vamos.
Por Vicent Ribas