@Julio Herranz/ Ya lo decía don Antonio: «Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar». Y en ese fatal tránsito vital hay cosas que nos gustan más que otras. Por ejemplo, visto desde el agobio que para muchos residentes de estas islas significa la temporada estival, recibimos con alivio y hasta cierta euforia la llegada del otoño, cuando, por razones climáticas, toca bajar la persiana de los negocios que, sí, por supuesto, son la gasolina imprescindible para que nuestra economía alcance los niveles necesarios para tirar adelante con nuestros parámetros de bienestar social, pero que al mismo tiempo, y dados los abusos y el desmadre que comporta la mala regulación de las normas de convivencia, el verano acaba convirtiéndose en un caótico sálvese quien pueda. Hay que hacer caja, y todas las consideraciones al margen pasan relegadas a un segundo lugar. Ya habrá tiempo el resto del año para justificar los excesos y poner orden de cara a la temporada siguiente; que tampoco cambiará gran cosa; si acaso para peor, como vamos comprobando con evidente impotencia temporada tras temporada, golpe a golpe y por la cara.
Ajo y agua, no hay que ser tiquismiquis, joder, y fastidiar la alegría de nuestros queridos visitantes, esos que siguen creciendo por encima de nuestras posibilidades medioambientales y de lógica social.
Es el momento, pues, para la despedida y cierre de las discotecas y de los beach clubs, los temidos ‘closing parties’, que suelen concentrarse en el primer o segundo fin de semana de octubre; en grupos de negocios próximos o según le vaya interesando a cada firma para rentabilizar más y mejor los cantos del cisne de la casa y de la cosa. Y como sucede en los ‘opening parties’ que inauguran la estación de los negocios, la consigna de los responsables del mantenimiento de las ordenanzas municipales sobre ruídos, aforos y otros límites regulados por ley, suele ser la de manga ancha. Ajo y agua, no hay que ser tiquismiquis, joder, y fastidiar la alegría de nuestros queridos visitantes, esos que siguen creciendo por encima de nuestras posibilidades medioambientales y de lógica social.
La circunstancia, pues, me parece oportuna para cambiar también uno el carácter de esta colaboración semanal para Noudiari.es. Pues aunque, desde luego, no faltan el resto del año en estas islas ocasiones para ejercer la crítica (hasta la impertinencia discreta, tal he pretendido en esta sección sabatina), he de reconocer que no estoy tan predispuesto a hacerlo. Tengo menos motivos de irritación, no suelo seguir gran cosa los avatares de la política local y prefiero centrarme en los placeres razonables de mi edad y circunstancia, solo o en compañía de los buenos amigos que merecen tal nombre. Entre otros, a viajar, pues me gusta hacerlo cuando el gentío no se mueve tanto. Ventajas de la disponibilidad del tiempo personal y de no tener que atender al calendario de colegios, trabajos y otras obligaciones familiares y sociales.
A partir de la próxima semana mi colaboración se llamará ‘El rincón del poeta’; y en ella hablaré de mi relación con autores y textos que considero importantes en mi biografía y en la historia de la literatura.
A este cambio que quisiera dar a la sección a partir de la próxima semana (si la dirección de este querido diario digital lo estima oportuno, claro), también ha contribuido, cierto, algunas críticas recibidas por parte de propios y extraños. Lógicas, por otra parte, pues eran de esperar cuando uno enjuicia la vida desde la ‘impertinencia’ pretendida; y compensadas de sobra por el agradecimiento de los lectores que apreciaban mi punto de vista, muchísimos más. Pero, supongo que por efectos de mi estoicismo y mi paciencia menguante, me he cansado del juego por ahora. Lo que no es óbice para que vuelva a la carga (si sigo vivo) el próximo verano. La promesa queda, pues, abierta.
En fin, y sin dar más vueltas retóricas justificativas: que a partir de la próxima semana mi colaboración se llamará ‘El rincón del poeta’; y en ella hablaré de mi relación con autores y textos que considero importantes en mi biografía y en la historia de la literatura. Eso sí, sin ponerme académico, sino en un tono sencillo, de confidencia entre amigos de la causa lírica. Incluso entrando en la relación que he tenido, o tengo aún, con poetas del ámbito que sea, local, nacional o internacional. No sé, ya iremos viendo sobre la marcha. Eso sí, con la intención de instruir, entretener y defender la poesía con cariño y complicidad. Y como me conozco algo, sin excluir, si se tercia, la impertinencia. Faltaría más.
Bienvenvenido sea el rincón del poeta, el otoño, los closing…..
No te aflijas Juliooooo!!!!! 🙂