@Julio Herranz / Así rumiaba al respecto el pasado sábado tras el susto que me pegó un crío de unos cinco años a punto de ahogarse mientras sus irresponsables papis no le prestaban la mínima atención y aún no había socorrista en su sitio de vigilancia.
Fue sobre las diez y media del pasado sábado en Platja d’en Bossa, en el tramo tranquilo de esa cosa mastodóntica y pijo-hortera llamada Hard Rock Hotel. Ya había bastante gente en la playa, sobre todo familias con críos, pues a esa hora el ganado noctívago está durmiendo o estirando la marcha en algún party boat de matinée. Que los hay: por lo menos uno que, desde hace años ya, antes de que se semejante locura se pusiera de moda, pasa por delante de mi apartamento entre la nueve y las diez. Según me dijo alguien, tal ‘servicio’ es un complemento incluido en la entrada de una conocida discoteca de Vila.
La escena que me irritó era esta: el crío apuntado (rubito, feliz y saltarín) entraba con euforía en el agua, que le llegaba ya por los sobacos, mientras su hermanita, más pequeña que él jugaba con la arena en la orilla. A unos cuatro metros, la mamá estaba de charla con unas vecinas playeras. El padre había ido a buscar algo al coche. Le vi ir hacia el parking mientras me acercaba. Afortunadamente, antes de que uno le diera un grito a la confiada madre, la hermana pequeña le llamó a su lado y el angelito volvió a la orilla para jugar con ella.
Seguí, pues, en plan rápido mi camino hasta la torre de Sal Rossa. Al volver, me fijé en que ya había un vigilante en su puesto y me acerqué a contarle lo que había visto hacía un rato. Era italiano, curioso, y me explicó que su turno era de once a siete; por lo tanto, él no tenía ninguna responsabilidad al respecto, claro. Pero le dije (y es la razón añadida de que dedique al tema este rincón) que podría pedirle al Ayuntamiento de Sant Josep que al menos los fines de semana ampliase en una hora el horario de entrada del socorrista, pues a partir de las diez hay bastante gente familiar a la vista con el consiguiente riesgo que implica el movimiento de críos (o ancianos, por supuesto) alrededor del agua.
Y la pregunta abierta: ¿Todas las playas de Ibiza y Formentera, y todos los días de la semana, tienen el mismo horario de atención socorrista? Pues no estaría mal que los responsables políticos reflexionaran sobre el tema. A no ser que la cosa esté forzada por los ajustes de marras para cuadrar los presupuestos municipales. En cuyo caso, ay, sálvese quien pueda.