Vivimos tiempos convulsos, propios de la incertidumbre que nos genera el mundo líquido de las sociedades contemporáneas, como el pensador Zygmunt Bauman (1925-2017) reflexionaba en sus teorías. Esa incertidumbre alcanza ya todos los ámbitos y todas las esferas: la política, la economía, la cultura, el ocio y hasta la ética, entre otros aspectos. Ya nada parece seguro, la certeza se esfumó y la razón cedió ante la emoción, que supuestamente nos vuelve auténticos y auténticas, pero también salvajes e impredecibles. Allá por 2010, la catedrática y filósofa contemporánea Amelia Valcárcel, maestra de maestras, apuntaba en una conferencia (que versaba sobre cómo el posmodernismo se estaba instalando en el pensamiento feminista) que una cadena es lo fuerte que sea el eslabón más débil. A nadie se le escapa que, del ejecutivo feminizado (y no necesariamente feminista) que presentó el presidente Pedro Sánchez hace ya una semana, el eslabón más débil era Màxim Huerta.
Por si no fuera suficiente, el diario digital El Confidencial destapaba tan solo una semana después del nombramiento, que Màxim Huerta había defraudado más de 200.000 euros a Hacienda. Rápidamente, el propio interesado se afanó en dar las explicaciones pertinentes a través de entrevistas telefónicas a diversos medios de comunicación, en los que aseguró que no dimitiría bajo ningún concepto porque esto pertenecía a su vida anterior, “a cuando era Màxim Huerta y no Ministro de Cultura”, explicó. Sus argumentos parecieron convencer a Sánchez y al resto de miembros del Ejecutivo, pero las presiones desde el resto de formaciones políticas que exigían la dimisión de Huerta ayudaron a que Sánchez invitara a Huerta a salir, además del resurgir viral de una entrevista en la que Sánchez prometía hace unos años que si él tuviera en su equipo a alguien que defraudase a Hacienda a través de una sociedad pantalla (tal cual hizo Huerta), esa persona estaría fuera de inmediato. Y se marchó. Y para la posteridad quedará un discurso de despedida lleno de victimismo y amor por la cultura, que no por el deporte.
Desearía, mi buen lector o lectora, que usted no fuera de la opinión de que el acto de dimisión de Huerta es un hecho propio de la nueva política, transparente y con maletas llenas de dignidad y decencia. Porque si eso es así, si usted, mi buen lector o lectora, opina esto, podría yo pensar que a usted le han tomando el pelo con harto éxito. En política, las cosas son más sencillas de lo que pudiéramos sospechar. No podemos tildar de acto de honestidad la dimisión de Huerta porque no fue nunca su primera opción, sino que tuvo lugar cuando Sánchez le comunicó que ya no confiaba en él. O era una dimisión o sería un cese. La continuidad de Huerta no podía sostenerse porque es del todo indecente hacer tejemanejes para no pagar los impuestos que permiten el Estado de Bienestar e intentar luego defender un programa socialista. Y en esta liquidez política no caben más relativismos, porque el eslabón más débil ponía en peligro esta cadena de algunos metales vigorosos.
Para terminar por donde empecé esta columna, precisamente esta semana se ha presentado el nuevo libro de la maestra Valcárcel, titulado Ensayos sobre el bien y el mal, editado por Saltadera. Vaya así mi recomendación literaria al fugaz Ministro de Cultura Màxim Huerta.
Bianca Sánchez-Gutiérrez
Me parece pertinente y acertada tu opinión. Simplemente puntualizar, que la frase que comentó en la conferencia Amelia Valcárcel, sobre el eslabón más débil, es del filósofo escocés Thomas Reid. Ya sé que no dices que fuera de ella, pero podrías haber dicho que «citaba» a Thomas Reid. Concretamente la frase dice: «una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil».