@Julio Herranz/ Aquí lo tenemos, el esperado, deseado y temido 2015. Un año nuevo que nace con una carga acaso excesiva de expectativas y temores, con demasiado peso emocional encima como para sobrellevarlo en paz y con el debido sosiego necesario que nos impidiera perder los papeles. Marcado y remarcado en morado esperanza desde un rojo amenazado y un azul prepotente. Colores políticos de ida y vuelta que nos van a marear hasta el abuso desde su atalaya de oráculos del miedo o de la gracia. Con algunas espadas de Damocles cosquilleando nuestros sueños y pesadillas al compás de los días, semanas y meses que se avecinan en tropel acuciante, tal una apuesta que teme perder lo ganado o desea abolir la maldición secular de este país de todos los demonios, como Gil de Biedma tan bien calificó.
Marcado y remarcado en morado esperanza desde un rojo amenazado y un azul prepotente. Colores políticos de ida y vuelta que nos van a marear hasta el abuso.
Un tiempo nuevo que reverdece una rabia vieja, la que tanto y tan insumisos lanzaron los viejos cantautores de los sesenta y setenta; poetas de urgencia contra una dictadura que, junto con la libertad, negaba los sueños de un pueblo harto de sufrir una larga noche de fantasmas con sables oxidados de sangre fraternal. Y quién nos iba a decir a los jóvenes de entonces, ingenuos, rabiosos, cabreados y utópicos, que tantos años después los viejos discos rayados de insistir y golpear volverían a salir de sus fundas estirando su largo olvido, su letargo conformista hacia un mañana futurible y digital para escribir de nuevo la conocida y nostálgica banda sonora de aquel tiempo de plomo.
Así, y antes de que la furia civil y casi adolescente explotara indignada ante tanto depredador camuflado en demócrata, Ismael Serrano, entre otros, le pedía a su padre que le contará otra vez las viejas batallitas de carreras ante los grises y de cómo hubo un tiempo en que la vida parecía una promesa al alcance de las mejores manos. Sí, recuerdo bien la fecha. Era un 15 de mayo de no hace tanto. Por casualidad vacacional, uno estaba ese día en Madrid, pero no fuí a la Puerta del Sol. Me enteré luego, mientras tomaba una cerveza con un amigo en una terraza de la calle Fuencarral y vimos venir a un grupo de jóvenes gritando con ganas de bronca, exaltados y felices. Una chispa esperanzadora que acojonó a muchos políticos anestesiados en sus corruptelas y privilegios.
Aquellos poemas de urgencia, musicados por juglares de barrio, volvieron a sonar con fuerza: A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
Pero la semilla, a pesar de tanta descalificación interesada, fue creciendo y resistiendo las erosiones precedibles. Se fue haciendo fuerte ante el eco de la calle y ya no hubo manera de pararla. Entonces, aquellos poemas de urgencia, musicados por juglares de barrio, volvieron a sonar con fuerza: A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo. Versos de combate del amigo Celaya. Un ejemplo entre tantos. O, de nuevo como bandera de combate, levantó la cabeza el viejo himno de Llach, aquella estaca que no habíamos enterrado lo suficiente. Incluso, faltaría más, el Imagine de John Lennon, pintando una ilusión con palabras que habría aplaudido el mismísimo Gandhi. Sin olvidar a los raperos de ripio fácil y protesta rítmica, o a los líricos jóvenes que volvían a esgrimir la poesía social como un arma cargada de futuro. Sin ir más lejos, nuestro Ben Clark en su premiado poemario Los hijos de los hijos de la ira, cuya lectura vuelvo a recomendar.
No sé, querido y temido 2015, cómo nos sentiremos y estaremos dentro de un año. Suspense. Ojalá la vieja rabia no tuviera ya motivos entonces para pedir justicia, igualdad, libertad y compromiso con el medio ambiente. Toquemos toda la madera que se nos ponga al paso. Sí, la condición humana es incorregible, a nada que la enfoques con criterio crítico; pero a muchos nos gustaría creer que después de lo peor no vuelve otra vez lo malo. En cualquier caso, siempre habrá a manos un poema que nos explique de qué va este negocio raro de la vida y nos ayude a quererla a pesar de todo. Amén.