Cuando dices que es por ti, no es tan por ti.
“A mí no me importa lo que piensa la gente; yo no me lo pongo porque es que a mí no me gusta verme así.”
Nos están aniquilando. El triunfo del consumo es haber logrado que pienses que la decisión es tuya, deliberada y aislada.
¿Cómo te sientes tú, Corazón, cuando escuchas palabras tan fáciles de decir, tan sueltas, tan crueles? ¿Reducida? ¿Desenergizada?… ¡que no es tu culpa!
En ese lugar nos encontramos casi todas; un poco menos las flacas, un poco menos las blancas, mucho menos las que tenemos dinero. Pero ahí estamos las humanas, tratando de completar interminables agujeros sin fondo de lo “insuficiente”, lo “nuevo”, lo “lindo”.
La narrativa aniquiladora de lo “mal hecho y mal formado”. Discursos cacofónicos, metamensajes, imágenes fantasiosamente retocadas y audios impúdicamente ofensivos en inagotable loop.
El mensaje es eficaz. Logra estar bien integrado, y es alto y taladra a un ritmo arrollador en furiosa avalancha que se lo lleva todo.
¡ESTÁS JODIDAMENTE FALLADA!
Pero déjame decirte que te han engañado y quiero contarte algunas cosas:
Te hicieron creer que hay un límite de edad para poder expresarte.
Te hicieron pensar que en donde vives no lo puedes llevar.
Te hicieron sentir que deberías ser más fina, más ancha, más alta, más seria, más cool… más de más y menos, también mucho menos, ¡ahí no! ¡ahí tampoco!
Te hicieron imaginar, sentir, decir, vivir, desear lo que no necesitabas. Te hicieron muy mal.
Te hicieron suponer que infinitos objetos y tratamientos te faltan para estar a la altura. Pero también te digo (con el alivio de la pérdida) que al photoshop no le podemos ganar.
¿Entonces qué?
Intenta filtrar, intenta no contaminarte, no replicar, no juzgar, intenta ser, intenta dejar ser.
El camino es complicado. La industria sabe qué hacer y cómo humillar. La presión es poderosa. Debilita. En creativas formas, minimiza, disparando con motricidad fina en esos mega ultra amplificados aspectos en los que te enseñaron a tambalearte y trastabillar. Y creo que lo intentas dicotómicamente, inmersa en una guerra desigual, como son todas las guerras.
Los comentarios no son gratuitos, no vienen vacíos, siempre restan. Son fijados en el ADN. Se convierten en nuestros programas. Pero aún si piensas que ya estamos “arruinadas” de tanto daño programado… ¡Hagámoslo! Detengámonos antes de juzgar con la boca y con la mirada. Cambiemos nuestro diálogo interno.
Tomemos conciencia de que la estética es la más cruel y eficaz de las distracciones. Y que mientras nos retengan allí, no haremos nada demasiado importante.
Te propongo que no le demos de comer. Que nos transformemos en guardianes y guardianas. Seamos muro entre las infancias y estas violencias estratégicamente normalizadas.
Repite:
¿Quién soy yo para no brillar?
¿Quién soy yo para opacar?
Y mientras tanto, a las y los que me vean más flaca.. ¡no me lo digan más!
Por Nica Seleva