Adam trabaja de mayordomo para una familia de saudíes que, según me confesó, están más occidentalizados; que no sé si se refiere con eso a que son políglotas y pagan en distintas divisas o que sencillamente están más civilizados.
Ahora, a la figura de mayordomo se le llama Consigliere, que son ese tipo de ecdisis que madura la Isla de Ibiza y que se puede percibir también en los añorados chiringuitos, ahora Beach Clubs, y entre otros muchos acontecimientos que acompañan a esta mutación de la Isla y, por ende, su marca.
Adam sufre varios trastornos neuróticos producto del estrés crónico, nada excesivos. Algunos visibles, otros los consigue disimular. Me comenta que esta familia, la familia saudí con la que trabaja en la actualidad, tolera el alcohol. De hecho Hamut, el patriarca, tolera una botella de Jack Daniel’s al día sin dejar de vocalizar.
Adam me apunta esto con vehemencia, dado que hace años trabajaba para uno de los príncipes saudíes de la docena que hay en Riad. Tuvo que organizar una fiesta al príncipe, fiesta que se presupuestó en más de doscientos mil dólares. Acabada la fiesta, resulta que sobraron varias botellas de Château Petrus sin abrir. Adam se guardó una en la maleta, iba a ser un regalo increíble con el que se iba a refocilar de vuelta a casa en Varsovia. El caso es que la seguridad del aeropuerto retiró la maleta a una sala donde también encerraron a Adam y donde, además, fue procesado de delito penal por llevar bebidas alcohólicas. La sentencia, cinco años de condena en una prisión de Arabia Saudí. Suerte que el príncipe pudo mover unos hilos y Adam al final solo se llevó el susto del calabozo, que fueron veintisiete horas en cuatro metros cuadrados a solas consigo mismo. Eso sí, le quitaron todo objeto metálico por si se daba el caso de que quisiera quitarse la vida.
Desde entonces Adam ya no ha vuelto a la península arábiga, por supuesto que no, y por eso me ha hecho especial hincapié en el tema de tolerar el alcohol. Quizás es eso a lo que se refería con lo de más occidentalizados.
Haber trabajado para aquel príncipe saudí le dejó un buen currículum. Por eso ahora trabaja para la familia de Hamut, que también son saudíes pero viven en París y veranean en Ibiza y Adam se siente confiado y a gusto con ellos. Cierto es que la familia de Hamut también le hace trabajar sin parar y a veces se la lían un poco.
El verano pasado, un miércoles por la noche en que Hamut, su mujer y unos “guest” fueron a una sesión de Black Coffee el dj, a la vuelta en la Mercedes Vito negra, el chófer tuvo que frenar seco al ver un control de la benemérita. Esto provocó que la mujer de Hamut se clavara el turulo y dado que había tomado varios chupitos de Don Julio sintió náuseas y, de facto, vomitó. Eso ayudó a que cuando los agentes de la Guardia civil llegaron al vehículo no vieran los restos de cocaína, eso y también que la mujer de Hamut rompió aguas (Ibiza style).
Este tipo de acontecimientos deberían agudizar las neurosis de Adam, empero sucede que, de alguna manera, le alivian. También es proclive a los menús del KFC de manera convulsiva para aliviar esas neurosis y puede ser que otro paliativo sea ya por costumbre un onanismo desproporcionado. Aunque esto no quita que él se auto denomine “Monk”, ya que la habitación del hotel donde se hospeda es su monasterio, dice: «hago lo justo y necesario para una vida de monje. Después de trabajar dieciséis horas, llego al hotel y lo único que practico es: ducharme, comer y dormir». Es verdad que cuando termina de decir esto, un tic propio del síndrome de Tourette hace que absorba aire por la nariz varías veces de forma convulsionada aludiendo a una especie de mala conciencia, pues es evidente que miente.
Lo más importante para Adam es ser quien gobierna la villa que ha alquilado Hamut en el sur de la isla. Le devuelve todo eso de lo que carece desde que es un niño, ya que da claras evidencias de haber sido marginado. Resulta que tiene a sus órdenes todo un ejército. Tres chóferes: uno para el Jet, otro para la Mercedes Vito y otro para el Defender. Luego están los cuatro jardineros a tiempo completo. También en la cocina tiene a su cargo un chef que han traído de San Sebastián y cuatro pinches, más las chicas de la limpieza, masajistas, el dealer, entrenador personal, proveedores de comida y bebida y el mozo que pasea al perro. Todos obedecen a Adam, por eso se deja la salud en su trabajo. Le pagan bien, sí, pero en su fuero lo que de verdad le compensa el estrés y no tener vida es poder ser él quien mande sobre el servicio. Por supuesto que Hamut está por encima en la pirámide de depredadores, pero eso no le resta la sensación de superioridad que necesita.
Adam tiene la manía de pensar en alto y eso le lleva a repetir lo mismo tantas veces que puede resultar extenuante estar a su lado. Él no se percata, o hace que no se percata. Con los años se ha convertido en un alma solitaria y los únicos que le aguantan son los que reciben un sueldo a sus órdenes.
Adam apuesta en Betting.com, ya que cuando estuvo viviendo en New York se aficionó al fútbol americano (a verlo, no a jugarlo) y una cosa te lleva a la otra y ahora, por fin, ve resultados de sus apuestas y los montos que gana son bastante suculentos. Además, este último año se ha aficionado reinvertir las ganancias en lotería.
Esto es producto de sufrir la entelequia de que algún día será rico, muy rico. El haber atendido a personajes millonarios y verse rodeado de la ignominia más exagerada que pueda existir, le ha llevado a hacer una lista de cosas que él hará y las que no cuando sea rico, muy rico.
Adam, como polaco que es, tenía posiciones políticas bien definidas, pero dada la sobre explotación de campañas y propaganda que han llevado a cabo las distintas fuerzas políticas sobre los derechos de igualdad del colectivo LGBTQ+, le ha hecho predicar en contra del colectivo, a pesar de que su principal deseo es travestirse. Es parte de su codicia íntima y privada vestirse de mujer y, aunque contradice sus reacciones políticas, en un mundo tan sumido en el relativismo y lo abstracto, “qué más da” piensa cuando se está pintando los labios de rojo carmín en su tocador.
Hay días que se levanta con la extraña sensación de ser otra persona, como si en una realidad a parte Adam es Dj y además cabeza de cartel en muchas discotecas de Ibiza, incluso ponen su cara en los carteles de la carretera con su nombre escrito en mayúscula “ADAM BAYER”.
A.F.M. dice: “Que en la realidad aparezca un componente de irrealidad, es habitual”.