@Vicent Torres / Mi jefe todavía no lo sabe, pero me acabo de subir el sueldo. Me he levantado de la cama espléndido y con unas ganas locas de recibir una ayudita extraordinaria para llegar a final de mes, si es que logro descifrar cuándo empieza entre los recibos de la hipoteca, la luz, el agua, el gas, el teléfono, la línea de ADSL, Netflix, HBO, Amazon Prime, las letras del coche, las de la Thermomix, el nuevo iPhone que sustituye al defenestrado Huawei, los aguacates ‘premium’, las galletas diet, el muesli bio, el perro de raza y el televisor con complejo de pantalla de cine que financié a 15 años. Todo cuesta mucha pasta. ¡Que lo pague mi jefe!
Y es que me niego a no estar a la última moda, que es lo mío. Romper el suelo con zapatos caros y surcar la carretera con un coche de alta gama. Navegar en un yate de siete metros es mucho mejor que hacerlo en uno de cinco. Para eso he nacido, como vocifera Rosalía en su última genialidad plagada de faltas de ortografía (en catalán, claro): “El que vull es un Bentley de color verd i un de color blanc. […] Fucking money, man!”.
Los vicios son caros, no cabe duda. Debe ser por eso de que son caros que, al igual que acabo de hacer yo, algunos de nuestros políticos ibicencos no han perdido el tiempo y han aumentado el gasto de los equipos de gobierno. Se han subido la paga, que las elecciones los han dejado agotados. He estado repasando los programas electorales y no he encontrado esta medida tan apremiante entre tanta promesa pomposa. Se les habrá pasado, pobres, entre tanta faena. Debe ser un descuido, ya que de lo contrario podrían llegar a ser como yo. Porque únicamente un incompetente podría haberse olvidado de avisar a su jefe antes de subirse el sueldo. O porque solo un miserable podría ser capaz de tenerlo planeado de antemano.
Muy bueno.
Se lo hemos subido entre todos, no olvide que son los que llevan nuestra voluntad y deciden lo que es el bienestar común.