Es muy lamentable que la isla de Ibiza sea noticia –mala noticia, debemos precisar– por algo así. El periódico digital vozpopuli.com publica: “La ciudad de España donde ningún guardia civil quiere ir: “Falta la mitad de la plantilla”. Se refiere al puesto de Sant Josep de sa Talaia, que el año pasado se transformó en puesto principal. Principalmente vacío, porque tiene 16 vacantes que no hay forma de cubrir. Funcionan con la mitad de la plantilla, que es algo así como funcionar a un tercio de su capacidad teórica. ¿Qué empresa o servicio público puede operar con normalidad si le falta la mitad de sus profesionales? Ni la Guardia Civil, oiga, que explota a sus trabajadores como ninguna otra institución pública lo puede hacer, gracias a su naturaleza militar, arcaica, predemocrática y semiesclavista.
Ibiza se hermana con la España vaciada. Allí, como aquí, nadie quiere ir a trabajar. Por razones, distintas, claro, pero el resultado es el mismo. La carencia de agentes de la Guardia Civil lo demuestra. Para ellos no hay vivienda, la carga de trabajo es insoportable, muy superior a lo que trabaja cualquier otro funcionario público, y la nómina mensual no compensa los sacrificios y penurias que han de padecer. Un guardia de Sant Josep o de Santa Eulària, donde no están mucho mejor, cobra a final de mes 86 euros más que un agente destinado en Nules (Castellón), donde no hay problemas de acceso a la vivienda. Resultado: la desbandada general a cada concurso de traslados. Sálvese el que pueda. Que con su pan se lo coman.
El Parlament aprobó el martes pasado una proposición no de ley que insta al próximo Gobierno de España, –ya veremos cuál, con qué presidente, integrado por qué partidos y a partir de cuándo–, a hacer efectiva una insularidad digna, que suponga una compensación “real, justa y efectiva”, contemplada en los próximos Presupuestos Generales del Estado, que nadie sabe cuándo serán aprobados por el Parlamento.
Llegamos tarde. De ahí que la plantilla de funcionarios del Estado en las Pitiusas esté en cuadro. Y los responsables de esta calamidad tienen nombres y apellidos; y pertenecen a unos partidos muy determinados, perfectamente identificables, que han gobernado y gobiernan este país desde hace cinco años. No han hecho nada para mejorar el plus de insularidad por más que se les ha reclamado. Les ha importado tres cajas de pimientos que el sinhogarismo haya llegado a los trabajadores públicos que un día ganaron una oposición. Guardias civiles viviendo en su coche o en una furgoneta, algo que escandaliza a todos, menos a ellos.