Como especie hemos indagado hasta dónde abarcamos definido en manos pretenciosas como los límites del Universo, pero esto más que una exageración es un eufemismo dado que el Universo no tiene límites, sin embargo, podemos decir que hemos llegado lejos si para ustedes trece mil ochocientos mil millones de años no es una minucia. Y siempre, hemos encontrado lo mismo: energía y materia, nada más. A partir de aquí podemos ignorar cualquier otra hipótesis que no esté basada en la evolución de Darwin puesto que de existir un ser «superior» a nosotros forzosamente tendrá que haberse formado también a partir de las interacciones entre materia y energía, no se confunda superior con vetusto.
En 1952 Stanley Miller y Harold Clayton Urey realizaron un experimento en la Universidad de Chicago consistente en reproducir químicamente las condiciones de una atmósfera terrestre en su vida más temprana, éste consistió, básicamente, en someter una mezcla de metano, amoníaco, hidrógeno, dióxido de carbono, nitrógeno y agua a descargas eléctricas de 60.000 voltios a temperaturas muy altas. Como resultado, se observó la formación de una serie de moléculas orgánicas, entre la que destacan ácido acético, glucosa, y los aminoácidos glicina, alanina, ácido glutámico y ácido aspártico, usados por las células como los pilares básicos para sintetizar sus proteínas. Fue la primera comprobación de que se pueden formar espontáneamente moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas simples en condiciones ambientales adecuadas.
Además sabemos que energía y materia son dos expresiones de una misma cosa, son inseparables, están unidas de la misma forma que lo están la electricidad y el magnetismo, sin la una no existe la otra y esto nos convierte en inmortales, otra historia es hasta cuándo recordamos, porque acostumbrados a que todo tenga un principio y un fin, nos cuesta creer nuestra naturaleza recursiva. Sin embargo, es ineludible que ninguna de las células que conforman su ser existirán dentro de diez años, las que usted vea no serán las mismas que ahora, sino que se habrán reproducido y estaremos viendo su descendencia que se habrá replicado casi exactamente como su sucesora, este casi es el envejecimiento. Todo lo que necesita la célula para reproducirse es la cantidad apropiada de materia que la conforma, si en el momento de replicarse no dispone de alguna de estas sustancias básicas, se reproducirá con errores o variaciones, no sólo ésta, sino también sus sucesoras, hasta que, por acumulación de errores, provocados también por intoxicaciones y/o radiaciones, deje de poder reproducirse. Por eso un día sin comer fruta es un día de envejecimiento, aunque éste no debe verse cómo una progresión sino cómo una tendencia puesto que ésta información que nos compone puede «reprogramarse» en cualquier momento. Usted es producto de una memoria ordenada, de una forma de proceder aprendida, pero aunque parezca mentira, basta cambiar unas pocas cosas para desviar notablemente su trayectoria.
Lo importante entonces deja de ser la materia, porque al parecer nuestros rasgos vienen definidos más bien por cierta cantidad de información que es traspasada de una célula a otra. De ahí que ciertos receptores de órganos adquieran gustos y aficiones antes inusitadas para él y propias del donante. Entonces… ¿sería correcto definirnos como información? Desde mi punto de vista, sí. Y la naturaleza de la información, es que se difunda, en contrarresto de la desinformación.
No en vano la información ha ganado guerras, en la II Guerra Mundial la aviación inglesa venció a la alemana, aún siendo minoría, gracias al radar. Y los Estados Unidos zanjaron su discusión con los japoneses lanzando un par de bombas atómicas. No haré comentarios sobre lo que está ocurriendo en la política española.
Podríamos resumir nuestra historia de esta forma: salimos de un big bang o agujero blanco creado por una fluctuación energética que deja una cantidad constante, pero fabulosa de materia y energía que acabarán absorbidas por un agujero negro; y vuelta a empezar, quizás en forma de antimateria, en lugar de materia, pero más de lo mismo. Porque un Universo sólo de materia o sólo de energía, no es posible. El Universo no tiene principio ni fin porque para la energía no existe el tiempo. El tiempo se crea con la materia o la materia es la expresión de la velocidad de la luz que es el patrón que utilizamos para definir el tiempo. De ahí que todo lo que veamos sea en pasado, puesto que para que la luz nos llegue, ha de pasar forzosamente un tiempo. Por eso no podemos calcular una verdad absoluta, porque no abarcamos a verlo todo simultáneamente, sólo podremos calcular tendencias a partir de los datos que nos llegan en procesión temporal. No es que las leyes de Newton fueran erróneas, sino incompletas, o que las teorías de Einstein las complementaran.
Somos producto del equilibrio, de las tendencias entre dos fuerzas que provocan la manifiesta polaridad marcada por toda tendencia social y energética y nuestra única misión, es absorber y transmitir información en forma de gustos, sabores, olores, sentimientos o expresiones para equilibrar nuestra energía interna con las energías externas a nosotros. Vivimos del intercambio con el entorno en forma simbiótica y nuestras perspectivas vienen motivadas más por una influencia física que moral. Por eso no debe extrañarle vivir en una ciudad y sentirse malhumorado, la polución e intoxicación programada de los productos que consume son caldo de cultivo favorable para estos comportamientos.
No en vano, vivir en una ciudad, más que vivir es depender, su vida es sacrificada en pos de la ciudad, ya que forzosamente debe contribuir a que ésta siga en pié, y eso no es fácil. Calcule lo que cuesta mantener un piso con la infrastructura que conlleva: construcción, suministros, alcantarillado, cableado, desgaste de los materiales, gastos comunitarios… y compárelo con una vida en el campo aprovechando los recursos a su alcance para mantener un sistema de vida constante sin necesidad de trabajar, aprovechando la naturaleza en su beneficio y viviendo en un entorno vivo que no es necesario mantener, puesto que la existencia de ámbos se basa en la interacción: gasto cero, con lo que en lugar de vivir para mantener lo que tienes, te queda todo tu tiempo para hacer lo que más te plazca… ¿qué harían ustedes?.
«Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.». Miguel de Unamuno.