Estos días, alumnas y alumnos, profesoras y profesores trabajan duro para el final de curso. Unos estudiando y otros corrigiendo y preparando documentación para dar carpetazo a este distópico 2020-2021. La sociedad debería fijarse en ellos en este momento y hacer balance de un curso presencial casi al 100% y, por ello, milagroso ¿Qué nota le ponemos nosotros a este curso? La mía está clara: un sobresaliente.
Camino cada día al menos 3.400 pasos, que es la distancia de ida y vuelta entre donde aparco y la oficina. Cada día recorro las mismas calles y, lo que antes de la pandemia me hubiese parecido el monótono y aburrido camino al trabajo, ahora me da tranquilidad. La rutina es el milagro de lo cotidiano. Y por eso he creído ver un milagro al observar cada día las puertas abiertas del colegio Sa Bodega de Vila, que está en mi ruta hacia el trabajo.
Cada día que he pasado delante de ese colegio he tenido mi chute de normalidad, a pesar de verla envuelta en mascarillas de Spiderman, Peppa Pig y la Patrulla Canina.
Cada día que he pasado delante de ese colegio he tenido mi chute de normalidad, a pesar de verla envuelta en mascarillas de Spiderman, Peppa Pig y la Patrulla Canina. Niños y niñas llegando al colegio de la mano de sus madres, padres, abuelas o abuelos. Algunos parloteando incesantemente, otros enfadados porque no quieren ir al colegio, algunos arrastrando todavía el sueño y otros dando saltos, repletos de energía. Lo normal.
Cada día contemplo el espectáculo, sencillo y milagroso, de haber mantenido las escuelas abiertas y un curso presencial a pesar de todo. Y digo milagroso porque países cercanos como Francia, Italia o Reino Unido no han podido mantener un curso normal y han cerrado las escuelas durante semanas entre protestas de padres y alumnado.
Siempre hay riesgos y mucha exposición y sé que muchas familias, pero sobre todo profesoras y profesores, han pasado todo el curso con un gran estrés. Muchos han llegado a casa cada día como quien llega de una central nuclear por miedo a contagiar a sus parejas, familia o amigos. Ropa a lavar, zapatos en la puerta… Protocolos a añadir sobre sus tareas tanto dentro como fuera del aula. Pero hablando con familias o maestros de mi entorno más cercano, todos coinciden en que mil veces mil precauciones antes que volver a un curso online, como el anterior, que generó ansiedad a progenitores, maestros y alumnado y que en muchos casos resultó discriminatorio para quienes no tienen wifi o un par de ordenadores en casa y se tuvieron que apañar con datos y el móvil compartido con su madre.
Que los colegios e institutos de la isla hayan permanecido abiertos con apenas casos (que los ha habido) es sencillamente una muestra del buen hacer de los claustros, del alumnado, de la mayoría de las familias y también de la política de vacunar a los profesores de manera prioritaria. Los colegios podrían haber sido un polvorín de Covid y han sido el ejemplo de todo lo contrario.
Los colegios podrían haber sido un polvorín de Covid y han sido el ejemplo de todo lo contrario.
Por supuesto que las cosas se podrían haber hecho mejor. Se ha pasado frío con las ventanas abiertas en lo peor del invierno, han faltado medios materiales y humanos y algunos sindicatos lamentan que no ha habido una comunicación fluida con la conselleria, pero hoy, a pocas semanas de que acabe el curso y con prácticamente todo encauzado para dar carpetazo, es el momento de felicitar a los claustros, a los estudiantes y a las familias que los han apoyado comportándose como toca en casa.
Habéis obrado un milagro y de este examen habéis salido todos con nota altísima. ¡Felicidades!
Querida Laura Ferrer:
Como docente, me gustaría felicitarte por este artículo. Es precioso, aunque yo a las familias y a l@s alumn@s les pondría «un billón», si con «b» porque han colaborado, se han implicado en lo que se ha podido, no han protestado nada cuando se les explicaba la situación en la que comenzábamos el curso y hemos seguido. Mascarilla, distancia, no tocar, no compartir, ni siquiera poder utilizar una pelota en Educación Física. Creo que todo esto nos ha unido muchísimo más y lamento que me quede tan sólo un mes de clase, porque añoraré los toques de codo y con el pies y sus brillantes corazones.