@Bianca Sánchez-Gutiérrez / En 1956 se estrenó en los cines estadounidenses la película ‘Invasion of the body snatchers’, dirigida por el celebérrimo Don Siegel -(director también de ‘Harry el sucio’ (1971) o de ‘La fuga de Alcatraz’ (1979)- y protagonizada por Kevin McCarthy y Dana Wynter. La cinta, basada en la novela The Body Snatchers, escrita por Jack Finney y publicada un año antes, se sitúa a caballo entre el terror y la ciencia ficción para narrarnos la historia de una invasión extraterrestre que duplica los cuerpos de los humanos habitantes del pequeño pueblo de Santa Mira para reemplazarlos y acabar con la raza humana a cambio de seres idénticos pero carentes de sentimientos. En un sentido ideológico, la película es un paradigma propagandístico anticomunista elaborada en plena Guerra Fría. Muestra de ello es que los extraterrestres del film de Siegel actúan de manera colectivista y están en contra del individualismo y de toda actividad económica de mercado.
Todo esto, lectores y lectoras, sirve de introducción para comentar una anécdota que me ocurrió hace apenas unos días mientras paseaba por el centro de Sevilla junto a mi pareja. A los pies del modernísimo Metropol Parasol se concentraba un generoso grupo de gente que llamó inmediatamente nuestra atención. Bajo una pequeña carpa amarilla, una mesa recibía a unos cuantos que se inclinaban sobre ella para plasmar su firma y datos personales en una lista cada vez más larga. Un buen señor de alrededor de unos 60 años, al reparar en nuestras caras de extrañeza, se acercó a nosotros para animarnos a participar en la recogida de firmas en la que él mismo participaba como voluntario. “¡Buenos días! Miren, estamos recogiendo firmas por una buena causa: que los españoles podamos hablar español en España”, declaró el señor. “No sé si ustedes saben que en Catalunya los niños españoles no pueden aprender en su lengua materna en la enseñanza pública, tienen que hacerlo en catalán; y si quieren hacerlo en español ya tienen que irse, como los hijos del Pujol y esta gente, al Colegio Alemán de Barcelona”, prosiguió nuestro amigo activista, quien un par de segundos después remató: “Y también queremos rotular los carteles en español, que allí no nos dejan”. Ante tanto dato confuso, me animé a comentarle cuál había sido mi experiencia como ibicenca educada en colegios e institutos públicos de Ibiza:
-Señor, yo estudié hasta los 18 años en centros públicos de Baleares y estoy muy orgullosa de poder hablar dos…
-¡Uy! ¡Baleares! Ahí también os adoctrinan que da gusto con la lengua catalana, ¿eh?— espetó el buen señor interrumpiendo mi intervención.
-Pero es que eso no es cierto, le aseguro que yo no he tenido problemas para aprender el castellano ni me han prohibido su uso nunca— le contesté en un perfecto español que, seguro, le debió de sorprender.
-Eso es porque ya estudiaste hace tiempo, ya eres grandecita. Ahora está todo mucho peor— arguyó el voluntario señalando que en ocho años “ha cambiado mucho la cosa”.
-Es que cuando yo estudiaba allí ya se acusaba a la educación pública de prohibir el castellano en Baleares y no era verdad— alegué.
-Miren, yo vengo de Barcelona y sé lo que digo, y lo que digo es que los españoles no podemos hablar en español. Y cuidado, ¿eh? Que vosotros en Baleares sois los siguientes, ¿eh? Ya veréis.
Y al oír esas últimas palabras me sentí reviviendo la secuencia de nuestra película del principio, una escena en la que el doctor Miles Bennell, protagonizado por McCarthy, huía de Santa Mira y llegaba a la carretera para pedir auxilio ante la invasión extraterrestre. Sin éxito alguno, el Dr. Bennell trataba de alarmar a los conductores del terrible suceso que había acaecido en su pueblo, ya en manos de los alienígenas, gritando “¡Vosotros seréis los siguientes! ¡Vosotros seréis los siguientes!”, mientras los coches continuaban su camino sin ser conscientes del peligro comunista/extraterrestre que se cernía sobre ellos. Antes de dejar atrás a aquellos activistas de la lengua española, escuchamos a uno de ellos quejarse ante unas cuantas señoras: “Es una putada, nos hace falta medio millón de firmas para poder llevar nuestra iniciativa al Congreso”.
Lo que los voluntarios de la recogida de firmas no sabían es que un par de días después el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, iba a estar cada vez más cerca de implantar una ley que garantice a las familias la elección libre del idioma en la enseñanza pública. Y lo que tampoco sabían es que Marta Sánchez, la icónica diva del pop español, iba a dotar por fin de letra –española, claro- a nuestro mudo himno español. Sin lugar a dudas, estamos inmersos y disfrutones en una renacida etapa de oro del patriotismo. Y encima se nos va Forges, con la tremenda viñeta que hubiera sacado de todo esto. Los ladrones de cuerpos ya están aquí, Gensanta.